
Era viernes, minutos antes del medio día, y me encontraba en plena discusión sobre cómo estructurar un eje de desarrollo costero entre Ilo y Tambo con un grupo de alumnos, cuando de pronto insistentes llamadas a mi teléfono móvil pugnaban por hacerme oír una voz llamante. Aunque el número era desconocido, sus repetidas insistencias me hicieron pensar en una eventual urgencia; por lo que accedí a aceptar la misteriosa llamada. Era don Alfredo Zegarra quien me pedía conversar sobre algo que no terminó de precisarme por lo flash de la llamada. Cortesmente le pedí disculpas, ya que en ese momento me era imposible atenderlo con tranquilidad y que me desocupaba en un par de horas mas. Prometió una nueva llamada que nunca ocurrió. La que si ocurrió provino 4 horas después. Un reportero de Perú21, me sorprendió al preguntarme sobre mi nuevo cargo en la actual gestión municipal. Luego de aclararle que no había absolutamente nada oficial, me quedé mas apenado al haberle matado una primicia de manera tan brusca y directa; aunque una nota en La República, al dia siguiente, ya me anunciaba como súbito y flamante sucesor de don Francisco Ampuero.
En principio, de haber sido cierta tal pretensión, debo agradecer al don Alfredo por haber pensado en este humilde servidor, pero consecuente con mis principios, ideas y pensamientos sobre lo que es ciudad y cómo deben aplicarse las nociones fundamentales del Urban Management, no veo forma de poder tomar parte de una gestión que tiene trazada una dirección muy alejada a mis aspiraciones para hacer de Arequipa una ciudad enmarcada en los conceptos de sostenibilidad, que sea respetuosa de una auténtica meritocracia y que comulgue con el conocimiento cientifico en la praxis del quehacer urbano.
Mientras tanto, acabo de darme una vuelta por las zonas en conflicto y me reafirmo en mis apreciaciones. Lo de Tingo me asustó y lo de Patio Puno me espantó. Por mas que haya quienes defiendan lo cosmético del asunto, es el fondo del asunto lo que mas importa; pues resulta muy difícil que haya turistas que puedan apreciar valores tradicionales en las nuevas edilicias que raudas emergen en Tingo y Patio Puno. Peor aún, con los escuetos adoquines de concreto que amenazan aparecer en primeros planos de imágenes exteriores de un Monasterio de Santa Catalina, hábilmente fotografiado por nuestros visitantes. Me dicen que la idea es readoquinar la integridad del Centro Histórico y no doy crédito a mis oídos. Escucho a un gerente municipal argumentar que no hay piedra, cuando piedra es lo que se llevarán los convoyes brasileros cuando llegue la Interoceánica, para adoquinar allende sus amazónicas calles. Y aquí, pondremos adoquines de patio trasero en nuestra propia sala? Borrando historia y escribiendo modernidad que le dicen, no? Pues no!! El municipio se equivoca al pensar tan abyectamente. No es disculpa no tener acceso inmediato al material correcto. Es, mas bien, incorrecto utilizar como correcto un material totalmente inapropiado desde el punto de vista de la composicion integral del paisaje histórico y urbanístico. Lo correcto hubiera sido anunciar su uso como temporal y disponer la inmediata fabricación del adoquín de piedra en cantidades necesarias para su pronta recolocación en las calles del Centro Histórico. Ya hicimos mal en no dejar algunos vestigios de los rieles del tranvía eléctrico, que muy bien pudieron haber inspirando una ruta nostálgica entre los actuales operadores turísticos. No continuemos por el camino de la destrucción y la erradicación de los pocos vestigios de nuestra historia. Habiendo tanto campo para hacer obras nuevas y de todo calibre, no entendemos porqué hacerlas justamente allí. Acaso no había otro sitio para hacer una cúpula y un lago? Porqué no hacerlas allá dónde la gente no tiene nada como es el Cono Norte? Porqué no llevar cultura y diversión a esos lugares donde cultura y diversión son sólo palabras y sueños? Y si se trata de borrar y eliminar, porque no borrar y eliminar la delincuencia y los marcas; la congestión y los accidentes de tráfico; la contaminación ambiental y la sensación de aridéz; los huecos y la basura; las combis asesinas y los ticos arranchacarteras. Pero no, la gestión no borra lo que debe borrar y borra lo que no debe borrar. La memoria no debe borrarse por el sólo hecho de ser antigüedad; porque si así se piensa, no quiero imaginar que pronto Arequipa asumirá un nombre mas “moderno”, el Misti una forma mas “moderna” y el Chili un cauce mas “moderno”.
Finalmente, recordarle a don Alfredo que cuando no hay luz, probablemente haya que cambiar el plomo, y si después de cambiar el plomo aún no hay luz, habrá que cambiar el foco. Si no hace ninguna de las dos, seguirá andando entre tinieblas; a menos que se consiga una buena linterna y una buena brújula. En el Manifiesto del colectivo lo hemos dicho claramente y lo menos que debe hacer usted es responder. Manifieste usted su voluntad de respetar y hacer respetar la memoria colectiva, pues una ciudad sin memoria es como una ciudad nómade.