Artes & Letras |
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La poesía peruana Espíritu de vanguardia El texto más importante de la vanguardia poética peruana es Trilce (1922) de César Vallejo, pero a él lo antecedió Panoplia lírica al emperador de Alemania (1916) del joven Alberto Hidalgo. Así, como quien tira una piedra sin pensar nada, una de las ciudades más castizas de la república se hizo cuna de la vanguardia peruana.
Que en la tipografía de los hermanos Quiroz que en el año 1916 se prensaron los primeros ejemplares del texto que dio inicio a la poesía peruana de vanguardia; y aunque mucho se imagine que la Arequipa de esa época era más bien una ciudad conservadora y claustral, lo cierto es que en sus calles o reunidos en casonas coloniales, una ardua y adelantada labor cultural se venía tejiendo. De ello dan cuenta los tempranos grupúsculos formados por poetas como Percy Gibson o César Atahualpa Rodríguez, cabezas visibles de la revista El Aquelarre, en cuya obra poética se respira evidentemente el aroma modernista dejado por Rubén Darío. Pero si pensamos estrictamente en la vanguardia peruana, fue Alberto Hidalgo —lo acompañó Miguel Ángel Urquieta y posteriormente Alberto Guillén en la revista Anunciación— quien lanzó esa primera piedra a la sensibilidad y a la propia poesía de la época. La definición, la consigna de la vanguardia —término bélico— era deshacer lo viejo y renovar el arte y en este caso la poesía. Un espíritu nuevo se reclamaba y en pos de ese impulso el primer poemario de Hidalgo, Arenga lírica al emperador de Alemania, encuentra en el futurismo anunciado por Marinetti el campo llano para el beligerante y joven verso del poeta arequipeño, que en palabras de Urquieta era un "[e]namorado sin examen de la arenga futurista […] que proclama a toda voz estentórea la guerra como única higiene del mundo". Así, ególatra y estrepitosa, la poesía de vanguardia vio las primeras luces. Primeras, pero no únicas, ni tampoco las mejores, porque el texto por antonomasia que define la vanguardia peruana es Trilce de Cesar Vallejo. En él no pesan las influencias de manifiestos extranjeros, como en el caso del primer y segundo libro de Hidalgo, ni tampoco los evidentes rezagos de la prosodia modernista y, hasta en algunos momentos, la estética romántica. La renovación de la poesía que tanto buscaban los jóvenes poetas de ciudades como Arequipa, Lima o Trujillo, encuentra tierra fecunda y pilar eterno en este libro que nos entrega al más humano, al más universal, al más Cesarísimo de los poetas de nuestro suelo. La búsqueda de la nueva expresividad en Vallejo es un acto único y por supuesto nuevo. En él, muy lejanas resuenan las detonaciones de los ismos europeos de posguerra y, en cambio, como anota Ricardo Gonzáles Vigil, "experiencias vitales como la muerte de su madre, sus complejas relaciones amorosas o la reclusión en la cárcel de Trujillo" le replantean todo y agudizan su vocación por alcanzar una "expresión poética de absoluta autenticidad".
Esa vocación vallejiana por una poética renovadora, alejada de los afanes de la moda euro-norteamericana, no encontró en Lima a un lector favorable. La propuesta de Trilce tardará mucho en calar en la poesía peruana y entonces alguna reseca pena invadirá al poeta que en elocuente carta dirigida a Antenor Orrego, lamenta la situación con un rotundo y personal "No han comprendido nada". Pero muy aparte de la incomprensión de la época, que en algunos casos se extiende hasta el día de hoy, queda claro, bajo la paciente lectura, que Trilce es el libro más importante de la poesía de vanguardia en el Perú, aunque no el único. Lo demás no es copia ni consecuencia, es desarrollo. Los poetas ulteriores publicarán textos que, sin duda, irán delineando una vanguardia sólida, menos impregnada por las modas y más acorde a la necesidad de cambio no sólo expresivo sino también social. José Carlos Mariategui, sin ser precisamente un poeta como los anteriores, es parte integrante de la vanguardia peruana en tanto que sus ideas progresistas llenan un espacio en la reflexión de los nuevos caminos a tomar en la poesía y la sociedad peruana de entre guerras. Y es precisamente en ese periodo que se publica la mayor cantidad de libros entendidos como vanguardistas en el Perú. Allí están los hermanos Arturo y Alejandro Peralta, que dirigieron el grupo Orkopata y el Boletín Titicaca, la publicación vanguardista sur-peruana de mayor alcance internacional. Este último publicó Ande (1926) el poemario mejor logrado del llamado "indigenismo de vanguardia". Otro texto importante es 5 metros de poemas de Carlos Oquendo de Amat, libro síntesis de la vanguardia, gracias a que como han anotado varios críticos, reúne la inquietud poética de la época. Sin duda queda mucha tela por cortar cuando se habla de la vanguardia. Las aristas por donde reflexionar éste campo son infinitas y en la medida que los textos sigan siendo actuales, como lo son casi todos los mencionados, las tesis, ensayos y artículos serán también infinitos (Arthur Zeballos H.) |