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Sudamericano de Fútbol Sub-20 Pasión por caer Al Perú no le gusta lo fácil. El país vive empecinado en complicarse el futuro, acaso en el delirio de convertir el desenlace en un suceso dramático, novelero. Sólo así se explica la tradición futbolística de pretender la guacha frente al rival cuando se está abajo en el marcador. La necesidad del quiebre de más que emociona a la tribuna pero que termina con la pelota cayendo mansamente en la manos del portero enemigo. La de siempre.
Nos gusta caer. Allí estaría la respuesta al trágico 1-2 frente a la selección argentina en el torneo Sudamericano Sub-20. Ya el estadio de la UNSA, (que hace unos años corría el riesgo de ser rebautizado como estadio "Virgen de Chapi" por un rector suponemos bastante devoto) había sufrido una derrota días antes frente al clásico rival del Pacífico. Chile nos ganó 2 a 0 y ahí sí no hubo tiempo de dramas. Todo era paliza. Pero con los gauchos la historia se impuso. Esa que obliga a los estadísticos a buscar posibilidades, amparados en el mantra instaurado por el ex DT del combinado patrio, el yugoslavo Vladimir Popovic: "Matemáticamente todavía podemos clasificar". Por eso no se mete el gol cuando debe hacerse, sino que se prefiere la gambeta alegre, el quiebre de más, la jugada fabulosa que termina en inoperante lateral o el remate de lejos que sirve para que la tribuna juegue un rato con la pelota. El público arequipeño es intenso. Antes que se inaugure el torneo, el técnico César "Chalaca" Gonzáles había sentenciado: "Jugar en Arequipa es peor que jugar en Chile. La gente allá no apoya a los valores peruanos". Las cuarenta mil almas que fueron a ver el primer partido de Perú habrán servido para taparle la boca. Esa muchedumbre que acudió con esperanzas a ver el debut peruano salió descontenta por ese primer resultado frente a los chilenos. De allí surgieron aquellos hinchas con vocación de snipers, que empezaron a lanzar botellas y demás parafernalia poco contundente contra el inexplicable Manuel Burga, que miraba el partido desde un palco, lejos de las críticas y la vergüenza de comprobar que la selección Sub-20 no gana un partido desde hace 10 años. La última vez fue frente al combinado venezolano, en la época en que no ganarle a la vinotinto era como meterse al mar sin mojarse. Con Argentina empezó a reinstalarse la trágica tradición del "faltó poco". Un partido empatado, jugando de locales, con un hombre más y en evidente superioridad física, era el escenario perfecto para reivindicarse con el hincha, ganando el encuentro y de paso el respeto de quienes todavía susurraban el chisme que da cuenta de una juerga de Año Nuevo donde los jóvenes seleccionados habían preferido la chelita al polo después de las doce antes que el profesional tutumeme previo a un torneo internacional. Pero no. Para la tradición el momento era distinto. Era hora de enredarse, de la jugada personal, de llegar al área rival para devolverla al compañero que está 30 metros atrás. Era hora de sufrir.
Faltando 4 minutos, sin más opciones que el azar, Perú cayó en su rutina. Argentina encontró el breve espacio que necesita un delantero con oficio para terminar con la angustia. No le hacía falta nada más. El gol albiceleste llegó como el ladrón en la noche y se acabó. Argentina celebraba su victoria ajustada. Perú sacaba la calculadora y el rosario. Porque el equipo de Ferrín debe ganarle a Venezuela (lunes 24) y a Uruguay (miércoles 26) para hacer 6 puntos y orar para que empaten entre sí los otros seleccionados del Grupo A. Quizás el estadio sí debió llamarse Virgen de Chapi. (Jorge Álvarez) |