Matrimonio para todos YA

Puñetazos

40 para columna Jesús

“Señor Presidente de la Cámara de Diputados, a través de este correo cumplimos en pedirle la anulación inmediata de la ley del matrimonio para todos [… ] Si hiciera caso omiso a esta misiva, la integridad física de los miembros de su partido se verá comprometida”. Esta amenaza, sin embargo, no venía sola… en el sobre también se encontró pólvora de balas. 2013. Francia. En pleno corazón de la cuna de los derechos del hombre. En pleno comienzo del siglo XXI, con casi ya diez países occidentales, vecinos o cercanos, que han aprobado esta necesaria ley. El proyecto de extender el derecho al matrimonio a todas las parejas, independientemente de su orientación sexual, ha generado un debate apasionado en la sociedad francesa; debate que se ha extendido a las calles y que ocupa estos meses casi todo el espacio de la opinión pública. Ahora bien, este fenómeno puede ofrecer diversas lecturas. El más inmediato es el político. El presidente socialista francés, Francois Hollande, lleva apenas un año de mandato y se encuentra en un punto crítico en las preferencias galas. Diversas reformas y promesas electorales no se han podido llevar a cabo. El proyecto de fiscalización a las grandes fortunas ha sido un fracaso. La tan esperada reducción de la tasa del desempleo o la recuperación económica son por ahora frustraciones colectivas doblemente dolorosas, pues han sido impulsadas sin éxito desde un proyecto social. El cierre de fábricas, la deslocalización de las empresas, los despidos masivos han obligado al gobierno francés a encontrar en el Mariage pour Tous (el matrimonio para todos en español) la boya salvavidas que le devuelva credibilidad frente a sus desanimados electores. La derecha se ha amparado, entonces, del debate de la única reforma que ha conseguido abrirse camino en la legislación francesa y lo ha politizado a su favor. Se han convocado manifestaciones con cierto éxito mediático y numérico. Todo en medio de graves acusaciones al ex presidente Sarkozy de haber usado con malas artes fondos privados para solventar su candidatura a la reelección. Es más que obvia la voluntad de la derecha francesa de obtener rédito político por doble partida: debilitando al Partido Socialista en el poder y mostrando su poder de movilización ciudadana, usando cualquier estrategia. Justamente, esas movilizaciones han agrupado a individuos y grupúsculos de diversa índole alrededor del mismo lema: decirle no al derecho al matrimonio para las parejas del mismo sexo. Entre los diversos manifestantes, se encuentran una confluencia de partidos fascistoides y extremistas mezclados con la más rancia ortodoxia católica. Es aquí que es inevitable una lectura religioso-moral a este proceso. Se esgrimen en las protestas todo tipo de argumentos trasnochados y homofóbicos, desde el absurdo argumento del carácter “antinatural” de la homosexualidad, hasta la incapacidad “patológica” que tiene una pareja del mismo sexo para ser padres. Es grave y vergonzoso ver estas derivas de odio y segregación a una de las tantas minorías que componen la sociedad. Es de otros tiempos negar que el modelo societal de pareja ha cambiado y que el matrimonio ya no es el espacio exclusivo de la procreación, sino más bien uno de economía y legalidad, donde la mujer ya no está confinada a la cocina y a criar a los hijos. En ese sentido, hay miles de parejas homosexuales de hecho que viven una vida absolutamente integrada y que trabajan, cobran, consumen y pagan impuestos como todos y que, por lo tanto, en nombre de la tan vapuleada égalité tienen todo el derecho de reclamar al Estado un trato igual en todos los aspectos de su vida. Por eso, haber manipulado el fondo político de este tema, sin tener en cuenta que se trata del bienestar de miles de personas es una irresponsabilidad inmensa; como lo es también asumir en el debate político argumentos de orden moral o religioso en un mundo plural en donde ningún ridículo dogma espiritual o creencia supersticiosa que rija a un grupo puedan imponerse al resto. Por eso, yo no creo en ningún dios, sino en el derecho que tenemos todos a ser indiscutiblemente iguales ante la ley. Matrimonio para todos YA.