De cómo conocí a Ricky Tosso

Puñetazos

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Vivo en Lima. Más específicamente en Miraflores, en San Antonio, un barrio burgués. Vivo aquí porque es práctico. Porque como muchos he sucumbido al miedo al clima de inseguridad con que los medios nos abruman. Porque está cerca de donde trabajo. Porque está cerca del mar. Porque, por último, tengo ganas de vivir aquí y ya. Cuando me mudé me imaginé, hurañamente, que serían pocas las ocasiones en que me cruzaría a los vecinos. Y, felizmente, no me equivoqué. Es como si el engranaje horario de todos encaje perfectamente para no tener que vernos malhumorados por la mañana y extenuados por la noche. No los veo ni siquiera domingo. Hasta que…. la semana pasada tuve una reunión de amigos en mi casa. Una de ellas dejó cuadrado su carro en la calle, en un espacio, entre la vereda y la pista, destinado para los carros. No obstruía ninguna salida de garaje, ni había invadido jardín alguno. Estaba en la mera calle, en el lugar de tránsito público por excelencia. A los cinco minutos sonó el timbre de mi casa. El guardián de la cuadra me exigía que bajara inmediatamente a cambiar el carro de lugar, porque el carro de su amiga está ocupando el lugar del “Señor” Ricky Tosso. Apurado, me bajé sin avisar a mi amiga, para ver qué es lo que estaba pasando exactamente. Ahí estaba su carro cuadrado correctamente en los lugares de parqueo público destinados a tal efecto. Ahí también estaba el carro del citado vecino (no lo sabía hasta ese desagradable momento), esperando en la acera de enfrente. Estaba visiblemente irritado. Me acerqué y le dije: “buenas noches, qué es lo que pasa exactamente”. Enfurecido me espetó : “saca tu carro que está cuadrado en MI lugar de parqueo”. Su prepotencia y su descaro fueron tan gratuitos y agresivos que le respondí algo que además legalmente ampara a cualquier ciudadano: “no sacaré el carro porque la calle es de todos”. Luego, vino un breve intercambio de yopagoimpuestosyyotambién. Y luego más prepotencia con amenaza de “sino te mueves, bloquearé la salida de tu carro”. Le dije que hiciera lo que quisiera y que no movería el carro de su lugar porque la CALLE es de TODOS. Y me fui. El “señor” Ricky Tosso se bajó de su carro hecho un energúmeno me insultó y casi se me echa encima. Fue todo muy rápido y, sobre todo, muy violento. Luego bajaron todos mis amigos. Y se calló y no le quedó sino disculparse. Y yo he contado esta historia varias veces ya a mucha gente. Todos me preguntan sobre Ricky Tosso. Y la verdad es que no me importa ese “señor”. Lo que me importa es que compruebo con cuánta pena cómo la noción de espacio público está tan tristemente pervertida en el Perú. No es el espacio en que todos civilizadamente coincidimos y construimos relaciones colectivas de tolerancia o de constructiva crítica. No. El espacio público en las grandes ciudades peruanas es más bien la expresión de la prepotencia del empoderamiento individual; de aquel comportamiento agresivo que es cada vez más difundido y campea rey en las esquinas, negando los semáforos y amenazando a todos los peatones; de aquel que se cree depositario del poder que le confiere la sacrosanta economía. Sospecho que detrás del comportamiento de mi señor vecino está ese “yo” todopoderoso que cultiva la ideología neoliberal imperante que solo cree en la iniciativa privada y que niega incluso hasta el espacio público (y, por ende, todo lo que es colectivo). Es un comportamiento que va con el signo de los tiempos. Está de moda ser prepotente. De lo contrario no eres emprendedor, no eres dueño de tu vida. Esa es la nueva marca Perú.