Pendejos

Palabras mayores

No sé cuantos lectores –cuántos peruanos- están al tanto de que la palabra “pendejo” tiene un significado particularísimo en nuestro país. En México es equivalente a “estúpido”, sólo que altamente ofensiva, y hay que usarla con pinzas si de bromas de confianza (el ‘albureo’ mexicano, similar a nuestro ‘cochineo’) se trata. En Chile y Argentina, aunque porta parcialmente este mismo significado negativo, se emplea sobre todo para referirse a adolescentes (“chibolos”) en general o que adoptan actitudes o conductas de adultos. En Cuba y parte de Centroamérica la palabra también tiene fuerte carga negativa, pero no relacionada con la estupidez, sino con la cobardía. Pero para nosotros, por supuesto, significa, siguiendo la novena (y última) acepción de la palabra en el diccionario de la Real Academia, “persona astuta y taimada”

Así, cuentan que un compatriota se fue a México y, ante su nuevo grupo de amigos mexicanos, empezó a alardear de su éxito con las mujeres. Contó algunas anécdotas, y lo resumió así: “Es que yo soy un pendejazo…”. Los mexicanos, con su cordialidad característica, evitaron reírse. Sólo le dedicaron su más compasiva mirada de lástima.

La anécdota no sólo es divertida por la confusión; también es preocupante por la valoración, infaliblemente positiva, que la pendejada recibe en nuestro país. ¿Quién podría decir que ser pendejo está mal visto? Al contrario, celebramos la pendejada, admiramos la viveza, aplaudimos la astucia. Cuando un concepto tiene éxito en una cultura prolifera semánticamente, se multiplican sus significantes (sus sinónimos). Fregar a, meter cabeza, atrasar a, florear, meter la yuca, hacerla linda, y un largo etcétera, no son exactamente sinónimos, pero pertenecen todos al (amplio) campo semántico de la pendejada. Hemos aprendido (es parte de lo que se llama ‘tener calle’) a defendernos siendo más pendejos que nuestro adversario: “A pendejo, pendejo y medio”, “¿Pendejo te crees, no?”, son algunas frases corrientes que expresan nuestros reflejos defensivos. Incluso cuando condenamos el acto deshonesto (desde el adulterio hasta la corrupción) lo hacemos en base a su insuficiencia, a su imperfección: “hay que saberla hacer”, porque el que pretende ser pendejo y fracasa en el intento es, al fin y al cabo, un cojudo (su antónimo perfecto).

Ser pendejo, tiene además, entre nosotros, una connotación sexual. Y nuevamente asoman las diferencias, porque no es lo mismo aplicar el predicativo a un hombre que a una mujer. Así, un chico pendejo es un aprovechador; una chica pendeja, aprovechable. Por eso en género masculino se puede conjugar en primera persona, mientras que en femenino casi siempre va en tercera.

  1. El significado de pendejo como vello púbico es, sorprendentemente quizás, su acepción original, que proviene desde el latín (pectiniculus)