A los pasajeros del Titanic, que son el coro
El último disco de Andrés Calamaro, Bohemio, producido por su viejo amigo Cachorro López, consta de diez temas entre los más de mil que el “balzac” argentino ha compuesto en los últimos años. Podrías pasarte días enteros escuchando única y exclusivamente Calamaro (incluidas las más de cien colaboraciones o covers) y no agotarlo. Es más, en este preciso momento, es probable que esté componiendo un nuevo tema. Es infatigable, interminable, Calamaro prolifera como la lluvia no importa si es invierno o verano.
El disco arranca con un tema dedicado a Luis Alberto Spinetta, titulado “Belgrano”, muy al estilo de algunos temas de Honestidad Brutal, con atisbos de marcha blusera y folk, y una letra sentimental que podría haber escrito el mismo Spinetta: por ponerle armonía a la ciudad / por la mágica y perfecta melodía / y el embrujo de tu canto de pájaro cantor / que echó a volar. Se suma a unas cuantas canciones que Calamaro ha dedicado a los amigos que ya no están.
Enseguida, se escuchan los primeros rasgueos de guitarra del primer sencillo que se dio a conocer del disco, “Cuando no estás”. La melodía parece sacada de El Palacio de las Flores. Excepto por el estribillo estoy esperando que vuelvas, que es puro Alta Suciedad. Calamaro ha llegado a un punto en que su mayor influencia es él mismo.
“Tantas veces”. Otra vez Honestidad Brutal. Como es habitual en Andrés, copia una de sus líneas anteriores, esta vez de su época con Los Rodríguez, para meterla de contrabando en una nueva versión: dicen que el corazón / es un músculo que necesita acción. O la variante primero hay que saber sufrir / para después amar…; de un tango que Calamaro grabó en el Honestidad… Este recurso de repetir antiguas letras o melodías, lejos de cuestionar sus nuevas composiciones, resuenan en la memoria como ecos lejanos y nostálgicos…
“Rehenes” es la canción más Salmón del disco. Con mucha ironía, sentido del humor y espíritu burlón: el colmo del síndrome Estocolmo. Las aliteraciones se suman sin descuidar el sentido o el efecto surrealista: un hombre / es un campo de batalla / si no se calla / es una revolución de claveles. Y no podía faltar la autocita: a veces mataría por cinco minutos más, sacada de La Lengua Popular.
“Nacimos para correr” es una canción terriblemente triste, sobre los amigos que ya no están y también sobre la posibilidad, siempre latente, de desaparecer uno mismo.
“Bohemio” es, puede ser, la mejor canción del disco (y una de las mejores de toda la discografía de Andrés). La letra parece dictada de lo bien hecha. Interpretada al mejor estilo de El Cantante o de Tinta Roja. Canción dedicada a cuatro bandas: al bohemio (que puede ser Calamaro o no), a ella, a la libertad y en una única línea —pero a veces nada importa y naufragás— a un interlocutor imaginario (que no es, necesariamente, ninguno de los anteriores y que puede ser tú o yo, si no te molesta, da lo mismo).
“Plástico Fino” es una buena canción para no levantarse de la cama. O si ya te paraste, para no salir de tu bata ni de tu casa.
“Inexplicable” es cien por ciento La Lengua Popular. Algo así como la sonrisa que asoma tímida en un disco triste.
Calamaro quisiera vivir “Dentro de una canción”. Reconoce (entre entusiasta y resignado) que no puede vivir sino es dentro de una canción.
Cierra el disco al compás del Salmón con letra de Honestidad Brutal, “Doce pasos”. La canción como autorretrato. Quienes conocen a Calamaro y les gusta, aquí está, otra vez, Andrés.