Cuarenta sílabas, catorce palabras de Enrique Prochazka

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Enrique Prochazka

Cuarenta sílabas, catorce palabras (Huacaprieta y Lluvia editores, 2005) –libro de relatos de Enrique Prochazka–, en sus siete años de publicado lleva una vida extraña entre el reconocimiento laudatorio y la postergación. Ningún libro de dudosos méritos resiste, en estos tiempos violentos, siete años; pero también ocurren casos inversos: libros cuya notable calidad aguarda el reconocimiento. Los ejemplos abundan. Cuarenta sílabas, catorce palabras discurre entre ambas aguas. No hay crítico ni lector que se respeten, que se hayan pronunciado desfavorablemente sobre este libro, y cómo no, sobre otros como la novela breve Casa (2004), de este insular autor. Cierto también es que la crítica lo presenta aún como una promesa después de cuatro libros. El caso es que Prochazca, sigue siendo apenas conocido, cuando no sólo de oídas, en el espectro literario nacional. No obstante, se trata de una prosa que –como la de Luis Loayza o de José Adolph– abre paso a la literatura peruana hacia los terrenos del género fantástico y la ciencia ficción, poco explorados en nuestro medio, más bien constante en unos algunos temas prototípicos. Quizá eso explique el difícil camino de los libros de Prochazka. Pero debemos ocuparnos del libro que anunciamos.

Cuarenta sílabas, catorce palabras, alude a un relato de Jorge Luis Borges, La escritura de Dios. En él un sacerdote Azteca, que ha sido torturado y encarcelado por los conquistadores para rehuir al terror de las tinieblas y del tiempo muerto en la cárcel de piedra, recuerda los conocimientos de su sabiduría hasta detenerse en uno específico, una de las tradiciones de su Dios, que previendo el fin de los tiempos por la iniquidad del hombre, escribió una sentencia que a la mera pronunciación aboliría todos los daños, reordenaría todo. El descubrimiento de la sentencia equivale a descubrir la clave del universo y la comprensión de éste. Después de años de esfuerzo, el sacerdote descubre en las manchas del leopardo caracteres de la lengua náhuatl que formulan la sentencia en cuarenta sílabas, catorce palabras. Soberbio título el de Prochazca, se dirá, pero el libro tampoco dista de serlo.

Es de los libros que explora y especula sobre las posibilidades de hallar esa clave para comprender el universo, la panacea universal a través de disquisiciones filosóficas, científicas o antropológicas. El relato más representativo de la búsqueda de esa Respuesta Final, es el Test de Turing, un relato llamado a ser un clásico de la ciencia ficción en Hispanoamérica, que trata sobre la creación de una inteligencia artificial, el drama del relato consiste en la ruptura de la frontera que separa lo real de lo virtual, lo humano de la máquina, y el hallazgo y comprensión de esa frontera está en clave filosófica.

Prochazka es un autor que para el planteamiento de sus ficciones establece una relación con diversas disciplinas del conocimiento. Encuentro particularmente valioso e interesante que un autor peruano se mueva con cierta naturalidad en terrenos como la filosofía, la ciencia, la historia y la tecnología. Pues precisamente una de las carencias de la literatura peruana es la falta de incursión en estas esferas. Más allá de los temas sociales y culturales, la literatura peruana ha aventurado muy poco.

Sobra recordar que en la época actual, las diversas incertidumbres propias de este tiempo, han hecho de las áreas del conocimiento cada vez más interdisciplinarias. Pero tampoco pensemos que esto es propio de la modernidad. La relación de la literatura con otros modelos cognitivos o disciplinas data de los orígenes del conocimiento, pensemos que en la antigüedad ciencia, religión, historia, literatura –o a las cosas que hoy llamamos así- cohabitaban en un mismo ámbito del saber. Y esa orientación ha sabido mantener la literatura clásica. La naturaleza de la realidad peruana ha condicionado a lo largo de su historia literaria determinados temas que a estas alturas se han convertido en moldes de los que nuestros autores han sabido salir pocas veces.

Uno de los grandes desafíos de la literatura peruana actual es cobrar la naturaleza de una literatura abierta a distintas disciplinas capaz de entretejer los diversos saberes y los diversos códigos en una visión plural del mundo. Debido a que la ciencia desconfía de las explicaciones genéricas y las soluciones que no sean aplicables a espacios específicos y determinados, es a la literatura que le corresponde representar la multiplicidad de las relaciones de diversos paradigmas en un espacio indeterminado pero interconectado, en recíproca alimentación y continuo cuestionamiento.

La costumbre de pensar nuestra literatura incompatible con la ciencia y la filosofía, sólo le ha acarreado a la literatura peruana el desprestigio del misticismo, del ornato y la vaguedad.

La relación de la literatura con otras disciplinas es, debe serlo, una relación de recíproca nutrición, de un continuo intercambio de perspectivas y cuestionamientos, pero siempre manteniendo sus autonomías, es decir, la relación de la literatura con otras disciplinas debe ser la de un matrimonio de camas separadas.

El gran escritor Italo Calvino, cuya obra se constituye como una de las columnas de la literatura del siglo XX, es uno de los escritores que más profundamente ha reflexionado sobre lo que el naciente nuevo milenio le depara a la literatura en Seis propuestas para el Próximo milenio (1989). Una de estas propuestas es Multiplicidad, concebida como una condición de la literatura, y cuya idea es la de una enciclopedia abierta, adjetivo que sin duda contradice el sustantivo enciclopedia nacido etimológicamente –observa Italo Calvino- de la pretensión de agotar el conocimiento del mundo en una círculo. Hoy –un hoy que Calvino hace válido para el presente milenio- ha dejado de ser concebible una totalidad que no sea potencial, conjetural, múltiple. Es decir, habla de una literatura enciclopédica cuyo enfoque múltiple – parafraseando a Pascal- le permita situar su centro en todos lados y su circunferencia en ninguno.

Así, la propuesta narrativa de Enrique Prochazka, una literatura que respira ciencia, filosofía e historia manteniendo su autonomía ficcional; en lugar de acercarnos a la duda de la aceptación debería entusiasmarnos; puesto que algo es claro, la buena literatura termina reconociéndose venga vestida del género que venga. No digo que Prochazka sea el único, pero hasta ahora se perfila como el más sólido en esta hazaña para la literatura peruana, de enriquecer sus moldes temáticos y paradigmáticos.