2013: predicciones y prospecciones

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Se los conoce como futurólogos o visionarios y su trabajo es adelantarnos hoy los sucesos del mañana. A diferencia de astrólogos o chamanes, no leen hojas de coca, ni bolas de cristal; sino más bien aplican la razón, el conocimiento y la ciencia para dilucidar cómo algunos factores del presente modelaran la realidad en el devenir de los tiempos. Fue así como surgieron visionarios de la talla de Buckminster Fuller (1895-1983), quien como inventor, arquitecto, ambientalista, visionario y critico social se preguntó si acaso la humanidad tendría alguna oportunidad de sobrevivir manteniendo el ritmo de vida en curso, pregunta que hoy sigue sin respuesta. Años después, alcanzaron notoriedad las predicciones de un dramático Herman Kahn (1922-1983) y no menos, las de Bruce-Briggs, pronosticando mucho de lo que efectivamente ocurrió entre los 70s y los 80s con la fiebre nuclear. Un casi ochentero Alvin Tofler nos angustió con su “Tercera Ola”, de la mano con “El fin de la historia” y “El último hombre” de Francis Fukuyama; hasta los recientes Naisbitt & Aburdene advirtiendo de un masivo ahogamiento de la humanidad por exceso de información y una hambruna global por falta de conocimiento, incontrastable situación que describe una cierta, y muy cruel, realidad.

Inevitable por estas fechas, la pregunta sobre qué nos deparará el nuevo año es tema común y muchos acudirán a oráculos, cábalas y horóscopos para intentar otear el futuro, hechos que no serán más que actos simbólicos atendidos con mucha fe. El año viejo se va dejándonos entre sinsabores por hechos que no debieron ocurrir y penas profundas por quienes ya partieron. Pesadumbre local por una ciudad intransitable e irrespirable; con un alcalde por demás intransigente y poco inteligente; y una ciudadanía aparentemente fría e indiferente con su propio destino, incapaz de reclamar colectivamente por sus derechos ciudadanos ante autoridades cada vez mas desacreditadas, menos eficientes y más prepotentes.

Si se trata de predecir razonablemente el curso de acción del ecosistema que hemos construido y al cual llamamos “nuestra casa”; es claro que para el 2013 las condiciones ambientales urbanas de la ciudad seguirán empeorando, tal como lo acreditarán los reportes de DIGESA. A pesar de la nueva infraestructura vial, seguiremos atados a medios de transporte inhumanos y atascados en medio de la misma congestión vehicular de siempre. La ciudad seguirá siendo cada vez más insegura y la delincuencia urbana se incrementará, aunque vivamos en ciudades-prisión (repletas de policías, cámaras y rejas). La falta de espacios públicos sombreados ayudará a incrementar lesiones cutáneas a los viandantes, mientras los alcaldes seguirán ocupados talando más árboles de los que pueden sembrar, regar y cuidar. El Poder Judicial cuidará que el domo de plástico verdoso se mantenga en su lugar, aunque irónicamente no tenga butacas qué proteger o puestas en escena que valgan la pena atender. La campiña seguirá estrechándose y la ciudad se llenará de más edificios y muchos adefesios enmayolicados, a gusto de clientes y vecinos que no dejarán de alardear su deplorable gusto estético.

Curiosamente, mi pesimismo con la ciudad no coincide con mi optimismo a escala mayor, pues no creo que todo se acabe en 2013, aún no; ni la peligrosa visita, del asteroide DA14 –prevista para el 15 de febrero-, ni la temida explosión de plasma solar -anunciada por la NASA para el 2013- acabarán con la vida en la Tierra. Tampoco la crisis europea y sus efectos globales serán tan catastróficos, y aunque las tormentas, huracanes y terremotos serán más recurrentes y virulentos, sus efectos pueden ser cada vez más previsibles y, por tanto, prevenibles. Y a pesar que cada vez haya menos nieve en los polos y en nuestras montañas, démosle la bienvenida al año 2013 que, a partir del 10 de febrero, será también el Año de la Serpiente y del Agua.