Balance 2015

Columnas>La columna

balance 2015

Contra muchos pronósticos y, contradiciendo el ciclo de crecimiento macroeconómico, hoy en declive; Arequipa vivió un año extraordinario. Con triunfos y pérdidas (convertidas en lecciones), retos enormes y cambios esperanzadores, que hemos tratado de condensar para ustedes en esta edición.

La lección más importante del año que termina en la región, es que los cambios y mejoras sólo pueden provenir de la acción colectiva, con la legitimidad que eso supone. La renovación de autoridades a inicios de año fue, en varios casos, expresión de ello, así como lo ocurrido en el conflicto por Tía María en el que, a pesar de los actos de corrupción y violencia que involucraron a algunos dirigentes, un pueblo digno se mantuvo firme frente a la imposición del gobierno que, más allá de los dudosos aspectos técnicos, intentó ignorar su obligación de concertar y dialogar, persuadir y negociar con las personas, no solo con las grandes compañías; ignorando ese concepto pleno de significado político y social que se ha dado en llamar Licencia Social.

Un hecho inédito deja un precedente importante en relación al manejo del poder. Para asombro general, el ex presidente regional, Juan Manuel Guillén, y su círculo más cercano, fueron conducidos a prisión preventiva por el caso de la colusión que se dio, según la fiscalía, para adjudicar los estudios de la vía Arequipa – La Joya. En este caso no está en discusión el costo de la primera etapa -hoy abandonada- de la vía, ni las especulaciones sobre la asociación con empresas españolas apuntando a la millonaria adjudicación de la obra; lo que está en cuestión es el manejo arbitrario del poder que acumuló el ex presidente, habituado a decidir a su antojo sobre los recursos y la cosa pública.

Una histórica elección universal, acabó con un poder corrupto y mediocre que se había apoderado desde hace varios lustros de la única universidad pública de Arequipa, Alma Mater de la mayoría de intelectuales de antaño: la UNSA. En una decisión atribuible casi totalmente a los estudiantes, un auditor desconocido para la mayoría, pero con imagen de tecnócrata, alejada de la megalomanía y codicia que ha caracterizado a algunos de sus antecesores, fue elegido rector de la Universidad Nacional de San Agustín. Ojalá la expectativa general que este quiebre de timón ha generado, sea retribuida con auténticos cambios en los objetivos y el estilo.

En el ámbito cultural, la revalorización del patrimonio monumental de Arequipa, debido a que la ciudad fue sede del Congreso Mundial de Ciudades Patrimonio, tuvo entre sus efectos la decisión municipal irreversible de peatonalizar la plaza de armas y las cuadras circundantes. Sus evidentes ventajas para la conservación de la arquitectura colonial que caracteriza el centro histórico, la recuperación de la belleza enturbiada por el caótico tráfico y un involucramiento mayor por parte de los residentes del centro, los comercios y operadores turísticos; ya casi no se discuten.

De manera especial, el año también estuvo caracterizado por los homenajes al arequipeño más ilustre de todos los tiempos, el célebre Mariano Melgar, cuyas virtudes y personalidad han sido difundidas masivamente entre miles de jóvenes, que ojalá se inclinen por cultivar algunos de los valores que caracterizaron a este arequipeño de todos los tiempos, cuando se recuerda el bicentenario de su sacrificio patriótico.

Y como no podía ser de otra manera, los directivos y jugadores del Melgar FBC, fundado en el centenario del sacrificio de Melgar y, por tanto, en el año de su propio centenario, se coronó como campeón indiscutible del fútbol peruano, dándole a los arequipeños un motivo más de orgullo y de cohesión social. Similar al reconocimiento que se logró, después de dos largo años, de la danza Wititi, como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. La fiesta duró -merecidamente- tres días con sus noches de baile imparable, en el valle de Colca.

Y cerró el año, otro acontecimiento igualmente glorioso e inopinado. El mundialmente famoso “Hay Festival”, aterrizó en la blanca ciudad como una brisa fresca, renovadora y de amplios horizontes, como para recuperar la autoestima de los arequipeños, finalmente merecedores de un evento de ese nivel; una verdadera fiesta del pensamiento y un impulso incomparable a la cultura y las artes que, seguramente, dará sus frutos en la fértil Arequipa revolucionaria.

La senda está trazada.