(A propósito de la presentación de la revista Lucerna Nro. 5 en Arequipa)
Las vidas de las revistas de literatura son probablemente las más extrañas. A diferencia de un libro cuya existencia natural se efectúa con su publicación, y luego su suerte depende solo de sí mismo; en el caso de las revistas, la definición de esta exige una sucesión, es decir, otro número y luego otro y esto, a su vez, con cierta periodicidad. El caso es que las de literatura, y en nuestro medio en particular, son revistas que parecen contrariar el sentido de esa vida. Pues, ha habido revistas que desaparecen después del primer número. Algunas resucitan después de un periodo largo; revistas buenas y malas; después de un tiempo de brillo, fenecen. A veces, lamentablemente, sin dejar grabado su nombre.
A pesar de ello, desde hace un tiempo en el medio literario, local y nacional, hay una suerte de profusión de revistas. El que escribe, también dirigió una en sus tiempos de estudiante universitario. En ese momento, ahora y en cualquier otro, es un mérito que una revista de literatura llegue a un tercer número. Creo que aquellas que no logran una vida consecuente con su naturaleza es debido a un exceso de lo que, paradójicamente, les dio vida: entusiasmo y vanidad gregaria. Que también ha dado lugar a aquellas de varios números pero sin sustancia en el contenido. El gusto de ver, de parte de los jóvenes autores, sus propios escritos en letras impresas, la sensación de conocer al “las nuevas plumas”; lo hace rebosar a uno de un candor impagable, pero momentáneo. Caso diferente es cuando una revista adquiere constancia -aún a pesar de la irregularidad temporal‑; pues evidentemente, ha superado el entusiasmo y el “amiguismo”. Soy de la opinión que la Revista Lucerna es de esas.
El quinto número de Lucerna recientemente se presentó en Arequipa. En él encontrarán ensayos interesantes y solventemente argumentados como La escena de la lectura, memoria y predestinación en Ciro Alegría o el del Juan García sobre Roberto Arlt cuyo análisis enfatiza la vigencia Arlt al referirse a la previsión que este había tomado respecto del papel del escritor en un mundo moderno donde proliferan la alienación individual y el espectáculo. Hay un notable trabajo de Jorge Nájar sobre Ricardo Silva-Santisteban, otro sobre Sologuren y sobre Georg Trakl. Cierra la sección Crítica uno sobre Nabokov y los laberintos de sus composiciones. La sección Creación se arma de una buena selección de cuentos y poemas de escritores diversos de diferentes lugares del Perú y algunos escritores peruanos en el extranjero como Claudia Salazar Jiménez quien aporta un bello cuento. Notable también es el de Jennifer Thorndike. Por Arequipa están Katherine Media y Orlando Mazeyra, dos dignos representantes de la poesía y la narrativa local, respectivamente. Una joyita: se publica un poema inédito de José María Eguren. Como las revistas literarias de primera línea, esta cuenta con una sección de Traducción. En esta sección hallamos una pequeña y sorprendente pieza teatral de Ezra Pound traducida por Julio Isla Jiménez, director de esta noble revista.
Además de la calidad de los trabajos es destacable su capacidad de convocatoria. Entre los mencionados también aparecen colaboradores de Trujillo, Huancayo, Lima, Ica, Arequipa, etc.; y en ese sentido, difiero de que se la presente como una revista limeña. Creo que se le hace más justicia al presentarla como una revista peruana; una de las mejores de los últimos años en el Perú.
El término revista contempla el sentido: pasar revista. En este caso, a la nueva producción literaria. Para esto es preciso agrupar. Y con ello, inevitablemente, se articula y genera un nuevo sentido, se configura un orden que quizá deje entrever una tendencia. Consecuentemente se convierte en un proyecto que busca conectar. Estas son ideas presentes en la Editorial de este quinto número. Su presentación en Arequipa responde, entiendo, al cometido de dinamizar y articular la literatura en el Perú. Este último número viene acompañado con la edición bilingüe de El caballero Avaro de Pushkin, y se pueden encontrar en La librería de la UNSA y la librería El Lector.
¡Larga vida a Lucerna!