No será tarea fácil, pero el reto ya está lanzado. Para millones de peruanos afincados en esta parte de la Patria, el gas natural (GN) dejará de ser una quimera para ser, en pocos años, una realidad tangible y palpable, gracias a la iluminada decisión de poner coto a esa vergonzosa historia entreguista de recursos naturales para beneficio de pocos y lamento de muchos. Sin embargo, la recuperación del Lote 88 ha motivado crujidos entre quienes sólo ven a Lima como lo único que vale la pena en el Perú. No contentos con haber sido los primeros en servirse de este noble recurso natural, enconadas voces argumentan un pretendido despropósito del Gobierno al anunciar la gasificación energética de la Macro Región Sur del Peru (MacroSur), aduciendo que será un vil desperdicio en manos provincianas y que sería mas rentable exportarlo. No dicen que “exportar” es apenas una metáfora, pues su precio de exportación es tan vil (US$ 0.02/m3) que ya linda con la desfachatez y la desvergüenza. Veamos qué hay de cierto en este prepotente temor limense.
Ante todo conviene recordar lo señalado por la ONUDI, CEPAL y el Banco Mundial, al reconocer a la MacroSur como una de las regiones con mayor potencial de desarrollo económico en Latinoamérica -y el gas natural es la llave para su despegue-, algo que muchos capitalinos no desean resonar debido, tal vez, a una enfermiza mezcla de celos y angurria centralista.
En segundo lugar hay que indicar que las potencialidades y beneficios de la masificación del uso del gas natural en la MacroSur superan largamente cualquier pronóstico. Estamos hablando de mas de 1 millón de hogares que podrían alternar entre energía eléctrica y/o GLP en cocinas y termas a gas, para consumir GN a menores costos. Ni que hablar de la demanda industrial; una matríz energética basada en GN, generará ahorros importantes en los costos de producción, asegurando el crecimiento y desarrollo industrial de la MacroSur, al punto que industrias locales ya no necesitarían emigrar a Lima en busca de energía barata; y hasta es posible que muchas regresen al terruño, algo que los limenses no ven con buenos ojos. Del mismo modo, no tendría sentido hablar de enclaves petroquímicos sin considerar energía limpia y barata. Recordemos que el GN es 30% mas barato que el GLP y 20% mas barato que la energía eléctrica, por lo que la demanda está mas que garantizada.
En tercer lugar, la nueva matriz energética favorecerá la migración hacia el uso masivo de combustibles mas limpios, especialmente en las ciudades del sur, caracterizadas por su deficiente calidad ambiental. Para ello, el GN podría utilizarse para promover la ampliación de la frontera agrícola en terrenos eriazos, públicos y privados, a lo largo de la costa sur del Perú, donde bien podrían habilitarse cientos de miles de hectáreas para biocombustibles; además de utilizarse directamente en flotas de transporte público y de carga pesada (aunque para esto último dependemos de algunos desarrollos tecnológicos pendientes de resolver en lugares por encima de los 2,000 msnm). El solo hecho de poder contar con GN y biocombustibles para movilizar las flotas vehiculares de la MacroSur asegura reducir los actuales niveles de contaminación ambiental hasta en un 60% en ciudades como Arequipa. Aire limpio a la vista!
Finalmente, advertir a los defensores de ese Perú macrocéfalo, que el consumo interno del GN es un derecho de todos los peruanos, y no solo de “capitalinos”. Por ende, nos asiste un legítimo amparo legal para defender la histórica decisión tomada por el Gobierno, mas aún, si de esta medida depende el futuro de la MacroSur y de las generaciones por venir, quienes, de seguro, se referirán a una MacroSur “antes del GN” y a otra, muy diferente, “después del GN”, pues es casi seguro que el GN nos cambiará la vida, para mejor. Que así sea.