Parques y Circuitos

2335

Crédito: wonderlane

A veces, Arequipa es un nuevo rico que cada mañana conduce una camioneta con capacidad para más de 6 pasajeros, como es evidente, consume mucha gasolina y por su “importancia” se estaciona sobre las veredas. Está desnutrido a pesar de que no come poco. Compra cosas que solo usa una vez, tiene un cuarto lleno de ellas. Visita lugares con el fin de enumerarlos en una futura charla, es un conversador aburrido. Todos estos lujos los mantiene con su tarjeta de crédito o el reparto de utilidades de una empresa que en treinta años nos puede dejar (o que ve amenazada su existencia gracias a un candidato antisistema). No le preocupa que la mina nos deje en unas décadas, de acuerdo al plan, sus hijos no vivirán acá. Su prole odia la ciudad y lo odia a él. Llena su casa con modernos aparatos pero su mentalidad choca con estos tiempos (o encaja perfectamente, depende de como lo veas); es xenófobo, agresivamente competitivo y algo hipócrita. La calle es solo para el tránsito, le basta con el parquecito del condominio, los paseos al mall, los viajes a la playa (todas deberían ser como “Eisha”) y los sellos en el pasaporte. Dice “Lo tengo todo, peeeero necesito comprar….”.

Entre visitantes, vecinos y columnistas dedicados a los negocios, los halagos al desarrollo de Arequipa suelen concentrarse sus centros comerciales y sus ventas. Discrepo con esta visión, pues un diagnóstico de la ciudad se puede hacer observando sus espacios públicos. Es triste ver que ante las visitas del PERUMIN o el CADE, los indigentes desaparezcan del centro, no porque se hayan atendido sus problemas, sino que se les espanta por la buena imagen de la ciudad.

En las últimas semanas, retomé conversaciones con personas satisfechas respecto a  las obras en el Patio Puno. Tienen en común que minimizan o perdonan las observaciones paisajísticas/patrimoniales (por el Ministerio de Cultura) y de eficacia/transparencia (formuladas por la Contraloría). «¡Hay que hacer obra!»

Creo que, ignorando estas objeciones, los argumentos a favor del Palacio Metropolitano de Bellas Artes “Mario Vargas Llosa” o Parque Puno, como prefiero llamarlo, son incoherentes.

Tuve un paseo dominical a eso de las 6 de la tarde y en efecto, el lugar es seguro, las familias podían tomarse fotos y llevar sus cosas despreocupadamente, un par de policías recorrían el lugar. Cuenta con baños, aunque me indicaron que debía sacar el agua con balde, paradójico para un espacio que cuenta con un mini Circuito Mágico del Agua. La iluminación no es escasa. Es un espacio sin cerros de basura o desmonte. Nuestros vecinos a favor del Parque Puno ven atendido un clamor: necesitamos espacios públicos, espacios de encuentro.

La incoherencia es que la mayoría los vecinos arequipeños, que consulté sobre la actual gestión en este tema y que estaban contentos con ella, me confesaron que viven cerca a un parque que nunca visitarán (por su mala condición), que no tienen un parque cerca o que se ha convertido en jardín (o un parque por horas o por fines de semana). Los ejemplos de este último caso son:

  • El cercano Parque Melgar: Completamente enrejado, ahora con agradables flores, pero con el candado puesto permanentemente y las bancas ociosas. Un joven podría superar su bajo enrejado, pero un adulto mayor o un niño pequeño no podrían aprovecharlo.
  • El Parque Selva Alegre, con laguna, concha acústica, profusa biodiversidad y sombra, pero que solo abre los fines de semana.

Los vecinos consultados, al principio no veían que lo bueno del Parque Puno podía aplicarse en sus urbanizaciones, en sus barrios. Tampoco consideraron que en un parque podrían debatir la situación de su realidad. No se si un debate puramente vecinal pudiera darse en el Parque Puno, aparte de que se debe pagar entrada, ¿Los dispersarían?

Ojo que en esencia son espacios públicos y no estatales. Que la conexión entre espacios de encuentro público o privado, o de diferentes gestiones es necesaria. El actual Parque Puno, su actividad, no tiene relación con su vecino, el Museo de Arte Contemporáneo, tal vez por la oposición de su director al atentado patrimonial o por una incompleta visión de ciudad. Una mirada integral del espacio público en Arequipa debe velar por rescatar los parques malamente convertidos en jardín, aumentar la cantidad y diversidad de espacios públicos, que se oferten actividades de calidad e incluirlos en las políticas de desarrollo de la ciudad.

La colaboración es clave en estos puntos y todo espacio público en Arequipa puede ser parte de un circuito y proceso de cambio. Algunas propuestas, algo desordenadas:

Ante nuestra problemática de lectura y acceso a los libros:

  • Bibliotecas móviles provistas por la Biblioteca Regional Mario Vargas Llosa, las bibliotecas municipales y de los centros binacionales. Que se tramiten en ellas, los carnets para sus bibliotecas base. Los nuevos lectores que formemos con esta experiencia crecerán reclamando más bibliotecas y no las verán como una obra superficial.
  • Aprovechar a nivel distrital la experiencia de la Feria Internacional del Libro de Arequipa y el Festival del Libro, exportarlas a otras producciones culturales. Es urgente tomar en cuenta a las empresas culturales que se benefician de estas actividades.

Cultura es también modos de vida y salud.

  • En Campo Redondo, San Lázaro, se celebró hace unas semanas una sesión de Tai Chi con participación de adultos mayores. Esta sesión organizada por la Municipalidad Provincial es algo digno de replicar permanentemente. Actualmente ya tenemos campañas de vacunación y concientización que debemos continuar. Tampoco estamos en cero.

Ante visiones culturales dominantes.

  • Hoy inicia el Festival de Cine Creative Commons en Arequipa y se realiza al aire libre. La Orquesta Sinfónica de Arequipa necesita, para su práctica y sostenibilidad, más presentaciones (y que les paguen por tocar), más allá de sus escenarios habituales (la OSA ya se presentó en un pueblo joven). Estas acciones y festivales de cultura viva garantizarán el acceso a la cultura que los intereses comerciales no atienden. Su invitación a la participación reconoce al ciudadano como consumidor y productor de cultura.

La transversalidad de la cultura es tal, que nos puede hacer replantear el concepto de parques y jardines a la hora de pagar los arbitrios municipales (y de explorar nuevas formas de financiamiento). Nuestros espacios públicos, como estandartes del desarrollo de la ciudad, pueden hacer que Arequipa no sea esa persona desagradable que describí al principio de estas divagaciones. Un propósito de año nuevo para todos.

Esta columna se publica bajo una Licencia Creative Commons Atribución 3.0 Unported