GRANDEZA

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Mario Vargas Llosa es, por lo menos hasta ahora, el compatriota contemporáneo cuyo nombre ha trascendido más lejos y con mayores brillos, a nivel mundial.

En contraste con esta posición, es uno de los hombres más lúcidos del país, contradiciendo la regla general del extravío y la pérdida de contacto con la realidad (producto de su levitación) de quienes alcanzan poder y fama.

Naturalmente tiene un ego alentado por sus logros, como todos los mortales. Es apasionado y radical para defender sus ideas y frontal para expresar lo que piensa, lo que le ha granjeado muchas antipatías y no pocos denuestos. Pero es un grande y –precisamente por eso- no ha dejado de posar sus pies sobre esta tierra.

El sábado que pasó, recibí una muestra irrefutable de esta última afirmación, cuando lo topé caminando por la calle como todos, sin aspavientos, admirando la singularidad de la arquitectura arequipeña, acompañado por su familia, sin apuros. Me extendió la mano con auténtica calidez y lo que yo recibí fue, en verdad,  una lección de grandeza.

Muy pocos peruanos alcanzarán las alturas a las que él ha llegado, pero en cambio, sí podríamos, en masa, acercarnos y, eventualmente, conseguir ser tan buenas personas como él. La sencillez, el respeto por los demás, la cortesía, la persistencia, la disciplina, las ganas de superarse y el esfuerzo constante, son cosas que ninguno de nosotros estamos impedidos de practicar y, eventualmente, lograr.

Todo eso, más una pequeña cuota de talento, hacen de las personas grandes personajes. No es un secreto esta receta, pero muy pocos hemos tratado de aplicarla. Los personajillos y los caciques locales tendrían que aprender de MVLL aunque fuera una mínima parte de eso que se llama “don de gentes”. Y respeto por sus semejantes, que eso es lo que somos todos, por mucho que fantaseen en que han alcanzado un estatus superior.

Numerosos científicos sociales ya han calificado al racismo, la exclusión y la falta de reconocimiento del “otro”, como el mal mayor de este país y el verdadero obstáculo para su desarrollo. Pero nuestros propios “líderes”, siguen sin entenderlo. Sus propias prácticas contribuyen a este clima, aunque no sea de manera explícita. Y así, el país, sigue sin avanzar.

Que esta nueva visita de Mario a la ciudad, sirva para entender algunas de estas cosas que, no por usuales, son banales y poco significativas. Por el contrario, puede que ahí se encuentre el camino que la urbe y el país andan buscando hace tanto tiempo, sin éxito.