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Columnas>Sobre el volcán

problemas de pareja

Me cuentas que ella se ha enojado por que no cuidas los detalles que aconseja el sabio caribeño Oscar de León («llévala al cine, un ramo e’ flores, la comida en la cama…»). Como de tu parte tampoco tengo detalles del incidente, voy a comentarlo solo en general y nada más… por ahora. Creo que si piensas que ella tiene razón, que es correcto su reclamo, que has estado descuidando ese aspecto y estás suficientemente interesado en ella y que hacerle caso no va contra tu «más profunda naturaleza», es decir, que no te obliga a hacer algo forzadamente, a ser alguien distinto a quien eres, traicionándote a ti mismo, entonces está bien. Eso dependerá de quién eres, de qué entiende ella por «cuidar los detalles» y a cuál de ellos se refiere en este caso.

 

Porque ocurre que a muchas y muchos no les gusta que él o ella sea como es, probablemente porque no se parece lo suficiente al ideal que tienen de los padres en su cabeza de chorlito. Y en vez de buscar alguien que corresponda a ese ideal, alguien que cuadre con la manera de ser de papá o mamá, le exigen a su pobre pareja, explícitamente o no, que cambie, es decir que sea otro, que no sea él mismo. No digo que sea tu caso, porque no lo sé. El problema es que para saber quién eres (para saber si al hacerle caso te traicionas a ti mismo o no) tienes que conocerte a ti mismo, cosa que es poco probable a tu edad…y no solo a tu edad. Por eso lo dejamos ahí, recordando, eso sí, que si hay algo decisivo en la vida humana, eso es la capacidad autocrítica, es decir, la capacidad de mirarse, de leerse, de reconocerse uno mismo en sus defectos, en sus limitaciones, en sus «huecos negros», sin piedad, es decir, sin auto engaño o alguna otra mariconada por el estilo. Pero eso lo dejamos ahí…por ahora.

 

En el fondo de los problemas de pareja está el del carácter o naturaleza del enamoramiento y el matrimonio. Y creo que a mis 65 y después de 20 años de lecturas, experiencias y conversaciones con amigos sobre éste y otros temas «subjetivos» (desde que salí de la universidad hasta que empecé a enseñar en ella), creo que es hora de darte mi opinión, también general, al respecto. Y de lejos quien más me ha impresionado por su profundidad y lucidez, es una filósofo llamado «salvaje», lo mejor que ha dado el occidente moderno en filosofía. Se llama Schopenhauer. Borges dijo de él que «descubrió el secreto de la vida», es decir, algo que se conoce tanto como se desconoce: que el enamoramiento es un espejismo, una ilusión de la que uno sale cuando, algo tarde, ya «cazado», va descubriendo con horror que su cónyuge se parece cada vez más a su suegra, cosa que jamás lo hubiera pensado antes, a pesar de las fotos juveniles.

 

El enamorado está absolutamente seguro de su amor eterno y absoluto, cuando no hace más que obedecer a la naturaleza, que lo único que quiere es reproducirse a su costa. Y por eso la sabiduría popular dice que el novio «no vio» y llama «matrisuicidio» al matrimonio, cosa que suele ocurrir casi siempre en «la edad del burro» (así se dice en el Perú -yo me excuso) entre los 25 y 35, de la que solo se salvan los más inteligentes y egoístas. El matrimonio no está hecho para que los novios vivan felices comiendo perdices chez Gaston, como se cree en occidente desde la época de las cruzadas, de la monogamia y el cinturón de castidad, sino para los hijos, para criar y dar seguridad a los hijos. Es (casi) pura chamba, pura obligación, puro deber, pura responsabilidad y eso requiere madurez, es decir, independencia material y especialmente sicológica de los padres y cierta vocación para la santidad. ¿Y para qué? Para obedecer a la naturaleza pues.

 

Para convencerte solo tienes que ver la cara de un marido joven cuando empuja el cochecito en el mercado con una mano y jala la mochila de los pañales y biberones con la otra, mientras recibe las dulces ordenes de quien ha tomado absolutamente el poder en la casa: cuando ha descubierto, para su sorpresa, que, además, ronca, usa espantosos ruleros y se tira unos dopes que ya no se da el trabajo de disimular. No, Schopenhauer no era pesimista, como creen las almas platónicas, sino el más realista de los filósofos que han existido.

 

¿Quiero decir que el amor no existe? Claro que no. Fernando Savater ha descubierto un caso, el de King Kong: el amor de gorila. Y yo conozco dos matrimonios exitosos en los últimos sesenta años. Algo es algo. ¿Que es el amor entonces? Otro filósofo alemán, tan «pesimista» y salvaje como Schopenhauer, lo define así: «Amor: en los medios, la guerra, y, en el fondo, el odio más profundo entre los sexos».

 

Tu querido viejo