Monorriel: Descarriladas ideas y oscuros procederes

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columna de Mauricio Huaco

 

Contra viento y marea; a rajatabla y al caballazo. Detrás de gruesas puertas y con ventanas bien cerradas. Ocultando la cara y manipulando desde la clandestinidad, hilos poderosos mueven marionetas constructoras de pilares para colgar un enorme y alargado faenón. Nada comparable a aquellos que, poco a poco y casi a diario, vamos descubriendo –entre sorprendidos y medio acostumbrados- a lo largo y ancho del país. Este es uno superior y reservado para jugadores de grandes ligas y con amplia experiencia en ultramar. Un faenón tan bien montado que es muy difícil, para el ojo inexperto, advertirlo como tal. Es que pareciera que cada detalle, cada paso, cada conversa, todo parece haber sido muy bien orquestado por un misterioso director que, muy astutamente, no se muestra en escena actuando con perfil incognito y sin renunciar a poderes sobrenaturales.

Han sido incansables las reuniones, los foros y las charlas en las que han debatido el asunto, explicando las razones técnicas por las cuales este negocio (del monorriel) es un muy buen negocio para unos cuantos y un pésimo negocio para casi un millón de ciudadanos. Hemos demostrado con cifras que esta iniciativa privada cofinanciada no soporta mínimas consideraciones, desde urbanísticas, paisajísticas, patrimoniales e históricas, hasta sociales y ambientales. Tampoco pareciera responder al mínimo sentido común. No obstante, hay quienes apoyan la propuesta, pero seguramente lo hacen sin el mayor juicio crítico y sin develar el fondo del asunto; entre ellos muchos jóvenes y niños que sueñan ver en Arequipa un burdo y anacrónico remedo de aquel Disneyworld que sólo vieron en película. Otros, curiosa y seguramente nos acusaran de retrógrados y enemigos de la modernidad. De obstaculizadores del progreso de la ciudad ya nos han tildado, sabiendo que en el fondo, sólo buscamos el bien común. Prebendas, sueldos o pagos bajo la mesa? Ninguno. No somos lobistas de nadie ni de nada. En todo caso, abogados de los intereses colectivos, como bien nos inculcaron en casa; razón suficiente para insistir en presionar hasta que salte la pus.

Las razones y argumentaciones técnicas que amparan la conclusión que declara improcedente esta pretensión del Gobierno Central han sido expuestas públicamente aquí en Arequipa por técnicos locales y con apoyo de muchos pares internacionales. Las “razones” y “argumentaciones técnicas” que “sustentan” el descarte del BRT y el LRT tipo tranvía, junto a los “estudios técnicos” que “sustentan” la iniciativa tipo monorriel se han manejado, en cambio, bajo siete llaves y mediante juramentos de extrema fidelidad so pena de drásticos acallamientos. Por qué tan exagerado (y descarado) secretismo? Acaso la población no tiene que enterarse de nada, o ese era precisamente el objetivo? Cocinarlo todo a puerta cerrada y servirlo sobre falsos finos manteles? Acaso hay algún derecho superior que impunemente vulnere el derecho ciudadano a enterarse de lo que se pretende hacer con dineros públicos? De cuando acá un sistema de transporte es un secreto de Estado? Cuál es el interés de implantar – y muy torpemente- un sistema sobre otro que ya se venía ejecutando? Quién enjuiciará a quién por las obras ejecutadas y que ahora ya no servirán ni para uno ni para otro? Tanta plata sobra en el país? Acaso hemos sido engañados con el cuento del BRT durante 14 años y recién ahora alguien nos quita la venda para vendernos un monorriel?

La respuesta a esas simples preguntas es también simple. Un apetito voraz de esos que practican una suerte de canibalismo urbanístico aprovechándose de problemas no resueltos, o en vías de solución, para que en una perfecta combinación de poder estatal y capitalismo golondrino desmedido, emerjan soluciones mágicas que ocultan oscuras y verdaderas intenciones.

No llamamos a la revuelta, pero si a la reflexión seria y profunda. No llamamos a la insurgencia, pero si a la transparencia. No llamamos a la oposición por la oposición, pues también hemos alcanzado una proposición. Buscamos el cambio hacia una mejor ciudad para vivir, pero no podemos tolerar inversiones que solo promueven maquillajes urbanísticos apelando a tecnologías forzadas y soluciones que harán de la ciudad un espacio más inhumano de lo que ya es. Sabemos que hay varios colectivos apoyando la causa y nos alegra no conocerlos, pues eso refleja que hay semilla para un amplio y genuino consenso ciudadano. Sabemos que hay un poderoso y oscuro lobby detrás del monorriel, y nos alegra no saber quién es el promotor peruano, pues eso refleja que no reaccionamos hepáticamente ante un nombre o un apellido.

Por ahora, el Colegio de Arquitectos del Perú – Regional Arequipa, fiel a sus principios gremiales, valores éticos y compromiso con la sociedad, ha procedido a hacer pública y clara su posición institucional frente a esta propuesta digitada desde Lima, esperándose que el resto de colectivos profesionales y académicos se sumen con símiles pronunciamientos. Al momento, preocupa el silencio –casi sísmico- de quienes también debieran tomar el toro por las astas: congresistas y candidatos, dirigentes sociales y representantes de las organizaciones de base. Pero claro, la papa caliente es siempre cosa de una mano valiente.