Artes & Letras |
||
Galería |
||
Alonso Cueto Sobre la narrativa de la violencia El autor de "La Hora Azul" y "Grandes Miradas" llegó a nuestra ciudad para presentar en la FIL su más reciente trabajo "La venganza del Silencio". Conversó en exclusiva con El Búho sobre sus personajes y la violencia que impera en la literatura peruana.
La primera novela tuya que leí fue Demonio del Mediodía y ahora, recientemente, has publicado La venganza del silencio ¿Cuánto ha cambiado tu narrativa desde las primeras novelas hasta esta última? Bueno yo creo que Demonio del Mediodía es un poco la novela que marca un cambio, porque hasta antes de esa novela, que es del año 99, a mí me interesaba sobretodo la propiedad en el lenguaje, la fluidez, la musicalidad, la elegancia en la mirada del narrador y no me interesaba tanto el retrato de los personajes, de los seres humanos. Luego de mi regreso al Perú y de ver y saber de las cosas tan tremendas que pasaron, me interesó más hablar de la gente común y corriente, de su relación con el otro y de los conflictos más cotidianos y elementales. Me interesa ahora la posibilidad del lenguaje para presentar una situación de seres humanos comunes y corrientes en una interacción cotidiana o incluso banal, ahí también hay una realidad, hay una verdad. En este trayecto, una obra importante en tu novelística es La Hora Azul, que ganó el premio Herralde. En esa novela nos introduces precisamente en lo que has anotado, que es narrar acerca de la violencia cotidiana. ¿Cómo así sucede ese traspaso, cómo te llega a interesar esa temática tan sensible para el Perú? Claro, los que hemos vivido en esos años nos ha sido imposible evadir la cantidad de historias que produjo el conflicto. Y uno a veces quiere escribir sobre un gran tema, pero la verdad es que en principio uno debe encontrar una historia que le dé un hilo conductor al tema. Un día, hace varios años, mientras almorzaba con Ricardo Uceda, éste me contó varias historias de su investigación para un libro que iba a publicar y una de esas historias fue la de un oficial que tenía a una prisionera y que había evitado que la violen y la maten. Me pareció interesante esta historia, porque de alguna manera me revelaba que las personas más sórdidas, más violentas y crueles, en las situaciones más extremas pueden tener un gesto de compasión o de bondad por el prójimo. Y entonces cuando me contó esta historia, no pude en los siguientes días dejar de pensar en ello. Así que me pareció interesante. Por esa época, a partir del 2000, con el trabajo realizado por la Comisión de la Verdad, hay una narrativa emergente acerca de la violencia. Tú, ¿cómo ves el panorama de eso que se denominó narrativa de la violencia? Creo que la literatura peruana siempre ha tenido una narrativa de la violencia. Hay violencia en Vargas Llosa, en Arguedas, en Ribeyro. La violencia es oficial en la literatura peruana. Claro, no todas estas novelas son acerca de Sendero, pero el tema de fondo, el tema de la violencia es fundamental, es un tema que caracteriza a la literatura peruana y creo que debe ser vista como una forma de conocimiento. La conducta violenta es un modo de conocer el espíritu humano. ¿Hasta qué extremos de violencia podemos llegar, cuál el límite de resistencia al sufrimiento, qué podemos hacer frente a la desesperación? todas esas cosas se ponen en juego en la literatura. Y la literatura, en ese caso, ¿plantea respuestas? No, la literatura explora la conducta de los seres humanos, poniéndolos en situaciones límites, de riesgo, de incertidumbre, de amenaza y de tensión. Lo que hacen los escritores es probar como respondemos ante estas situaciones, ante el descubrimiento del mal, el acoso de la violencia, la soledad, la pobreza; qué hacemos y cómo respondemos. Bueno, un escritor nunca busca la verdad en su libro. Está claro que los escritores no buscan la verdad, pero sin duda una novela publicada crea una reflexión y discusiones acerca del hecho literario. Ahora, ¿son válidas esas discusiones a partir de la literatura o es que al autor ya no le incumbe? Me parece difícil asimilar una ideología, un pensamiento político único a una novela; una novela es un género de ficción, es el resultado de los sueños de un escritor y, si es interesante, es ambigua, no tiene un mensaje, ni mucho menos. Sí hay algunas novelas de las que puede destilarse algunas ideologías o pensamientos políticos, pero me parece que no siempre se puede tratar un documento ficticio como un testimonio racional, ideológico. Cuando a Arguedas le dicen en el año 85 en el Instituto de Estudios Peruanos, publicada Todas las sangres, que su obra no reflejaba el mundo andino, sino que reflejaba un mundo que no existía, entonces Arguedas piensa que ha escrito en vano y esa misma noche escribe en su diario una cosa terrible. Pero en verdad lo que pasaba era que ellos estaban tratando la novela de Arguedas como un documento sociológico, cuando esa era una novela. Pero, ahí tiene que ver la intencionalidad del texto. Hay textos que pretenden ser explicaciones de situaciones sociales e históricas, como las novelas de comienzos de la vida republicana en Latinoamérica. En esa medida cada novela tiene una intencionalidad La intencionalidad sin embargo no significa que el producto sea un reflejo de ello. En ese caso ¿cuál la intencionalidad en tu novelística? No es un mensaje, no es una conclusión, no es un llamado de atención; es preguntas interrogantes, ambigüedades. Lo que me interesa a mí es mostrar lo incoherente, lo contradictorio que son los seres humanos en cualquier situación. A mí nunca me han interesado los personajes unívocos, íntegros, que tienen una sola definición, me interesan los esquizofrénicos, tal vez porque también yo lo soy. (Entrevista: Arthur Zeballos) |