Varias cosas

Varias cosas

1. Las cosas que pasan en Estados Unidos parecen siempre ocurrir con una opción para Hollywood. Las recientes elecciones son un ejemplo. Obama se alzó en el 2008 como el héroe que se enfrentaría a los anacronismos de un pueblo individualista enamorado de sí mismo (y contra las malvadas corporaciones tan feroces en su musculosa codicia). La lucha fue ruda y desalentadora. Para este 2012 estaba claro que el héroe carecía de superpoderes. La humillante situación de la primera potencia parecía hacerse crónica. A la hora de la relección muchos aseguraban que el candidato Republicano recuperaría su perdido paraíso. Pero a pesar de la inédita tasa de desempleo la carta bajo de la manga de Obama resultó nada menos que Romney (y las anquilosadas convicciones de sus asociados) que con sus incontables incoherencias dejó la cosa clara. Había entonces esperanza para un segundo mandato. Significativamente una anónima mujer declaró a un anónimo reportero: “No soy feliz con Obama, pero no estoy preparada para el divorcio”. En la convención Demócrata Clinton y Michelle Obama encumbraron la esperanza hasta niveles luminosos. En cambio para los Republicanos los eventos se precipitaron infaustos: El genial Clint Eastwood hizo sus peor performance, y poco después se difundió un video en el que Romney mostró su menosprecio por los simples ciudadanos. En ese momento Obama estaba listo para dar la puntillada final en un espacio donde tenía toda la ventaja. Orador prodigioso y de sólida formación parecía previsible que tumbaría al opaco Mitt Romney, mañoso principalmente en las artes financieras. Pero las cosas previsibles son los espacios favoritos para el trabajo de los guionistas de Hollywood. Y fue Obama el que cayó tristemente derrotado. Las encuestas, terriblemente sensibles, se dejaron llevar por el vértigo y ya se cantaba la caída del black héroe. En ese preciso momento, de la nada, apareció Sandy, un pavoroso huracán –Oh Dios, saltaron los devotos republicanos- y Obama pudo por fin hacer brillar unos poderes que convencieron hasta a los indecisos. En la escena final una lluvia de papelitos de colores caía del cielo (tan azul).

2. Un individuo convicto de machismo me aseguró que, en su humilde opinión, si Dios existe, lo más probable es que sea un Dios hostil y rudimentario (como afirma la doctrina gnóstica). Porque si bien a todos los humanos nos somete a un severo programa, con las chicas es particularmente enmarañado. Argumentaba: Cuando una mujer es joven y bella resulta potencialmente el ser más poderoso del mundo, es el centro, el núcleo radiante del sistema, la verdadera protagonista de todas las historias. Las pruebas: 1) Onassis, ese viejo truhan, sabio como un demonio, afirmaba que las mujeres son el único (verdadero) sentido del dinero. 2) En su saga del rey Olaf, Longfellow anota que “Ni diez yuntas de bueyes tienen el poder de arrastre del vello púbico de una mujer.” 3) Shakespeare coincidía con nosotros al afirmar que “Nada, ni el azúcar blanca, ni la miel, endulza más que la pequeña mano de la mujer amada.” Pero, continuaba aquel sujeto, cuando la piel de la más hermosa de las mujeres empieza a marchitarse los clarines tocan a retirada. Llega así el momento de la metamorfosis. La mujer deja de ser ese farol que irradia sentido al sinsentido y se convierte en un puntal, en la viga maestra del hogar. Por designios superiores, decía, ese trágico fenómeno suele coincidir con el declive del marido y entonces, el hombre, esa especie de rey acomodado en su sillón reclinable, empieza a ceder terreno a una posición crecientemente figurativa. Y en ese punto es cuando la mujer se presenta como un auténtico primer ministro, gobernando con los pies bien puestos en la tierra. Es una época sin demasiado esplendor ya que el cuerpo de la mujer, embarnecido ya por la sucesión de ciclos menstruales, por las experiencias y toda esa maternidad, se revela como la humillante cruz que ella tiene que arrastrar (con memorable dignidad) frente a las congéneres tan radiantes (de tan jóvenes).

3. La sabiduría popular identifica a sus dirigentes, a la clase política, como gente con un espíritu corrupto, pero simultáneamente, en una actitud que demuestra un neurótico comportamiento, la multitud vota con apasionada devoción por su taimado candidato.

4. El problema con el Estados Unidos actual no es que sea un nuevo Imperio global, sino que no lo es. En otras palabras que, mientras finge serlo, continúa actuando como un estado-nación, persiguiendo sus propios intereses de forma despiadada, dice Zizek. Estados Unidos piensa a nivel local y actúa a nivel global, y de ahí, entre otras cosas, su negativa a suscribir el Tribunal Penal Internacional y el Protocolo de Kioto.

5. Cuando uno es muy joven está atento, casi ansioso, ante la crítica. Cuando uno es un joven escritor la crítica puede servir para orientarlo en su evolución creativa. Pero cuando uno ha recorrido buena parte del camino la crítica ya solo sirve para fomentar la vanidad o la amargura. Y esas son dos cosas esencialmente destructivas.

6. En las entrevistas siempre uno termina diciendo cosas que nunca dijo. Supongo que se debe a que las entrevistas también pertenecen a la ficción. El entrevistado tiene en mente una imagen de sí mismo que quiere hacer pasar por la verdadera imagen de sí mismo. El entrevistador tiene una imagen del entrevistado que debe obligatoriamente tener algunos atributos de valor periodístico. En esa confrontación surge una deformación inevitable. Pero quien sabe, en realidad tal vez somos esa horrible distorsión.