Eloy ya no está en el lugar de siempre. Un dolor de cabeza menos para ciertos taxistas que no soportaban detenerse para dejar pasar gente. La esquina donde Eloy nos recordaba la dimensión humana que toda ciudad debe mostrar frente al vehículo está hoy desierta de esa mezcla de humanidad y urbanidad cívica que nos solía regalar. Y, en esa ausencia, turistas y ciudadanos de a pie han quedado a su suerte en cada intento por cruzar la calzada, en una historia que se repite en cada esquina y en cada rincón de la ciudad; donde la prioridad y la prepotencia rugen con cada motor buscando abrirse paso sobre el asfalto o el adoquín, sin cordialidad ni contemplación alguna con quien va a pie. Me atrevo a decir que es un mal nacional, pero podría quedarme corto. Pareciera ser que quien camina sobre este planeta no tuviera derecho alguno frente a quien va tras un volante y eso lo vemos a diario en las noticias. La infraestructura para los vehículos es cuantiosamente visible (y apetecible) frente a la exigua cantidad de superficies y monedas invertidas en pavimento para peatones. Para muestra un botón. Aquí en la ciudad se ha preferido gastar en adoquines para suavizar la marcha de neumáticos, dejando de lado miles de metros cuadrados de veredas destrozadas e intransitables. Se prefiere gastar más en lo menos importante (el vehículo) y no se gasta nada, o muy poco, en lo más importante (el ser humano). Para muestra otro botón. El cuadrilátero central de la Plaza de Armas y los portales son el principal espacio público de la ciudad; sin embargo no son accesibles para quien va en silla de ruedas. Este particular y muy raro modo de pensar de ciertas autoridades ha convertido muchas partes de la ciudad en lugares inhóspitos para el peatón, haciendo de la ciudad, en general, un lugar cada vez más inhumano o poco amigable con el peatón (algo de lo que Eloy se encargaba de corregir en su esquina de trabajo).
De otro lado, ya se anunció oficialmente que Arequipa seguirá siendo una de las ciudades más contaminadas de la región, debido a la flexibilización (léase “misterioso y misericordioso perdón estatal”) en el cumplimiento del ECA para aire que se tenía previsto entrar en efecto a partir del 2014. Gracias a esta inesperada y contraproducente medida del gobierno, ahora será tolerable superar los 80 µg/m3 de SO2 en vez de exigir drásticamente que dicho indicador no supere los 20 µg/m3, tal y como estaba originalmente previsto. Si Arequipa deseaba reducir sus emisiones tóxicas y dejar de aparecer en la lista negra de ciudades intoxicadas, pues ahora tendrá que esperar muchos años más para lograrlo. Qué perdemos en la espera? Desde un incremento de muertes debido a la pésima calidad del aire respirable, hasta la posible pérdida del título otorgado por la UNESCO, ya que pone en riesgo la calidad ambiental del soporte patrimonial. Una ciudad con los índices de contaminación ambiental como los que ofrece -y ahora tolera- Arequipa, no es digna depositaria de semejante honor. No creyera que UNESCO esté más interesada en conservar la integridad de monumentos por encima de la salud de las personas y de ser así, pues que se lleven su título a Saint Polutis.
Entonces qué podemos hacer? Una medida que se venía esperando desde ya hace varios años atrás era justamente aquella que permita humanizar el espacio público de la ciudad, especialmente en su Centro Histórico, el cual no es, necesariamente, el punto más contaminado de la ciudad pero si -y largamente- el más congestionado. Pretender reducir la contaminación ambiental a través de la peatonalización de las calles céntricas impidiendo el tránsito vehicular, no garantiza en sí misma, el cumplimiento de tan ansiada meta; en tanto y en cuanto los vehículos que antes de la medida transitaban por dichas calles, ahora lo harán por otras; las cuales registrarán, sin ninguna duda, una recarga de uso, generando tanto o más emisiones toxicas que antes. Cerrar las calles al tráfico vehicular no reduce ni elimina el tráfico vehicular, sólo lo desplaza unos cuantos metros más allá. Para que estas medidas sean efectivas, hay que pensar de manera integral, lo que implica regular el uso del suelo junto con la regulación del tráfico. Ninguna medida de gestión del tráfico será eficiente mientras el Centro Histórico sea destino obligado para muchas actividades cotidianas y para un número importante de ciudadanos. Las áreas peatonales más exitosas son aquellas que se encuentran servidas por un eficiente sistema de transporte público masivo (algo que no tenemos); así como por un sistema de edificios de parqueo en la periferia del anillo peatonal para facilitar la llegada del automóvil privado pero impidiendo su uso al interior del anillo peatonal, (algo que tampoco se ha sistematizado y hasta podría ser un excelente negocio municipal que mi próximo candidato a la alcaldía estaría dispuesto a invertir).
Promover más áreas de paseo peatonal al aire libre en una ciudad que registra los índices de radiación ultravioleta más altos del planeta es algo que también requiere atención. Mal que bien, la mejor condición para hacer compras es bajo techo y en eso hay un granito de arena a favor de las nuevas cadenas comerciales. Sin embargo, eso no debe impedir que las calles que pretendan ser peatonalizadas deban también ser capaces de proveer la penumbra necesaria para mitigar los efectos nocivos de la sobreexposición a la radiación solar, pues a la fecha son muy pocos los ciudadanos que nos atreveríamos a usar prenda de cabeza de ala ancha (con la excepción de Eloy, por supuesto).
Otro riesgo de la peatonalización es la reducción de posibilidades para reinsertar la actividad residencial en el Centro Histórico, pues como se sabe, lo menos que deseamos es un centro vacio y subutilizado en el horario vespertino. La presencia de vivienda en el Centro Histórico es un importante elemento para su revitalización, pero hay que enfocar correctamente el concepto de calles peatonales y zonas pedestrianizadas. Pienso que no debería hablarse de calles peatonales como tal, mas si, de calles con tráfico vehicular restringido; donde el peatón tiene el control absoluto sobre cualquier otro modo de transporte (incluyendo la bicicleta) pues igualmente deberán permitir el eventual acceso de vehículos motorizados, ya sean ambulancias, patrulleros, bomberos, camiones de basura, vehículos comerciales y, eventualmente, los vehículos de los nuevos y futuros residentes.
Aun no se conocen cifras y estadísticas oficiales de accidentes y asaltos en las pocas calles peatonales que tenemos. En todo caso, la percepción de inseguridad se verá igualmente afectada con la anunciada idea y deberá ser, junto a un numeroso y nutrido paquete de criterios técnicos, parte de las bases de un anunciado concurso de ideas que pretende, como reto, devolver la ciudad al peatón y poner en valor el espacio público como parte de una estrategia colectiva para salvar a Arequipa y su Centro Histórico del colapso. Podemos empezar, como lo hacía Eloy, humanizando las calles.