EL CEMENTERIO DE LOS LIBROS

El regreso

Hace unos días visité en su casa en Lima al Dr. Patricio Ricketts Rey de Castro para hablar con él sobre el gran pintor arequipeño Jorge Vinatea Reinoso. Me recibió con la amabilidad que lo caracteriza y dispuesto a conversar sobre lo que quisiera; me daba la impresión que ese era el momento que él estaba esperando durante mucho tiempo, porque hablamos durante casi toda la mañana de su vida, de sus libros de la casa de Sabandía, de Arequipa, de amigos suyos que ya no están, de sus hijos, de sus padres y hasta de algunos secretos de Estado que él guarda en su memoria desde cuando fue ministro de Trabajo y luego de Educación en el segundo gobierno de Belaunde.

Al ver sus varios cientos de libros perfectamente ordenados en sus estantes, le pregunto qué hará con todos sus libros y me responde de inmediato: “Ni me hables de eso, he comprado y leído libros desde niño y he reunido estos para mis hijos y ya ves, ellos viven fuera del país y ya no necesitan de mis libros”. Acaricio el lomo de cuero de varios de ellos que deben tener más de cien años y pienso con sorpresa que quizá las bibliotecas particulares van a terminar siendo pequeños cementerios de libros; esos lugares que se visita de vez en cuando para recordar los viejos tiempos, echarles unas flores e irse.

Me cuenta que cuando el gran poeta arequipeño César Atahualpa Rodríguez era director de la Biblioteca Municipal de Arequipa, aquella biblioteca era la mejor del país, contaba con un avanzado sistema de registro y fichas que la convirtieron en pionera en la sistematización de datos; incluso había una partida que permitía adquirir periódicamente los últimos libros que salían a la venta no solo en el país, sino en Argentina o Chile. Le cuento que hoy esa biblioteca es un desastre, los ejemplares están en mal estado, rotos o mutilados por lectores inescrupulosos; y que los pocos intentos que se hicieron por rescatarla en la época en que Juan Manuel Guillén fue alcalde, terminaron en nada y me responde con una expresión de pena y desilusión.

Pienso en lo que pasará en con la valiosa Biblioteca de Mario Vargas Llosa, gentilmente donada a la ciudad de Arequipa y que probablemente irá a parar a manos de los encargados de la extraña Biblioteca Regional “Mario Vargas Llosa” para que hagan con ella no se qué y nadie sabe hasta ahora cuál será el destino y uso de aquellos libros que empezarán a llegar a la ciudad de Arequipa muy pronto.

Por un momento casi le digo a Patricio que done sus libros a Arequipa, pero me contengo y pienso ¿para qué, para quiénes, dónde estaría mejor que en su propia casa?, pues a la desidia de nuestras autoridades sobre la importancia de los libros y de las bibliotecas, se suma el poco interés de los jóvenes en la lectura, además del avance de las nuevas tecnologías, donde el Kindle y tablets con libros virtuales quizá terminen por imponerse y entonces de verdad las bibliotecas públicas y privadas serán verdaderos cementerios de libros. ¿No?