Cuesta decirlo pero ésta es una sociedad donde a veces debiera tomarse la justicia por manos propias, prescindiendo de autoridad alguna, sí, a riesgo de lo que venga. Cuesta decirlo pero en ciertos casos la ley del Talión podría guardar más equidad y, cómo no, efectividad que un insuficiente trámite de rutina, como una denuncia policial, en cuyo desarrollo, irónicamente, la víctima, es decir el denunciante, experimenta la más lacerante indiferencia e intolerancia por parte de los llamados efectivos del orden, de quienes uno termina siendo presa de maltrato psicológico. Como si un robo o una golpiza no bastara.
Nada más irónico, reprochable e indignante, pero cierto. Estamos a merced de la violencia gratuita de una sarta de delincuentes que, para mala suerte, muchas veces son quienes nos brindan un servicio como el de transporte público donde increíblemente hace unos días un cobrador le dio una golpiza a una persona tan cercana como querida, necesaria e imprescindible para mí.
El viernes pasado el cobrador de iniciales D. A. S. S (17) de la combi de placa UK1762, de la línea “A” que recorre Alto Selva Alegre y el centro de la ciudad perteneciente a la empresa ETRASVA S.A. le dio una paliza a una mujer por hacer algo que todos debiéramos hacer en este tipo de circunstancias: pedir que nuestros derechos sean respetados.
El cobrador le dio dos patadas en el estómago, otras dos en la pierna derecha, dos cachetadas en el pómulo derecho además de otros improperios, como si se tratara de otro hombre de contextura similar en una pelea justa. Mientras que Maycol Valencia Alfaro, chofer del vehículo, lejos de detener su marcha animaba a su compañero a bajarla del vehículo, a como dé lugar, para continuar su jornada como si nada hubiera pasado, como si patear el estómago de una mujer, cualquiera que sea, no fuera ya razón suficiente para que el mundo se detenga a perseguir a todo aquel infeliz falto de capacidad para solucionar un problema con una mujer si no es a golpes.
Esa tarde ningún pasajero de aquella combi que se dirigía a A. S. A. le dijo nada al cobrador mientras golpeaba a esta mujer. Me permito repetir una frase que a pesar de que mi pesimista padre siempre decía cuando yo era niño, nunca creí: “la gente es una mierda”, ahora lo creo, creo que sí, lo lamentable es saber que hay gente por debajo de esa miserable categoría. Los pasajeros de aquella tarde exceden la frase de mi padre.
Esa tarde, la víctima de este cobrador de combi que, de por sí es un delincuente, no quiso pagar su pasaje puesto que se había desgarrado el dedo medio y cortado el anular con uno de los 6 tornillos sobresalientes del pasamanos, cual si fueran pequeños chuchillos, quién sabe desde cuándo hayan estado así sin que nadie los repare, o peor, sin que nadie reclame por la peligrosidad. Realidad común en muchas unidades de transporte público.
La mujer se acercó sangrante hasta el cobrador para hacer su reclamo y anticipar que no pagaría. Así se inició la pelea. Luego de que el matón la pateara ella logró divisar a dos policías a quienes llamó desde el vehículo, pues se había propuesto no bajar hasta que el chofer y cobrador ,de alguna manera, recibieran su merecido, aunque a esta hora, sin escarmiento alguno, ambos deben seguir golpeando mujeres, mentándoles la madre, escupiéndolas, quién sabe…
“Cuesta decirlo pero ésta es una sociedad donde a veces debiera tomarse la justicia por manos propias” es lo que pensé luego de ver que ya en la comisaría de Alto Selva Alegre un policía con cara de inepto y corrupto le sonrió al agresor y le hizo una broma, como si el miserable hubiera robado un dulce y nada más, como si todo se tratara de un altercado que, al fin y al cabo mereciera, por qué no, un par de risotadas de aquel tombo insensible, al parecer, dispuesto a enterrar aquel capítulo, donde lo trascendental, es decir el maltrato físico hacia una mujer, fuera el acápite de una historia sin relevancia alguna.
Esa tarde, cuando llegué a la comisaría y vi al cobrador fui a romperle la boca de un cabezazo, pero dos policías me lo impidieron, ¿eso hubiera sido justo?, quizá, quizá no, pero hubiera paliado la impotencia de la persona que había sido maltratada.
Dos patadas en el estómago, luego dos patadas en la pierna hasta hinchársela, dos cachetadas y todos nos hubiéramos ido a casa, a llorar, a escupir un momento sobre esta sociedad de eme a la que pertenecemos y lamentablemente tipos como el chofer y cobrador de la combi de placa UK1762 de la empresa ETRASVA S.A. también
Pero no nos fuimos sino hasta las ocho de la noche y, por el contrario, tuvimos que soportar la indiferencia de dos mujeres policía sin un ápice de empatía y que, a pesar de ver a la víctima de la paliza, temblorosa, alterada, llorosa y maltrecha, lo único que hicieron fue pedirle que se callara de la manera más grosera. En ningún momento le pidieron que se calmara, sino que se callara como quien calla a un orate.
Para mí, dos tombitas que después de muchos intentos no pudieron ingresar a la universidad y ahora se las arreglan viendo la panza al mayor y buscando videítos de salsa sensual en Youtube para matar el rato, claro, alternando su triste vida escribiendo ocurrencias con garrafales faltas ortográficas. Estoy seguro que son irrepetibles, espero que sí. Del resto ni qué decir, uniformados que creen que la mujeres lloran hasta con el vuelo de una mosca.
Un hecho de esta magnitud, me obliga a ser sincero, siento que no puedo guardarme nada, y que cualquier mesura en mis palabras sería pura hipocresía. Ahora no puedo siquiera ser un poco reflexivo, quizá todo lo contrario, aún así lo siento natural.
Desde el viernes por la tarde soy menos compasivo con los miserables. Le deseo lo peor al cobrador y a Maycol Valencia Alfaro por no haber guardado un poco de humanidad por una MUJER que nunca les hizo daño, que nunca le hizo daño a nadie en realidad, y que tan sólo les pidió respetar un derecho, algo que al parecer ya no es fácil de tolerar, sobre todo si se trata de dos malas personas de quien me gustaría referirme en otro tipo de lenguaje por haber maltratado a una persona tan cercana como querida, necesaria e imprescindible para mí, que comprobó de la manera más cruel que ciertamente “la gente es una mierda”, aunque lamentablemente hay gente por debajo de esa miserable categoría.