Diseño Urbano Ausente

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Vista del remodelado parque Oppenstein en Kansas, USA. Diseño: DA+UD.
Imagen : http://davisonarchitecture.com/

Basta observar y experimentar lo que ocurre en casi toda ciudad peruana, en materia de diseño urbano, para asegurar -con casi total certeza- que dicho concepto es todavía  un misterio a develar para la gran mayoría de municipios locales.  Diera la impresión que pintando desaliñados y carcomidos bordes de veredas es suficiente esfuerzo para pretender resolver el tema de ornato; cuando en el fondo no es más que una tonta pérdida de tiempo y una flagrante  pérdida de recurso económico que linda mas con la malversación y el dolo.

Pero antes de seguir apretando el gatillo, permítanme precisar brevemente qué significa el concepto, pues da la impresión que su significado podría estar entre difuso y confuso para más de un ávido lector. Veamos. Por Diseño Urbano debemos entender el arte de hacer lugares en contextos urbanos y sobre espacios de carácter público y de uso común, incluyendo la organización del paisaje urbano mediante el diseño de edificios y/o grupos de edificios de manera tal que su lectura grupal corresponda a la intención deliberada de brindar valor agregado a un lugar. Peter Webber define diseño urbano de una manera más pragmática, refiriéndose a él como “el proceso de moldear la forma de la ciudad a través del tiempo”, aunque me queda la duda si esa “moldura” es capaz de asegurar, por sí misma, calidad y eficiencia, pues aun están frescas las llagas de Tingo y Patio Puno.  Por su parte, Jerry Spencer habla de “la creación del teatro para la vida pública”, destacando el importante rol del espacio público y sus propios atributos en la calidad de la vida urbana;  mientras el afamado escritor y crítico Peter Buchanan recuerda que el “diseño urbano trata de cómo recapturar ciertas cualidades presentes asociadas a la ciudad ideal, la misma que debe ofrecer orden, lugar, continuidad, riqueza de experiencia, plenitud y pertenencia”, recordando la complejidad de su ejercicio y practica que va mas allá de lo estético y lo banal. Por tanto, el diseño urbano es un ámbito intermedio entre la planificación urbana y la arquitectura, pues el producto final no es enteramente un objeto arquitectónico, sino más bien una consecuencia de producciones arquitectónicas, al mismo tiempo que una derivación de ideas y concepciones a escala urbana.

El mismo Jan Ghel se refería al diseño urbano como “el diseño de los espacios entre los edificios”, pensamiento que se ve muy claro en su afamado libro “Life Between Buldings: Using Public Space”, un clásico moderno de la literatura ecourbanística, en donde nos regala poderosas ideas de cómo lograr ciudades más caminables.  Es por lo anteriormente expuesto que los diseñadores urbanos tienen mucho más en común con los arquitectos paisajistas que con los arquitectos; habida cuenta que no ambos están en la capacidad de planear, organizar y diseñar las características de aquellas partes de la ciudad que usamos cotidianamente todos, desde una vereda hasta un parque, pasando por una autopista o un puente. Es claro que la formación de los arquitectos en nuestro medio, está enfatizada por el objeto arquitectónico en sí y no tanto en el espacio que lo contiene o lo soporta, por lo que no todo arquitecto debería ejercer el diseño urbano, pues no todo medico puede ejercer como neurocirujano. Así de simple.

La metralla aflora cuando uno analiza y compara lo que Arequipa ofrece en materia de diseño urbano frente a lo que idealmente debería ofrecer. Parques enrejados con religiosas veredas de uno veinte que adornan un religioso perímetro cuadrado; Bancas de cemento pintadas con esmalte acompañando jardineras que simulan piedras inexistentes; Pavimentos adoquinados y sin ningún estudio técnico y estético de sus empalmes con los de otras calles y sus otros materiales; Postes de pueblo joven en plena calle Santa Catalina y postes carreteros en pleno centro histórico; Chevrones y guardarrieles de carretera interprovincial en medio de apacibles calles residenciales; Paraderos de transporte público descuidados o maltrechos y antiestéticos e insufribles semáforos (muchos que sirven más de fútiles adornos y testigos de sublimes inoperancias ediles); Rompemuelles de todo calibre, tamaño y color, de cemento y de plástico; Esquinas sin un mínimo radio de giro y si lo tiene, éste viene acompañado por un eterno vendedor ambulante -que de ambulante tiene poco y de fijo mucho-; Una Plaza de Armas inaccesible para una silla de ruedas y un atrio de la Catedral reservado sólo a quien sano y atlético está; Mamotréticos letreros de gran formato aterrizados sobre azoteas de edificios “estratégicamente” ubicados, afeando adefesios y distrayendo a distraídos conductores; Calles arborizadas con todo tipo de árboles y sin ningún criterio paisajístico, así como escasos jardines públicos confundidos con urinarios públicos; Fachadas enmayolicadas desde El Avelino hasta el propio Centro Histórico; Puentes cada vez más modernos pero cada vez mas anónimos e impersonales; en fin, una ciudad con un nivel de diseño urbano pobrísimo y alicaído, gracias a la mano de quien cree que hacer diseño urbano es igual que mandar a construir un sueño personal que invariablemente terminará en pesadilla colectiva. Basta de improvisar soluciones urbanísticas a imagen y semejanza de vomitivas fachadas enmayolicadas.