Arequipa 2014: vaticinios y pronósticos

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Pasó más rápido de lo que se esperaba; como constatando la impresión que cada añada resulta más corta que la anterior. Dicen que es tan sólo una sensación, por la vorágine de una vida cada vez más dependiente de una ciencia y una tecnología que nos regalan cosas nuevas cada día, cada hora, cada minuto. Aun así, no podemos dejar de usar el lado subjetivo de nuestra mente, obligándonos a otear el mañana. Se viene otro año y surge religiosamente una pregunta cabalística: ¿Cómo nos ira este nuevo año? ¿Acaso mejor que el reciente pasado? ¿Será, tal vez, un mejor año para Arequipa?

Los futurólogos, a diferencia de los quirománticos, no vaticinan el futuro leyendo cartas ni glosando la forma como arde una colilla de cigarro. La futurología es un campo del saber en las ciencias sociales que permite predecir tendencias del comportamiento y evolución de la sociedad. Particular interés me despierta el todavía incipiente campo de la futurología urbana; en tanto la veo de mucha utilidad para enmendar rumbos, quizás equivocados, de las actuales políticas de desarrollo urbano que, tal cual se dejan ver hoy, no garantizan per se, un futuro sostenible para nuestras ciudades y menos digno para sus habitantes.

Apelando a una súbita e improvisada capacidad de ver el futuro de mi ciudad, oteo algunos escenarios entre grises y oscuros; sin que esto signifique, por cierto, mi deseo por un negro oráculo. Veo, sin embargo, para el 2014, una ciudad que seguirá creciendo por simple adición de nuevos asentamientos humanos originados por una demencial falta de control y planificación del uso del suelo, aunada a un voraz apetito urbanizador que no se detiene ante nada ni ante nadie. Veo, por ende, una Arequipa con menos áreas verdes, menos árboles, menos parques, una ciudad con menos calidad ambiental, menos áreas sombreadas para el viandante y menos flores en los pocos ajardinamientos urbanos que aún conserva. Menos calidad en su diseño urbano, menos accesibilidad universal en los espacios públicos, menos seguridad en sus calles. Menos agua limpia en su principal rio y cada vez menos monte ribereño y más concreto armado en sus flancos.

Veo, para el 2014, más tráfico motorizado pero con calles más congestionadas. Más horas-hombre perdidas en intersecciones bloqueadas por insensatos y estólidos conductores que no usan el sentido común, ni el sentido de lo común. Más accidentes, más heridos y más fatalidades, como si las cifras crecientes solo fueran eso…cifras y nada más. Será 2014 un año en el que 3 de cada 4 muertes por accidentes de tránsito ocurrirán en las otrora apacibles calles de mi ciudad; sin que nadie mueva un dedo para convertir esas cifras en un cero sin decimales; como si los ciudadanos fueran menos que simples animales. Encima de nuestras cabezas, monos sobre rieles se anuncian como salvadores del caos… fábulas de Esopo.

Veo transcurrir un 2014 con una ciudad embarrada de representaciones pictóricas y gigantes garabatos en muros, paredes y paneles, anunciando cándidos pretendientes a un puesto que representa un escalón en su afán de alcanzar fama, poder y dinero…mucho dinero, sucio dinero. Veo una ciudad con muchos adefesios arquitectónicos y algunos edificios vanguardistas, como si eso la volviera más moderna y más elegante a la vista. Veo una ciudad con más de su rico patrimonio venido a menos y con menos nuevo patrimonio.

Veo que el 2014 será un año de más crecimiento que desarrollo; de más cantidad y de menos calidad. Un año de mucha cáscara y pocas nueces; de muchas carreras de caballo con paradas de borrico. Veo, aunque hago el esfuerzo de no quererla ver así, una ciudad sumida en el desgobierno y nadando en la ausencia del principio de autoridad; indisciplinada y desmoralizada. Una ciudad más fragmentada y menos unida. Una ciudad que no sabe que ya es una metrópoli y que se comporta como un pueblo, aunque ya muchos quisiéramos verla de vuelta a la escala de pueblo, que allende tuvo alguna vez.

Quiero ver el 2014 una ciudad y no una suma de partes sin ton ni son. Quiero ver el 2014 una ciudad correcta y amable, limpia y segura. Quiero una ciudad inclusiva y accesible. Quiero una ciudad que no se descuide en sus detalles y que no gaste la plata en cursilerías. Quiero una ciudad caminable y afable; libre de gases tóxicos, olores fétidos y ruidos insoportables. Quiero una ciudad que merezca llamarse ciudad y, sobretodo, una ciudad que me haga despertar cada día más orgulloso de ella. Sé que pido demasiado; pero tal vez, alguno de los Reyes Magos haga la magia y juegue con mis vaticinios y pronósticos. Amén.