¿TIENEN WI-FI LIBRE?

El regreso

Crédito: ciberprensa.com


El acceso a la red es una necesidad diaria, sobre todo si lo que buscas es información inmediata. Y claro, la conexión a Internet a través de la señal Wi-Fi es cada vez un servicio público que no sólo se circunscribe a los cafés, donde a cambio de consumir puedes navegar a tus anchas, sino también en parques y plazas públicas, como en Miraflores o las estaciones del Metropolitano en Lima.

Obviamente, los centros culturales, universidades y bibliotecas, ofrecen la conexión en casi todos sus ambientes, pues son los estudiantes quienes más necesitan de la búsqueda de información para actualizarse o formarse en el conocimiento de nuevas tecnologías. En cualquier país medianamente desarrollado como el nuestro, la conexión a internet libre, es ya una tendencia.

Arequipa es la segunda ciudad del Perú y aún siento que somos una provincia en nuestra concepción y que el que tengamos enormes malls con tiendas por departamento que nos ofrezcan tarjetas de crédito para comprar, no nos hace modernos en nuestra esencia. Es nuestra mentalidad la que debe cambiar y eso debería empezar por quienes tienen el poder, desde el simple poder que tiene un guachimán en una puerta y que se sabe dueño del acceso, hasta el alcalde y el presidente regional, quienes tienen la responsabilidad de tener una visión globalizada de la ciudad y sus servicios.

Hace unos meses tuve la oportunidad de dar una charla sobre Periodismo 2.0, invitado por el Colegio de Periodistas de Arequipa, que organizó el evento en la pomposa Sala Melgar de la Universidad Nacional de San Agustín y que congregó a una gran cantidad de periodistas jóvenes y estudiantes ávidos de conocer la nueva tendencia del periodismo y las redes sociales. Y aunque todo estuvo muy bien organizado, a pocas horas de iniciar la conversa, nos dimos cuenta que la UNSA no tiene señal de internet en la sala; y mucho menos, en el campus universitario. ¡Increíble!

Hace un par de semanas pasé a conocer la Biblioteca Regional Mario Vargas Llosa, que funciona en el local de la calle San Francisco, una casona acogedora que en otros tiempos albergó a cientos de burócratas que coleccionaban papeles. Hoy se le está dando un buen uso; sin embargo aún no parece una biblioteca.

Al ingresar a un señor que te observa sin decir nada y cuando ya has dado tres pasos dentro del recinto, te llama la atención: ¡Señor! ¿Dónde va? (pregunta ociosa)… pues a la biblioteca, le respondo desconcertado. ¡Tiene que dejarme su documento!, ordena, con cara de autoridad. Le dejo mi DNI y puedo ingresar.

Una vez en el patio, no sé por dónde empezar, no hay una señalética adecuada y mucho menos, alguien que de informes. Las salas están acondicionadas por todos los ambientes, sin orden aparente. Busco la tablet para conectarme a la página web de la biblioteca y saber dónde encontrar lo que busco y no hay conexión. Pregunto a alguien que parece una empleada de la biblioteca y me dice que no hay Wi-Fi libre. 🙁