Es una mañana soleada en Písac, Cusco, y pareciera que los gestos de Damián y Matiasa no celebraran el amor, a pesar de estar en el altar y frente a un cura que los está uniendo en sagrado e indisoluble matrimonio para toda la vida; o en todo caso para lo que les queda por vivir.
Ambos están arañando la ochentena de años en la misma tierra, varios de ellos, casi todos, uno junto al otro. Sería tanto su amor que no les había importado la consumación del mismo a través de una convención social como el matrimonio; para ellos lo más importante fue lo logrado con el corazón; sin embargo, un día se preguntaron si no sería mejor asentir el sacramento ya que sus planes, luego de partir, son continuar uno cerquita del otro, en el cielo o donde fuera. Al salir de la iglesia, la lluvia de mistura los cubrió de un carnaval para los anales del pueblo. La recepción y el convite están detallados en esta serie fotográfica.