Que no quede huella

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Que no quede huella, que no y que no, que no quede huella. Como la canción, es lo que pretenden hacer en Arequipa ciertas autoridades, secundadas por algunos arquitectos e ingenieros mediocres, siempre prestos a la cuchipanda, a costa de “proyectos” de dudosa calidad, y lo que es peor, atentando sin ningún empacho contra el patrimonio de la humanidad, del cual somos partícipes y responsables de su conservación. Esto es precisamente lo que se está haciendo con el Patio Puno de La Estación y con el balneario de Tingo. Esta semana, los muchachos y muchachas de Arquitectura de La Católica, agrupados en el colectivo Sepia, promovieron un conversatorio sobre la intervención que está haciendo la Municipalidad Provincial en estos dos sitios patrimoniales. Fue muy oportuna la realización de este evento, dado el enorme interés que han suscitado estos casos, no sólo en el ámbito profesional, académico y cultural, sino también entre los ciudadanos de a pie, lo cual es una buena señal, pues quiere decir que un gran sector de la población desea preservar la identidad cultural de los ambientes tradicionales. ¿Y qué es identidad cultural? Alguien acertadamente lo definió como: “el sentido de pertenencia del lugar”. En efecto, los ciudadanos reconocemos ciertos lugares como propios, o nos reconocemos en ellos, son parte de nosotros, pues son únicos y singulares; son también por ello, parte de la memoria colectiva; pueden incluso no ser monumentales ni solemnes, por el contrario, la mayoría no lo son, son espacios cotidianos, familiares, amables, y por esto también tienen un alto valor como patrimonio inmaterial. Definitivamente, ese es el caso del balneario de Tingo. No necesitaba una declaración como ambiente urbano monumental, aunque hubiera sido justo, de parte del antiguo INC, pues todo el mundo lo reconocía así. Similarmente, el uso que se le haya dado a un sitio, le confiere un sello histórico, que aunque haya caído en desuso deja rastros de un pasado muchas veces esplendoroso o significativo por su rol económico en la historia de un pueblo, y que por ello, también tiene un valor cultural. Ese es el caso de los tambos y también de La Estación con sus talleres, sus rieles, sus vagones inertes, sus maestranzas, sus depósitos.

En el conversatorio de la Católica, se pudo apreciar, por la exposición de los proyectos por sus autores, que no se trató de conservar la memoria, sino de arrasarla. En el Patio Puno, no queda nada de los durmientes o rieles; tampoco está la histórica locomotora llamada La Mollendina; ni siquiera un par de antiguos vagones. Esto era parte de su valor histórico como arqueología industrial. Se ha perdido la ocasión de tener un excelente parque temático. En el balneario de Tingo, el asunto es más grave, pues ha sido un lugar de vivencia muy intensa. No es una rehabilitación, ni siquiera una remodelación, menos renovación urbana. Es una suplantación total, ajena en todo al espíritu del lugar. Se ha hecho una especie de Mall, ignorando totalmente el contexto urbano y el entorno paisajístico; tiene hasta su patio de comidas, tipo fast food, y unos enormes recintos cerrados, imitación y caricatura de disneylandia, sin el mínimo respeto por los espacios públicos abiertos y la vegetación existente. La Superintendencia y el Ministerio de Cultura proponen la paralización de estas obras y su replanteo. No hay otro camino, si de veras nos interesa el patrimonio cultural de Arequipa.