Operación masacre de Rodolfo Walsh

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Operación masacre (1957) es un libro que denuncia la masacre o el llamado “fusilamiento de José León Suárez” en 1956, Argentina. Sobre el género al que pertenece es difícil ponerse de acuerdo. Pero llamarla novela de testimonio o ficción periodística no es faltar a la verdad.

En el prólogo el autor (Walsh) cuya voz será a misma en el desarrollo de la novela, da cuenta de cómo estando en un café de La plata oye una insólita noticia sobre el fusilamiento clandestino de junio de ese año: “hay un fusilado que vive”, le dice un hombre frente a un vaso de cerveza. Así empieza la idea del libro que el autor llama, en esta parte, “investigación”.

La 1ra. Parte, Las personas, está dedicada al reconocimiento de las once víctimas. Es cierto que entre ellos hubo algunos conspiradores como Gavino y Torres, otros son peronistas y otros simplemente simpatizantes de Perón como media Argentina seguramente. En ese grupo estaban también los que no sabían nada de una conspiración y solo fueron a escuchar una pelea de box por la radio en el departamento de uno de ellos. Y el jolgorio es abruptamente interrumpido por hombres armados a interrogarlos y detenerlos. Mismo Barrios altos. Bueno, para un peruano es inevitable establecer este tipo de semejanzas, pero también diferencias. Y una diferencia es que a las víctimas de Barrios altos los mataron ahí mismo sin preguntarles nada. Las víctimas de León Suárez, fueron llevadas para hacer la investigaciones a la Unidad Regional de San Martín, algo así como el SIN. A las 0: 00 horas la radio estatal deja de transmitir y a las 0: 11 (10 de junio) reanuda sorpresivamente la transmisión y por espacio de 21 minutos pasa música ligera y luego anuncia la Ley marcial que rige para la Nación. Como los interrogados no “confesaban” nada que les de pistas a la policía de los subversivos que buscaban, se da la orden de ejecutarlos. Los suben a un camión para llevarlos a un descampado y los fusilan. Como ya dijimos, en el caso de Barrios altos los paramilitares que cometieron aquel crimen no precisaron de Ley marcial alguna o siquiera Toque de queda para disparar a matar, al fin y al cabo estábamos pues en una dictadura. Volviendo a las víctimas de las que habla Operación masacre; los fusilados son rematados, e increíblemente uno de ellos, una tal Livraga, después de ser rematado con dos tiros, uno en la cara y otro en el cuerpo, logra sobrevivir.

Al enterarse de este sobreviviente Walsh, emprende lo que para él será una investigación periodística narrada al modo de una novela con un propósito claro: denunciar el hecho como una masacre, denunciar que el llamado “fusilamiento” no es sino una matanza porque la ley marcial no había entrado en vigencia cuando fueron detenidos, y la prueba es Livraga, “el muerto que vive”. Los acusados se defienden con el insólito argumento de que si Livraga vive es porque escapó de la condena y estando prófugo se debió haber herido quién sabe cómo. Finalmente la Corte de Justicia falla de manera injusta a favor de los policías argumentando de que estando en vigencia la ley marcial (lo cual se demostró que no fue así) dichos policías estaban en sujeción militar, por lo tanto el caso era de competencia de la justicia militar, en cuyo foro, por supuesto los responsables son librados de los cargos. El narrador hacia el final de esta parte plantea la pregunta sobre la diferencia entre esa concepción de justicia y las que produjo las cámaras de gas en el nazismo.

Veinte años después el general Aranburú, presidente dictador en 1956 y responsable de las matanzas es secuestrado por un comando montonero y ejecutado. Su muerte se rodeó de controversia y reflejó una Argentina dividida.