Más Acevedo que Borges o Faulkner

Resacas

Faulkner

A doña Leonor Acevedo

Uno de los libros de Faulkner más influyentes en la literatura latinoamericana ha sido Las palmeras salvajes. Publicada originalmente en 1939; y en castellano, traducida por Borges, en 1962. Es ya una línea clásica en los recuerdos de infancia lectora de autores latinoamericanos llamar la atención sobre esta conjunción de genios. Así lo cuenta Guillermo Cabrera Infante en La Habana para un infante difunto: “…libro que me fascinó, aunque tiempo después iba a saber que esta fascinación se debió no sólo a Faulkner escritor sino también a Borges traductor”. En Vidas para leerlas, Infante confiesa que Faulkner y Borges llegaron a convertirse en sus autores favoritos, “juntos en Las palmeras salvajes”. Una de las novelas robadas al narrador de Severina, del guatemalteco Rodrigo Rey Rosa, es precisamente “una edición de pasta dura de Las palmeras salvajes de Faulkner en la traducción de Borges”. Y en Respiración artificial, de Piglia, el protagonista alardea, un tanto suspicaz: “En fin, yo había escrito una novela con esa historia, usando el tono de Las palmeras salvajes; mejor: usando los tonos que adquiere Faulkner traducido por Borges con lo cual, sin querer, el relato sonaba a una versión más o menos paródica de Onetti”.

Esta novela es en realidad dos novelas, “Las palmeras salvajes” y “El viejo”, contadas intercaladamente, un capítulo de una seguido de un capítulo de la otra. Esta historia nada tiene que ver con aquella; sin embargo, contadas en esta suerte de contrapunto, se van, inevitablemente, modificando entre sí.“Composición que no puede servir de modelo para ningún otro novelista; que no puede existir sino una sola vez; que es arbitrario, no recomendable, injustificable; injustificable porque detrás de ella se oye un es muss sein que hace que toda justificación sea superflua”, comenta Milan Kundera en Los testamentos traicionados. Obviamente, el escritor checo no leyó a Faulkner traducido por Borges, lo inquietante es que tal vez nadie —por descontado, ninguno de los autores citados— haya leído jamás a Faulkner traducido por Borges, ni a Melville (Bartleby) ni a Woolf (Orlando) traducidos por Borges.

En los diálogos entre Sabato y Borges, “compaginados” por Orlando Barone, S. le pregunta a B. sobre un par de frases en Orlando, que suenan más a Borges que a Virginia Woolf; B. se excusa diciendo que, en realidad, la traducción la hizo su madre, Leonor Acevedo, y qué él se limitó a ayudarla. Cuando S. le cita ambas frases, “un vasto infiel” y “le infirió un borrador”, además de confrontar esta última con su original en inglés, presented her a rough draft, B. se limita a sonreir y en un amago de disculpa (“Bueno, sí, caramba…”), S. lo interrumpe con esta gentil observación: “No tiene nada de malo. Sólo muestra que casi es preferible que un autor sea traducido por un escritor medio borroso e impersonal”. En Autobiographical Essay (1970), un texto que Borges escribe para The New Yorker, traducido en 1999 por Marcial Souto y Norman Thomas de Giovanni, relata a propósito de su madre, doña Leonor: “Hizo también algunas de las traducciones de Melville, Virginia Woolf y Faulkner que se me atribuyen”. Y en sus conversaciones con Osvaldo Ferrari, publicadas en 1998, Borges es todavía más explícito: “Y luego, por qué no confesar que ella tradujo, y que yo revisé después, y casi no modifiqué nada, esa novela Las palmeras salvajes, de Faulkner”. Sabato resultó premonitorio, la figura de Borges como traductor se torna borrosa e impersonal.

Más borrosa que impersonal. Están esas dos frases de Orlando refutadas por Sabato, cuya autoría reconoce Borges, aunque implícitamente. En su relato autobiográfico escrito especialmente para aquel diario extranjero, unas cuarenta páginas más tarde del pasaje citado, Borges cuenta que sus vacaciones de bibliotecario las aprovechaba para traducir a Faulkner y a Virginia Woolf. Y en «su» traducción de Las palmeras salvajes hay una frase que, desde la primera vez que la leí, así como le ocurrió a Sabato respecto a Orlando y a Woolf, me sonó más a Borges que a Faulkner:“He repudiado el dinero y por consiguiente el amor. No abjurado, repudiado”. Hace unos días di con el texto original y busqué la frase en cuestión: “I have repudiated money and hence love. Not abjured it, repudiated”. La traducción es exacta. Borges, o doña Leonor, no podían haber sido más literales.