El fotógrafo penitente

Amor al chancho

fotografo penitente

 

“Íbamos a vivir toda a vida juntos.

Íbamos a morir toda la muerte juntos”

(Manuel Scorza)

El trabajo de muchos fotógrafos –no me refiero a aquellos que no enfocan más allá de las paredes del estudio ni mucho menos a los apasionados que atesoran el mueble y alardean- es captar la realidad incoherente, a veces incómoda, otras fuera del común o tan común en tanto que cotidiana. Hace unos días conversaba con D. un reportero gráfico de cautivante ojo poético. D. me contaba, con gesto de haberse burlado del mundo, sobre las imágenes que hubo de captar días, semanas, meses y años atrás, cuando se andaba el Cono Norte o las calles de la ciudad, con el complaciente y casi adictivo vértigo de quien narra su primera hazaña sexual a la patota del colegio.

-Y entonces, y entonces…- Ojos bien abiertos y las manos reforzando con mohines voladores lo dicho…

“Había un discapacitado atorado en su silla de ruedas, hasta que llegó un ciego y lo empujó”, luego “Vargas Llosa fue de incógnito a comprar antigüedades, y el tío que vendía le dijo que tenía objetos que le pertenecían a Mario, desde cuando era chiquito”, luego “unas tías que jugaban fútbol en el hueco donde cayó ese avión hace años”… Si todo parece un cuento que luego de una mirada sigue pareciendo inverosímil.

Cuando conocí a Fokus en un parque limeño, el ambiente fue inmejorable; de un cordel pendían decenas de fotos urbanas que parecían armadas. Nada más natural: Un hombre vestido de mujer besando a una verdadera, al parecer su esposa, mientras sostenía una bolsa de caramelos que, asumo, debía desaparecer para llevar algo a casa. Una imagen tan común en tanto que cotidiana pero difícil de creer. Para morderse el puño y llorar (por la coincidencia del fotógrafo en el lugar preciso a la hora en que sucedía y generar el registro que guarda más de una lectura).

A veces la realidad supera a la aplastante ficción y eso, para los fotógrafos que aman la calle, es ventajoso. Entonces que nadie le cuente lo contrario, no hay “chamba es chamba” para los que saben qué es llevarse a casa la imagen de una mujer recogiendo pescado bajo una lluvia del demonio. Otra mujer rezando en el pecho de un policía mientras es desalojada o dos pescadores mirando el norte con la red completamente vacía, la lista es larga y los autores, innumerables.

Sin embargo el caso de Angelo Merendino y su esposa Jennifer es diferente, por lo menos así lo creo. Angelo es el primer fotógrafo penitente del que he sabido. Como miles en el universo fotográfico, volvió la mirada al tema de la muerte para sugerir múltiples lecturas o qué sé yo, pero como ningún otro se atrevió (o resignó) a coger como entraña de una muestra íntima a su propia compañera, a quien después 5 meses de casados le diagnosticaron cáncer de mama y a partir de entonces fotografió sin parar, como la enfermedad tampoco lo hizo, no paró hasta llevarse a su Jennifer.

La serie comienza con una fotografía de ambos bebiendo cervezas en la puerta de su casa. Una fotografía común en la que Jennifer se ve saludable, con una mirada que permite reflejar el amor por Angelo y por la vida, en ese orden.

Sin embargo las siguientes imágenes muestran el deterioro que sufre Jenny. Conectada a cánulas, sin cabello y con gesto que evidencia su estado. No se trata de fotos que solo pretendían ser un registro sino de un registro sobre la muerte contra la que luchó Jennifer por 5 años. Inicialmente, Angelo solo mostraría las imágenes a su familia, pero fue una petición de Jennifer, al ver que perdía la batalla, compartirlas.

Angelo publicó “My Wife’s Fight With Breast Cancer”a través de redes sociales  y su página web, según él, con el objetivo de que las personas entiendan el dolor que sufren todos los enfermos de cáncer.

“Mis fotografías muestran la vida cotidiana. Ellas humanizan el rostro de cáncer, en la cara de mi esposa. Muestran el reto, la dificultad, el miedo, la tristeza y la soledad que enfrentamos, que Jennifer se enfrentó, mientras luchaba con esta enfermedad. Pero lo más importante de todo, mostrar nuestro amor. Estas fotografías no nos definen, sino que somos nosotros”

Un fotógrafo penitente cuya única complacencia fue pelear codo a codo con Jennifer a pesar de la dolorosa obviedad.