Katatay
Temblar
Dicen que tiembla la sombra de mi pueblo;
está temblando porque ha tocado la triste sombra del corazón
de las mujeres.
¡No tiembles, dolor, dolor!
¡La sombra de los cóndores se acerca!
— ¿A qué viene la sombra?
¿Viene en nombre de las montañas sagradas
o a nombre de la sangre de Jesús?
— No tiembles; no estés temblando;
no es sangre; no son montañas;
es el resplandor del Sol que llega en las plumas de los Cóndores.
— Tengo miedo, padre mío.
El sol quema; quema al ganado, quema las sementeras.
Dicen que en los cerros lejanos
que en los bosques sin fin,
una hambrienta serpiente,
serpiente diosa, hijo del Sol, dorada,
está buscando hombres.
— No es el Sol, es el corazón del Sol,
su resplandor,
su poderoso, su alegre resplandor;
que viene en la sombra de los ojos de los cóndores.
No es el Sol, es una luz;
¡Levántate, ponte de pie; recibe ese ojo sin límites!
Tiembla con su luz;
sacúdete con los árboles de la gran selva,
empieza a gritar.
Formen una sola sombra, hombres, hombres de mi pueblo;
todos juntos
tiemblen con la luz que llega.
Beban la sangre áurea de la serpiente de dios.
La sangre ardiente llega al ojo de los cóndores,
carga los cielos, los hace danzar,
desatarse y parir, crear.
Crea tú, padre mío, vida;
hombre, semejante, mío, querido. Cubapaq
A Cuba
Casi habia que dar la vuelta al mundo
para llegar al luminoso pueblo de Cuba
pues los malditos corazón de dinero,
los endemoniados odiadores del hombre
así lo ordenan.
¡Aún pueden disponer esas cositas!
Pro el propio camino, la senda por donde el hombre va, no podrán obstruirlo.
Aquí estás, oh, resplandeciente pueblo, que amas al hombre,
ya estoy llegando a ti,
volando por el aire en el interior del incansable avión-águila.
He pasado por todos los nevados,
y en el destello de esas nieves reverberantes
he reconocido a todos los pueblos hermosos
alimentándome con el esfuerzo mancomunado de sus verdaderos hombres.
Pasando por medio de desolados mares sin fin,
remontándome por encima de temibles árboles, flores de la nieve,
atravesando las frondas sombrías de los árboles de la vida y de la muerte,
estoy llegando a ti,
pueblo que ama al hombre,
pueblo que ilumina al hombre,
pueblo que libera al hombre,
amado pueblo mío.
Dentro del avión-águila escucho ya tu palabra,
la voz, el grito de setecientos maestros y poetas,
palabras inspiradas en ti,
tan altas como el Sol.
Eres tú, ahora, pueblo de Cuba, simiente del mundo,
del cielo y de la tierra,
simiente inmortal,
fruto del hombre eterno.
Eres pequeña,
pero no existe quien te pueda doblegar.
La semilla es pequeña
pero rompe cualquier piedra, cualquier roca
y la hace florecer.
¡Amado pueblo mío,
centro vital del mundo nuevo!
Aniquilando a nuestros asesinos con tu implacable fuego como el sol
levantas al Hombre
para conquistar el Universo y poseerlo
con su corazón resplandeciente. A bordo del avión de la Cubana, en el 16 de Enero, 1968.
(Traducción de Leo Casas) |