Del dicho al hecho, hay mucho trecho

Puñetazos

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No sé si no me atrevía a formularlo (porque varias veces en que he intentado explicar hechos o situaciones me han dicho algo así como “tú ves racismo por todos lados”) o si no sabía bien cómo formularlo hasta que me topé en Facebook con el análisis de una gran amiga historiadora, Cecilia Méndez. Curiosamente (aunque en el fondo es pan de cada día) antes de leerla, me había enterado con el rabillo de los ojos, mientras iba colgado y contorsionado en un bus público limeño, de una noticia atrozmente cotidiana: accidente de ruta y su correlato de “muertitos” en la sierra. Y una vez más, la utilización entre despectiva y paternalista (que al final es lo mismo) del diminutivo “muertitos” para referirse a las cincuentaitanto víctimas de un accidente en una intransitable trocha en el Cuzco. Resulta que, además, muchos niños murieron, algo de 14. No pude evitar sentir que esa palabra escrita así era una forma de minimizar el hecho. Como si de alguna manera la noticia estuviera en realidad diciendo: “son muchos muertos, es verdad, incluso niños, es verdad, pero no se angustie, porque son muertitos, cuerpitos inertes de campesinos, gentita invisible que no cuenta, subalternos fácilmente reemplazables, la misma carnecita de cañón de siempre, pero, ya verá que ni triste hay que estar porque ya mañana habrá otras noticias, esta vez noticias de verdad, noticias importantes que ya verá que lo harán olvidar a cualquier muertito”. Esa noticia fue portada en un par de diarios sensacionalistas, ávidos de colmar el deseo mórbido de alguna gente en la calle.La muerte vende, pero el escándalo más. Efectivamente, al día siguiente, Qali Warma, Markarian y Urtecho copaban indestronables los titulares de toda la prensa y hasta hoy. Hasta hoy porque justo acaba de salir una buena y nueva noticia para todos los fanáticos de la marca Perú (quise decir Perú a secas, pero muchos no me entenderían). Resulta que probablemente no tengamos que necesitar visas para ir a Europa. Uff, qué alivio saber que ya casi somos de primer mundo. Total más seguro irnos a Europa que arriesgarnos a morir en una de las vías terrestres del interior. Efectivamente, según datos de la CEPAL (2012), somos, junto a Bolivia, el país que menos carreteras pavimentadas y seguras tiene. Justamente en ese sentido iba el comentario de Cecilia Méndez. Ella decía que cuando lee las noticias de muertes de campesinos por buses y camiones desbarrancados en las carreteras de la sierra es cuando más se cuestiona el discurso del triunfalismo económico. Ese mismo triunfalismo que es el que empuja al politólogo Alberto Vergara a decir que «ahora somos más ciudadanos». Cecilia afirma entonces que esta última frase debería ponerse entre signos de interrogación: “¿Entre quienes ‘somos más ciudadanos’? y enuncia luego una serie de preguntas urgentes: “ ¿No será que esta frase se plantea en el marco de un imaginario urbano que excluye, sin proponérselo, a los campesinos de la sierra?”, porque “ Si somos ‘más ciudadanos’, ¿ por qué permitimos que las muertes de estos conciudadanos se vuelvan rutinarias, y hasta invisibles, sin que nos interpelen como sociedad y sin provocar respuesta alguna del Estado, encargado de velar por las carreteras y el transporte?”. Así como Cecilia lo afirma, yo también creo que estos «accidentes» deberían a entrar a formar parte de cualquier análisis del racismo (y autoracismo) en el Perú. Como dice Wilfredo Ardito, los campesinos viajando apiñados en camiones desprovistos de toda seguridad son algo tan «natural» al paisaje de las carreteras serranas que se vuelven invisibles. Y es cierto que si bien pareciera ser una «costumbre» arraigada entre las poblaciones campesinas viajar así, no lo es por placer, sino por falta de alternativas. Y como sigue afirmando la historiadora “tiempo ya es de desterrar esta forma de transporte, que avergüenza a un país que se jacta de tener una clase media pujante y un crecimiento económico sin precedentes. Del capitalismo gringo somos prestos a imitar los «malls» pero lentos en replicar sus avances en el terreno de los derechos. No se puede cantar victoria si se excluye a las poblaciones campesinas de la sierra, con lo cual el silencio e indiferencia frente sus problemas (consciente o no) se vuelve aún más perverso. Estos silencios nos revelan como una sociedad que no ha superado muchas taras, como la deshumanización e invisibilización de que son objeto una gran parte de su población, a la que no se llega a ver como seres humanos con los mismos derechos. Porque no se valoran sus vidas menos importarán sus muertes. La infausta frase del ex-presidente García :»no son ciudadanos de primera clase» pareciera retumbar en el inconsciente de muchos peruanos cada vez que nos enteramos de un «accidente» de carreteras con más muertos que nos siguen siendo indiferentes. » Nunca fue tan cierto este proverbio: del dicho al hecho, hay mucho trecho (por pavimentar)”.