Nuestro país es el noveno más religioso del mundo, así indican las fluctuaciones de la fe a nivel internacional, pero hay, a la par, otras raigambres en nuestro grueso libro cotidiano como el comercio ambulatorio -producto del desempleo y la falta de oportunidades propiciados a su vez por una empresa política, para la percepción social, ineficiente e indiferente- que se juntan en fiestas patronales para reforzar las creencias o solazar los ánimos, dos actividades que comportan aspectos culturales con los que todo individuo creció.
No afirmo que la religiosidad y el comercio sean dos manifestaciones insoslayables una del otro, pero creo que el segundo no invalida la legitimidad del primero, es decir, dejando la opresiva moral de lado, el hecho de que el comerciante, como parte de un “grupo en apuros” venda ponches, velas, manzanas acarameladas, prendedores, cuadros, choncholí o tenga unas mesas de taca- taca en una esquina del templo sagrado o juegos mecánicos a dos cuadras de la parroquia, no vulnera en absoluto los estados de la fe en el creyente, ni mucho menos la originalidad histórica de la fiesta.
No obstante, pareciera que para el alcalde de Miraflores, Germán Torres, el comercio ambulatorio es una amenaza demoniaca que pondría en riesgo la religiosidad del distrito, pronto a festejar la fiesta de la “Mamita de Chapi” en la parroquia de “Chapi Chico” a donde iba yo desde que era un chiquitín y rezaba hasta las lagrimas con la pobre flama de una vela blanca.
Entonces (1990-1994) nunca vi un solo policía resguardando las calles atestadas de ambulantes, de los cuales nunca nadie se quejó, sí en cambio de las cantinas que se abrían a lo largo de la avenida Tarapacá, donde se discutía la existencia de vida extraterrestre y la existencia de una persona dedicada a calentarle la cabeza a los hombres. Entonces yo escuchaba pero no entendía nada.
Lo cierto es que, la paranoia del religiosísimo alcalde miraflorino, lo llevó al extremo de convocar, con la misma esperanza del “Mago Markarian” de clasificar, Dios sabe a dónde y para qué, al reverendo Nelson Marroquín de la parroquia de Chapi Chico, la fiscal de Prevención del Delito, Ana Cecilia Cordero, la gobernadora, Gloria Adco y el Comisario de Miraflores, Ricardo Rojas Rojas, un dream team que bajo el lema “La festividad de la Virgen de Chapi, es una devoción no una perdición” tratarán de acabar con los hijos se Satanás como poncheras y choncholineras, cuyo único objetivo es escuchimizar la fe de los fieles con sus diabólicos productos y tirar abajo la fiesta en nombre del diablo.
Por supuesto cada quien maneja un fundamento. Sin un orden en especial, se buscaría: “resaltar el verdadero espíritu de devoción y fe… que durante muchos años ha sido tergiversada por comerciantes que buscan hacerse de un ingreso adicional a expensas de los miles de fieles…” una endemoniada y perversa idea; reventar el bolsillo de los creyentes que, luego de las alabanzas, no se resisten a un ponche de arroz, una diana o un picarón. Habrase visto semejante barbaridad.
Se busca evitar además “el bullicio y el desorden, favoreciendo a los ladrones, quienes se confunden entre el tumulto para hacer de las suyas” lo cual quiere decir que, de llevarse a cabo el proyecto, la municipalidad y la policía evitarán el esfuerzo de hacer su trabajo por el cual reciben una remuneración mensual.
¿Hay tan pocos efectivos policiales en Miraflores que no podrían garantizar la seguridad durante una fiesta patronal que se celebra una vez al año?
“Las cifras de la Policía de Arequipa, señalan que del total de delitos que se investigaron en 2011, 63% pertenecen a casos de delincuencia común, es decir hurtos, robos y estafas…” de eso no es culpable el ambulante, tampoco es culpable de la sensación colectiva de miedo.
¿Tan poco eficiente es la municipalidad de Miraflores que no podría asegurar la correcta organización de una fiesta religiosa?
¿No permitir que los comerciantes ambulantes se asomen a la parroquia o calles y avenidas aledañas a esta, es la verdadera solución?
En el comunicado sobre el proyecto “La festividad de la Virgen de Chapi, es una devoción ….” El religiosísimo Germán Torres pide a los arequipeños acudir al templo de Chapi Chico “motivados por la devoción y no simplemente como una manera de distracción o para degustar un plato típico” pues según él, ésa sería la forma de recuperar el verdadero sentido de fe.
Por qué no mejor recuperamos el verdadero sentido de lo que debería ser la gestión municipal consciente de la inclusión –muy de moda en la cartera de gobierno- y se reflexiona en un proyecto que le brinde la oportunidad a los ambulantes de ganarse un sencillo sin provocar desorden, mientras la “Mamita de Chapi” hace lo suyo y los creyentes también.
Quizá no se trata de atacar a una de las víctimas del problema, sino el problema como tal.
Parece que el alcalde miraflorino no sabe que “solvencia” es una palabra que el ambulante le pide al santo mientras saca un “ingreso adicional a expensas de los miles de fieles” porque se lo merece, porque el trabajo de ambulante no consiste en acicalarse y montarse en un sillón para ganarse el rédito popular, sino montarse, sencillamente en la vida y voltear la cara del “día a día” con el “autoempleo” del que depende su familia.
Lo que Germán Torres y su cómodo equipo de trabajo no entiende, es que un ambulante no es un enemigo social. Por lo tanto no puede reprimirse su única forma de subsistencia. Si el ambulante desarrolla ese tipo de trabajo, no es para arruinar fiestas religiosas sino por la necesidad de satisfacer requerimientos, alimentación y educación para sus familias, por ejemplo.
Esta forma de subsistencia del ambulante me hace pensar que, quizá el religiosísimo, no busque en realidad la reivindicación devocional, sino el rédito político de los fieles para mantenerse en el sillón, una artimaña que, al parecer, la ponchera aún no ha descubierto conoce o no ha utilizado, si no, otra sería su condición y posición en la sociedad y en la fiesta de la “Mamita”