El retorno de la poesía de Pablo Guevara

Cultural

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Hablar de la poesía de Pablo Guevara (Lima, 1930 – 2006) es remontarse a las primeras etapas poéticas de los años cincuenta, no solo por ser considerado uno de los poetas peruanos más importantes de esa generación sino porque su producción –pese a ser conocida–no tuvo un lugar sólido entre los entendidos del género.

Su larga trayectoria contiene los poemarios Crónicas contra los bribones (1967), Hotel del Cuzco y otras provincias del Perú (1971), Un iceberg llamado poesía, Premio Copé de Poesía 1997; y sus libros póstumos fueron Hospital (2006), Mentadas de madre (2007) y Tren Bala (2009).

Sin embargo, transcurrieron varios años –como sucede con algunos poetas o escritores tristemente desconocidos por el canon literario– para que con una segunda colección suya, Los habitantes de 1966, las lecturas sobre su poesía sean más acertadas y el vate peruano sea reconocido por su trabajo literario en el país.

Por ello, Retorno a la creatura (Lima, Ed. Vivirsinenterarse, 2014) –libro ganador del Premio Nacional de poesía en 1955 y que anteriormente no tuvo una versión peruana– reaparece con la misma validez y calidad lírica de un poemario innovador como lo fue en su primera edición (Madrid, 1957).

Este primer libro de Guevara comprende dos secciones: la primera consta de trece poemas, de las cuales, el título denominado Poeta abre la idea de que la escritura no es un gesto solamente individual sino colectivo, adelantándose incluso al estilo calvariano:

«Venid moscas, aquí

Un pueblo de begonias y la tierra amarilla

Sostienen su cabeza »

Los siguientes poemas como Los que murieron, La noche en la ciudad aluden la imagen de la noche como elemento perenne, vacío e inicuo ante la violencia desatada en la ciudad pero que también esta noche ósea es testigo filosófico del tiempo:

«Cuando la noche se precipita en la ciudad, / ciertas calles profundas restablecen la historia ».

En La poesía, belleza y la ternura son dos características que la constituyen como agente liberador de la opresión frente a las adversidades. No es casualidad que en la mayoría de poemas la añoranza de la libertad y la esperanza sean los ejes del sentido colectivo para el poeta.

El amor en El Habitante asiste al desentierro del fin de la historia, como un todo constante para la construcción de su identidad. El yo poético conoce la destrucción en todas sus dimensione, empero se abandona al entusiasmo y la vida: « (…) Sabiendo que el corazón humano es imperfecto, por origen y por costumbre, levanta la ciudad».

Mientras que la segunda parte del texto refiere poemas más cercanos a la experiencia del autor, como el ya conocido Mi padre, un zapatero y otros poemas que recorren la miseria, suciedad y la cotidianeidad de los habitantes en este hábitat donde la vida no es una opción sino un deber en la cadena de sobrevivencia.

Así la poesía de Pablo Guevara se revela en un regreso, un retorno de la reflexión sobre la vida, el dolor, la muerte, la historia a través de un soplo de metáforas que buscan crear el aliento entre las voces del niño, el oficio de la escritura y el pueblo. La estética y el buen manejo del verso libre no le impiden callar la música que viene desde lo más remoto y antiguo del hombre.

Sin duda Guevara es un referente excepcional que trasciende entre lo humano y lo racional, una poesía de temple y sabiduría que no acaba como el mismo lo enunciase en estos versos: «Aunque mi corazón es el mismo que murió ayer ha vuelto, anciano y niño a la vez, a elegir la vida. Ha vuelto, enemigo irreconciliable de la opresión y la iniquidad. Y con razón».

(Por Giuliana Catari).