Hace unos meses comí un delicioso combinado en un local relativamente nuevo donde antaño las películas XXX fueron el plato fuerte de los parroquianos urgentes y donde repetir no demandaba mucha espera. El local corresponde al mítico, lúbrico y legendario Cine azul. Comparto con ustedes ésta crónica publicada hace más de dos años,mientras se desmembraba aquel templo.
Comunidades cristianas son la cruz de los cines porno
INEXORABLE APOCALÍPSIS DEL CLIMAX
El cine Azul, último bastión de los cinemeros de la trinidad de las equis habría desparecido debido a la visión expansiva de comunidades cristianas que se han apoderado de buena cantidad de salas de cine en la ciudad. Los filmes para adultos han sido sustituidos por alabanzas que proclaman la llegada del hijo de Dios. ¿Será justo y necesario?
Es el décimo cigarrillo que se enciende, (quién sabe cuántos van desde la primera función), pareciera que la brasa de estos se avivara más en tanto el timbre de los gemidos cobra grandilocuencia. Sobre las sábanas blancas un moreno membrudo y una rubia desmembrada se muestran inmisericordes en la lid amatoria, todos observan atentos, nadie hace bulla. Como si se tratara de un drama hindú. El rito acá consiste en no parpadear.
El cine azul ha resistido el avance cristiano, y ha movilizado sus trincheras unas cuantas cuadras a occidente esperando que los fieles al autoservicio infalible acudan parejo todos los días a partir de las 4 de la tarde a su nuevo local de la calle Paucarpata 122, ya que como dicen algunas mariposillas nocturnas el edén de la lascivia de palacio viejo se convertiría en las próximas semanas en restaurante e iglesia cristiana, por lo que estas señoritas tendrían que predicar los placeres de su carne en otro templo.
Pero no siempre la calatería fue tema predilecto de las proyecciones del cine azul. El connotado historiador Héctor Ballón Lozada pasaba momentos inolvidables de su juventud lubricando la mirada con cintas de Pedro Infante y Jorge Negrete moliéndose en nombre del amor. El boom del cine mexicano se apoderaría de estas salas mucho antes que las nalgas gringas y demás parafernalia anatómica. La gente de esos tiempos, en palabras de Ballón Lozada, era decente. La nata culta de la sociedad arequipeña asistía religiosamente a ver seriales y hasta biografías de personajes ilustres que hicieron historia y no necesariamente por agitar el colchón.
“Melu”, de oficio histórico, dice que cuando llegó a esta ciudad a principios del 90, el cine azul ya era muy conocido y respetado, nunca vio gente de mal vivir entre los espectadores y mucho menos parejas teniendo sexo bien encaramados sobre las butacas. Tampoco vio prostitutas ofreciendo su mercadería en la sala, pero el hallazgo de un muertito sentado en primera fila la puso nerviosa, al parecer había muerto como todos quisiéramos morir algún día.
En épocas de Maríacastaña los cines de Arequipa eran un gran referente cultural, recuerda el historiador. Cobraron gran importancia, tanto así que las salas en su conjunto constituían una unidad de peso didáctico. El cine Real, Fénix, Azul, Variedades, Municipal, ostentaban en su repertorio las mejores películas soviéticas, italianas e inglesas. Con el tiempo unos se convirtieron en galerías y otros desaparecieron, pero sólo dos resistieron al polvo corrosivo del tiempo y de los nuevos gustos: el cine Azul y el Variedades, entregados hasta hace unos meses al vello hirsuto y la pulpa erótica.
Héctor Ballón asegura que la introducción del porno y la cochinada a estas salas fue un gesto gratuito de la debacle social, política y económica que sufriera el país hace más de 20 años. De este modo el contenido de las películas descendería a una cuarta categoría, nada despreciable para los que hasta ese entonces forzaban la imaginación sin material de apoyo.
El señor Florez de la clínica de calzado Florez recuerda a la familia Córdova como dueños del Variedades y dice que en sus inicios rijosos esta sala gozaba de gran audiencia, en vermut, matiné y noche, y que las salas hasta llegaban a rebalsar de sanos jóvenes que llegaban con sus parejas a ver este tipo de películas como quien mira una de romance. Sin embargo con el tiempo lo asistentes si no eran delincuentes eran prostitutas que desprestigiaron la sala.
Hoy el Variedades ya no es más una sala de cine sino una iglesia cristiana que ha visto la luz del cambio. Agua Viva es una comunidad cristiana formada en nuestro país a partir de pequeñas reuniones en casa de un fiel al principio. A la fecha ha demostrado tener en sus arcas recursos suficientes para hacerse de cuanta sala de cine quede en la ciudad, y al parecer estaría desinfectando el vaho corporal que porfía en retirarse de la platea del cine Azul.
El histórico cine Azul que en su momento cambió el tupido bigote de Pedro Infante por los repliegues prohibidos de la carne capea el infortunio, sigue disparando luz sobre la pantalla, aunque en este caso armado de cañón multimedia y sábana rugosa. No ha cerrado sus boleterías y mantiene cómodas tarifas, baños rociados con lavanda y un público bastante avanzado en edad que no acepta la crisis de la desaparición. Y acude con saco, corbata y maletín a recordar tiempos de apoteosis pornográfica en Palacio Viejo. Aunque esta vez les toque ver una pésima dirección de “Lujuria en Brasil”, que aburre a más de un viejito que si antes decía “mira qué rico” ahora se va farfullando entre dientes, quizá, aceptando que no hay más cinta para su lujuria.