El regreso del fujimonte-cinismo

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“No hay que mirar para atrás, sino hacia adelante”, dice Daniel Postigo Cerpa, cuando se le recuerda su papel de operador político en el gobierno fujimorista. Con esa filosofía ha lanzado su candidatura al máximo cargo público en la región, según dice, “invitado” por la agrupación “Todos somos Arequipa” cuya formación promovió, aparentemente, con este fin. Aunque se conoce que Fuerza Popular, el partido que lidera Keiko Fujimori, no presentará candidatos en Arequipa, él dice que lo hace porque es un “hombre independiente”, llegando al punto de negar su inclinación por el fujimorismo del que fue la figura más visible en la ciudad.

Apodado de manera consensual como “Vladimirito”, por su papel y sus métodos bajo la sombra en el segundo gobierno de Fujimori, su desempeño como operador y –formalmente- como Director de Circulación Terrestre, no fueron investigados. Ahora como empresario exitoso, ha dicho que para él ha llegado la “hora de dar”.

En extensa entrevista publicada por el diario El Comercio, parece no recordar que el hotel de su propiedad, “La maison d´Elise”, tenía el mismo tipo de uso que la famosa “salita del SIN” de Montesinos. Allí se tomaban las decisiones importantes y se hacían las coordinaciones políticas con autoridades, dirigentes populares, periodistas y otros actores sociales que trabajaron bajo sus órdenes y con el apoyo de cuantiosos fondos cuyo origen nunca se ha aclarado. Ahora que el proceso judicial contra Fujimori por el caso de los diarios chicha, empieza a poner los puntos sobre las íes, este manejo también debería quedar aclarado en nuestra ciudad. Pura ilusión.

“Esto lo hago por servicio, pues ya tengo poder”, dice de su postulación. Preguntado por los juicios en que estuvo involucrado tras la caída del régimen dijo: “Tuve unos juicios que no tenían sentido. Era la época de la persecución y todo quedó en nada”. Ciertamente, como muchas otras cosas, quedó en nada, pero el ahora candidato omite decir que el proceso en el que estuvo involucrado por el manejo de fondos para la campaña fujimorista que incluyó pago a periodistas, dirigentes populares e, incluso, autoridades, fue archivado en el Poder Judicial por la inoperancia de la fiscalía, en este caso, a cargo de la entonces fiscal Julia Marmanillo, quien equivocó nombres, fechas y documentos, lo que tumbó el proceso, ante la sonrisa sarcástica de Postigo.

Él explica así su posición: “Me denunciaron porque se dijo que yo era viceministro de Energía y Minas y había dado licencias indebidas… no temo nada, a mí sólo me pueden señalar como buen vecino, como un hombre trabajador. No soy como los hipócritas que dicen que su hobby es leer cuando no leen nada”.

Interrogado por su amistad con Montesinos y el General Abraham Cano Ángulo, entonces representante de éste en Arequipa, dice que nunca habló con Vladimiro y que sigue siendo cercano a Cano porque “nunca hay que negar a los amigos, así hayan cometido faltas”. Respecto a su apodo dice que a alguien se le ocurrió, pero que el diminutivo “le parece bonito”. En todo casi pide olvidar el pasado pues “no podemos pretender mirar siempre hacia atrás, así llegaríamos hasta el incanato”.

Sorprendentemente, no hay ninguna mención a las actividades que, conjuntamente, realizaban Cano y Postigo. Entre ellas la subvención de la organización Periodistas Unidos, los pagos a los medios de comunicación y los tratos con dirigentes populares como Felipe Domínguez, quien sí ha reconocido que utilizó políticamente a sus seguidores del Cono Norte en aquella época, llevándolos a los mítines y marchas y dando origen a lo que hoy se conoce como “portátiles”: apoyo a cambio de prebendas y ofrecimientos clientelistas, lo que se puede equiparar a los tratos que hoy en día tienen los llamados “cargadores” con el presidente regional, Juan Manuel Guillén.

“Tengo experiencia, soy un empresario que conoce la región y sus problemas”, dice cuando se le pregunta la razón por la que cree que la gente votaría por él. Y tiene razón.