Año electoral

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cobertura campaña electoralEste año será de demagogia pura.

Es inevitable. Nuestra incipiente democracia sólo se expresa –y entiende- de esa manera.

¿Quién ofrece más lotes en el Cono Norte, aunque sea uno sobre el otro?, ¿quién, agua en menos tiempo, aunque sea una mentira?, ¿con quién pagaremos las cuotas más bajas?, ¿con quién tenemos oportunidad de hacer “bissness”? Por ese va a votar la mayoría de ciudadanos. Y “ese” va a ganar las elecciones.

En los meses que vienen veremos gestos de “gran desprendimiento”, inauguraciones apoteósicas, discursos emocionados y vibrantes, sacrificio y desbordante amor por el pueblo, de parte del (los) candidato (s). Pero también veremos, en el extremo opuesto, multitudes deseosas de obtener ventajas al elegir a tal o cual, pedidos y aceptación de “regalitos”, desinterés, desinformación, encogimiento de hombros, desidia, mal humor, mentadas de madre y nulo trabajo ciudadano.

Porque, siendo honestos acerca de si merecemos o no los políticos que tenemos, cuánto podemos reclamar desde la posición de la mamá que va tirando a lo largo de la vía, y desde la ventanilla del tico, las cáscaras de la fruta que comen; o del joven que firmó planillones de la ONPE a cambio de una gaseosa que le ofrecieron a la salida de la Universidad, sin preguntar siquiera quiénes serían “sus candidatos; o del impaciente conductor que, sin respetar a toda la gente que hay a su alrededor, se “pega” a la bocina de su camionetón para apurar el tráfico que sigue inamovible.

Y también le tocará al periodismo, hoy más concentrado y centralizado, pero igual, mirando de costado y apretando el bolsillo, antes de enfrentar a los poderosos que, en base a poner “avisos”, compran silencio para sus abusos. Veremos al “gran” columnista crítico y “selectivo”, pegándole duro al que no puede defenderse para dársela de “independiente”, e ignorando a los grandazos con quienes conviene “estar bien”. Veremos encuestas compradas y vendidas con resultados totalmente disímiles, veremos portadas con pose de ganador para el que pagó la edición, veremos entrevistas “durísimas” con los pobres diablos y complacencia con los candidatos que vienen respaldados por las mineras y “tienen pauta”. Así será, tristemente.

Nuestra sociedad –lamentablemente- está atravesada por la corrupción, la hipocresía, la mala educación y la vulgaridad. Observen a nuestras principales autoridades y ahí lo verán “clarito”. Pero algo tenemos que hacer para que esta sociedad aún pueda albergar a nuestros hijos, sin convertirlos en lo que tanto criticamos en los demás. Comenzando por cambiarnos a nosotros mismos, evaluando cuántas veces hemos caído en lo que siempre atribuimos a los otros.

Vociferar en nombre de la democracia y la libertad, no sirve de nada si no nos ensuciamos un poco participando en la campaña local. Nuestro voto, aunque sólo sea uno, genera consecuencias. Pero no es suficiente con votar una vez cada 4 años, es necesario también informarse y leer o escuchar –de manera crítica- a la prensa local; es también participar, opinar responsable y genuinamente a favor de las grandes o pequeñas causas; es no tolerar la corrupción y la mediocridad, o el abuso y la prepotencia, aunque hacerlo sea más cómodo y nos otorgue ventajas laborales o sociales.

Si no somos capaces de esos gestos mínimos, no tenemos derecho a reclamar nada. Y que gane, como siempre, el mal menor. Y nuestro destino, como siempre también, librado a los caprichos del peor (categoría aplicable a muchos candidatos).