¿Morirán los libros?

El regreso

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Según un estudio de Pew Research Center de los Estados Unidos, realizado a fines del año pasado, se revela que la tendencia del mercado de libros ha tomado un rumbo distinto al de otros años; el número de usuarios de “e-books” creció del 16 al 23% en EE.UU., mientras que la cifra de los que aman el libro impreso cayó del 72% al 67%.

Si ese es el panorama en yanquilandia, donde los avances tecnológicos están a la orden del día, podemos inferir que en un futuro cercano el libro impreso está irremediablemente marcado y que la novela de ciencia ficción de Ray Bradbury, donde alucina con un futuro donde los libros están proscritos y quemados a 451 grados Fahrenheit, ya no sería necesaria porque solitos desaparecerán sin necesidad de prohibirlos.

Para quienes amamos los libros, asumir que este es el futuro nos genera una sensación de angustia, no sentir más el olor del papel recién impreso, la textura de sus tapas o la delicadeza de su tipografía. Ya no más la satisfacción de tener en nuestras manos la novela que tanto queríamos, esa que nos acompañaba a todos lados para ser abiertos en cualquier momento o lugar. ¿Será cierto eso?, dixit Cristina Saralegui.

Y es que los avances de la tecnología no se detiene y si hace unos años hablábamos de esta misma posibilidad casi como una idea loca hoy se hace ya evidente, pues si bien los nativos tecnológicos serán los últimos románticos, la sentencia está dada y abrigamos la esperanza de morirnos antes para no ver la última edición del último libro impreso en la historia de la humanidad.

Incluso ya se hablan de las bibliotecas virtuales, de hecho se han implementado un par en Newport Beach (California) y en Tucson (Arizona), las famosas BiblioTech, que si bien no han tenido todo el éxito que pensaron, la idea ya está en marcha; aún quedamos un ejército que nos resistimos al cambio; y para suerte nuestra vivimos en el tercer mundo, aun cuando seamos parte de esta aldea globalizada, así es que los cambios nos llegarán con efecto retardado. Por suerte sólo conozco a dos de mis amigos lectores que tienen un kindle o e-readers, lo que me hace pensar que aun estamos verdes en el tema, para alegría temporal nuestra.

Sin embargo, si nos ponemos a alucinar cómo será el futuro de los libros impresos cuando ya no existan más y nuestra biblioteca huela a guardada y el papel se amarille cada vez más y tan solo sirvan para contemplarlos esperando que una horda de polillas asesinas termine con ella, o que nuestros descendientes jóvenes nos visiten para ver estos fósiles de papel preguntándose cómo es que dedicábamos tiempo a almacenar toneladas de papel impreso si ahora todo eso cabe en una tableta digital. “Estaban todos locos”, pensarán. Sí pues, ¿no?