“Comfort de altura a nivel de mar”

La Revista

24-27 (1)La playa es, en general, un divertimento caro, pero muy pocos se la pierden. En el caso de los arequipeños citadinos que se encuentran a una o dos películas del litoral, bajar al mar significa más que retornar al origen de la vida, más que honrar la teoría darwiniana; significa zambullirse en la espuma ceremoniosa del tumbo y tenderse sobre la arena caliente hasta adormecerse en un sueño que no consigue entre la bulla de la urbe y la lluvia del verano citadino.

Quien cree que la aventura acuática, una vez por año, es indispensable para recomponer el cuerpo, no se equivoca. Y quien tenga conciencia de que una semana en la playa no es como visitar el parque de la esquina, está en lo correcto. Quizá porque la cotización de la playa en materia de alojamiento se ha despuntado con los años y los hoteles, casas y departamentos, que antes valían un ojo de la cara ahora cuestan tres.

A pocos días de las fiestas de fin de año, una importante cantidad de hoteles ya cerró contrato por una semana con decenas de personas que ya hicieron reservaciones por 3 días y hasta una semana. Los avisos clasificados, por su parte, vienen ofertando casas de playa y departamentos…


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