Dime qué repites y te diré por qué no avanzamos

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He contado las veces que se repiten en un artículo[1] publicado pocos días atrás del ex ministro de Economía y Finanzas, Luis Carranza, las palabras “crecimiento” y “macroeconomía” y no hay duda que sus 13 menciones a lo largo de sus breves párrafos dan cuenta del mensaje que el ex ministro, así como de otros tecnócratas, ofrecen al país como receta o prioridad para alcanzar mejores oportunidades de bienestar. Claro que no adolece de falta de sentido que un exfuncionario de la economía y las finanzas escriba o exponga en términos propiamente de su competencia; sin embargo, resulta preocupante y decepcionante que en mitad de la segunda década del siglo XXI los principales gestores públicos, y principalmente los que definen técnicamente el rumbo de las inversiones en un país, como los involucrados en la economía, no consideren, a diferencia de muchos de sus colegas en otras latitudes, a la educación como el aspecto más relevante para superar la pobreza, escapar de la mediocridad económica, mejorar la conciencia crítica de las personas y alcanzar la competitividad a nivel global.

Haciendo su parte, Ana Jara, jefa del Gabinete Ministerial, en la presentación de su plan de trabajo ante el Congreso ha repetido, durante su intervención, la palabra “millones” en 92 ocasiones, seguida de otras como “nacional”, “país” e “inversión”, ésta última repetida 48 veces[2].

Que la palabra educación no sea insistente ni prioritaria en el repertorio de recomendaciones o análisis de los tecnócratas en América Latina se convierte en un lastre por el que los jóvenes, y peor aún los de escasos recursos, vienen postergando las posibilidades de acceder a mejores oportunidades de movilidad social. Ministros como el de Planeamiento en la India, el de Comercio e Industria de Singapur o desde la misma Presidencia en Finlandia, han colocado a la educación como centro motriz del desarrollo de sus países. Es obvio que la búsqueda de crecimiento sea deseable para que los sectores productivos puedan, sin factores externos o internos que lo dificulten sobremanera, robustecer el PBI optimizando sus cadenas de valor; pero más oportuno y desafiante para los países emergentes es conciliar esa visión económica con la herramienta de la educación para presentarnos ante el resto como sociedades atractivas para las inversiones tecnológicas y científicas, verdaderos puntales de la revolución mundial en la actualidad y no, básicamente, como exportadores de productos naturales como la uva, el café o la quinua, que si bien impulsan el valor de las exportaciones no determinan el gran salto hacia adelante.

Un reciente documento de trabajo publicado por el Instituto de Estudios Peruanos[3] junto a otras dos organizaciones internacionales de Chile y Ecuador han mostrado la evolución de la producción científica en América latina y, a pesar del incremento de ésta en los últimos años[4], el Perú está muy lejos de representar un aporte significativo en el producto latinoamericano de investigación en comparación a otros países como Colombia o Brasil. Entre los datos que este estudio presenta y que, realmente, producen escalofríos a quien los lee, son los que relacionan la economía con los resultados de la producción científica; así, vemos que en el Perú se producen 5 artículos científicos por cada 100 mil habitantes y 6 por cada mil millones de dólares de su PBI, mientras que en Chile, por ejemplo, se publican 46 artículos por cada 100 mil habitantes y 28 por cada mil millones de dólares de su PBI. Raúl Hernández Asensio, principal investigador de este estudio, ha señalado que el Perú produce 80% menos de lo que debería producir por el tamaño de su población y 68% menos de acuerdo al peso de su economía en América Latina. Algo que definitivamente no llama la atención ni mucho menos alarma al gobierno y a sus principales portavoces, considerando el despegue que han tenido economías más pauperizadas que la peruana en décadas pasadas y que han alcanzado niveles de creación de riqueza más que encomiables.

No es un asunto de “millones en inversión” por el que el Perú obtendrá mejores resultados mediante sus programas estatales para la reducción de la pobreza. Un país con mejores índices de calidad y rendimiento educativos es un país que investiga, innova, patenta y publica. China, lo afirmaba Andrés Oppenheimer luego de una extensa investigación[5], invierte proporcionalmente menos en educación superior que Brasil o Argentina, y Singapur tiene un rango de inversión inferior a los presupuestos educativos de países como Argentina y México; sin embargo, los exámenes estandarizados internacionales han demostrado que esos miles de millones de dólares se vuelven prácticamente obsoletos cuando los rankings nos ubican en los últimos lugares de la lista, y esto porque además de estar rezagados en habilidades cognitivas, nuestra realidad no ofrece un mejor panorama en cuanto a la adquisición de competencias. El mismo director de los exámenes PISA, Andreas Schleicher, ha manifestado que a los países les va mal en PISA porque las pruebas no les preguntan a sus estudiantes por lo que saben sino por “qué pueden hacer con lo que saben”[6]. Y de acuerdo a las evidencias, ni los gobiernos latinoamericanos ni los estudiantes saben qué hacer con lo poco que saben.

No es el “crecimiento”, o la “macroeconomía” ni los “millones” los que nos van dirigir hacia mejores destinos en el camino del progreso si se sigue pensando que las reformas son un asunto exclusivo de los burócratas, por supuesto. La responsabilidad del cambio reposa sobre las familias, los docentes, los empresarios y, sobretodo, los contribuyentes, quienes pagamos un precio por una educación pública en razón a sus resultados, no para ser testigos de la mera asistencia de los estudiantes a las aulas. El Gobierno en el Perú, a través de lo que escuchamos de sus ministros o tecnócratas, no está ofreciendo ninguna garantía de desarrollo si de todos ellos sólo se pronuncian discursos que aplacan reclamos salariales, satisfacen demandas asistencialistas o prometen distribuir con ligereza nuestros recursos hacia megaconstrucciones poco rentables o refinerías tremebundas que reemplazan la atención hacia las reformas educativas necesarias para competir con los que están mejor que nosotros, gastando menos que nosotros.

A ese concierto coral, entre música de interludio y proyecciones que aturden, se ha unido recientemente el Ministro de Economía, Luis Miguel Castilla quien ha dicho que el Perú podría –hay que reconocerle el uso del condicional para lanzarse y salvarse con tal predicción– convertirse en un país desarrollado en el año 2021 gracias a las reformas en la administración pública y las inversiones[7]. Si asumimos que estamos muy cerca de la meta del desarrollo, nunca la alcanzaremos, porque las sociedades que se encuentran mejor que nosotros, siempre hicieron las cosas asumiendo que estaban lejos de conseguirlo pero aceptando el desafío, con acertadas decisiones, de hacer lo posible para acercarse al sobresaliente de la lista o del ranking. A eso se le llama inconformismo. Y la educación en el Perú, como está visto, está fuera de las prioridades de este régimen y lo estuvo de sus antecesores. Anhelemos que con la mayor prontitud posible el viejo chiste de los economistas internacionales deje ya de ser realidad en el país: “Que el Perú es el país del futuro… y siempre lo será”.

 

Twitter: @jorgeluisod

 

[1] Carranza, Luis; Es hora de un nuevo pacto, El Comercio, martes 22 de julio del 2014. http://elcomercio.pe/opinion/columnistas/hora-nuevo-pacto-luis-carranza-noticia-1744577

[2] Ana Jara: “Millones” fue la palabra que más veces pronunció en su exposición; Perú21, miércoles 20 de agosto del 2014. http://peru21.pe/politica/ana-jara-congreso-voto-confianza-millones-2196234

[3] Hernández Asensio, Raúl; ¿Quién escribe más y sobre qué? Cambios recientes en la geopolítica de la producción científica en América Latina y el Caribe, IEP, Documento de Trabajo Nº 205, Lima, marzo de 2014.

[4] Se constató que la producción peruana de artículos publicados en revistas científicas a nivel internacional pasó de 164 documentos en 1996 a más de 1,200 en el 2012. Es decir, se incrementó en más del 700%.

[5] Oppenheimer, Andrés; Basta de historias, la obsesión latinoamericana con el pasado. Capítulo 5. Cuando China enseña capitalismo. En China, la universidad no es gratuita, Debolsillo, Ed.2010, p.211

[6] Guerrero Ortiz, Luis; Maestros: ¿única palanca para mejorar aprendizajes?, sábado, 9 de agosto de 2014 http://educaccion-peru.blogspot.com/2014/08/maestros-unica-palanca-para-mejorar.html

[7] Luis Castilla: ‘Perú podría convertirse en un país desarrollado en 2021’. Perú21, viernes 15 de agosto del 2014. http://peru21.pe/economia/luis-castilla-hacia-2021-peru-parte-club-paises-ricos-2195825

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