EL DOMO, EL BIGOTE Y LA CULTURA

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Afredo Zegarra

El alcalde provincial no acepta la ratificación de la multa de ciento ochenta y dos mil quinientos nuevos soles, que el INC le impuso a la comuna por la construcción de una obra que transgrede las normas patrimoniales, arquitectónicas o urbanísticas. Parece actuar con la peregrina idea subyacente que el alcalde es la autoridad suprema, absoluta y única regionalmente. Según la nota periodística (Perú 21, 12/14/12) fiel a su poco elegante estilo, el alcalde ha declarado sin asco, inmutable como su enfático bigote azabache: “vamos a recurrir a todo para defender nuestra posición. Acá yo defiendo las obras de la ciudad porque, cuando uno llega a una institución, tiene que tomar partido. Yo no puedo agachar la cabeza ante nadie porque represento a Arequipa. Esta es una obra para Arequipa y, este bien o mal, tengo que respaldarla con uñas y dientes…”. Ante esta clarísima y espontanea confesión de parte ya no queda ninguna duda (por si quedaba alguna) respecto del talante político y personal de la autoridad municipal. ¿Será la primera vez que recurre “a todo” para defender su posición? ¿No será lo que ha hecho siempre?

Por ahora va a judicializar el asunto, a pesar que se había comprometido, ante la Defensoría del Pueblo, a respetar lo que dispusiera el Viceministerio de patrimonio y asuntos culturales. Y el Viceministerio confirmó la decisión del INC regional dirigido por la inteligente abogada Julia Barreda. Pero eso no es todo: “Al margen de las acciones judiciales buscará una solución política y anunció que intentará dialogar con el Presidente Ollanta Humala”, agrega la nota periodística.

Por si algún lector distraído no se dio cuenta, lo que insinúa el alcalde es que esta vez tampoco hará caso a lo que determine el poder judicial en la eventualidad que este no le dé la razón. Y se zurrará en ese poder como ahora se zurra en la opinión del INC que, en este caso, es la autoridad pertinente y adecuada a quien hay que consultar, para que las autoridades políticas que no tienen formación urbanística o sobre patrimonio cultural, no cometan huachafadas del porte del domo del ex Patio Puno.

Bastaría con que la autoridad tuviera un mínimo de educación e inteligencia; un mínimo de respeto democrático y tolerante; un mínimo de consideración a las normas jurídicas y a sus pares: las demás autoridades. Una autoridad debe tratar de llevarse bien con ellas,en un clima de apertura y razonabilidad, para llevar a cabo tareas coordinadas en beneficio de esta gran ciudad que se supone todos queremos con pasión. Eso no es “agachar la cabeza”. Eso es vida democrática.

Pero no creo que ese sea el caso de nuestro algo ´achorao´ burgomaestre que afirma, como hemos visto, que “…cuando uno llega a una institución tiene que tomar partido” ¿Qué significa en este caso “tomar partido” para el alcalde? Por el contexto, para mí está claro que eso significa que, cualquiera que sea la decisión que tome, por más ilegal, descabellada, churrigueresca o estúpida que sea, la autoridad debe defenderla “con todo”. Él mismo lo ha dicho con desfachatez y claridad: “no importa si está bien o mal”. Hay que defenderla “con uñas y dientes” Esto hubiera sido un increíble escándalo hace algunas décadas.

La conducta del alcalde es un perfecto anti ejemplo de conducta cívica. Cuando un candidato es elegido para dirigir una institución que incluye a todos los vecinos (en el caso de una municipalidad) o a todos los ciudadanos (en el caso del gobierno central) no está obligado a la terquedad o a la porfía sino a la razonabilidad. No debe tomar partido sino trabajar en equipo. Cualquier actitud partidaria, grupal o familiar, que pueda generar una ventaja, privilegio o beneficio privado debe suprimirse completamente, para adoptar la del estadista. Este se coloca por encima de los intereses parciales para asumir el interés público, el interés de todos los vecinos o ciudadanos, como una religión y una fe.