Apurado delivery de Nueva York

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Más de una vez, al internarme en Times Square o caminar por la Quinta Avenida en Nueva York,  deploré el audaz vaticinio de Guaman Poma de que los mestizos –la nueva raza que emergía de la relación español con andina- sería la ruina del nuevo mundo. En un arrebato de ira, sin advertir que las castas se disociarían luego en un mestizaje universal, nuestro cronista y héroe cultural desdeñó a los híbridos llamándolos “mesticillos”, “mandoncillos”. Y hace tan solo unos días, en Times Square –Crossroads of the world o donde convergen las rutas del mundo- en un local llamado “New York Cipriani”, recinto con pilares y arcos de mármol y altísimos cortinajes, frente a Grand Central –resplandeciente pasarela del mestizaje global– se realizó el 2016 Courage In Journalism Awards, donde se reconoció el coraje de 4 periodistas mujeres de diversas regiones del mundo. Mabel Cáceres, amiga y colega desde los dorados años de la UNSA, fue una de las galardonadas, junto a Stella Paul (India), Janine di Giovanni (USA), Diane Rehm (USA) y Reeyot Alemu (Etiopia), quien recién pudo recoger su premio este año, pues cuando lo ganó en 2012 estaba en prisión, encarcelada por denunciar al gobierno corrupto de su país.

La fastuosa ceremonia, cumplida en una atmósfera de glamour neoyorquino, empezó con una larga sesión de fotos very fashion and fancy dirían aquí. Cuando las anfitrionas del evento Norah O’Donnell (CBS News) y Cynthia MCFadden (NBC News) anunciaron el inicio, nos sentamos en las mesas asignadas y colmadas en su mayoría de periodistas. La única peruana en mi mesa –y tal vez en el evento- era María Eugenia Valencia, hermana de la entrañable Martha Valencia. A poco de sentarnos y degustar de los manjares ofrecidos, María Eugenia y yo, nos dimos cuenta que en una mesa próxima estaba nada menos que Charlie Rose, uno de los más respetados periodistas de TV en Nueva York (canal PBS). Escritores, políticos, artistas, pasaron por su programa de entrevistas. Recuerdo especialmente el exquisito diálogo con el turco Orham Pamuk, premio Nobel de Literatura 2006, y aquél en el que el ex presidente peruano Alejandro Toledo desmereció con sus gestos de mesías -juntar las palmas, cerrar los ojos y respirar profundo antes de contestar una pregunta- bobadas que Mr. Rose sobrellevó con gran tolerancia y conmiseración. Algo, sin embargo, trascendió del entrevistado Toledo: su dicción del inglés nos pareció más fluida que la de Vargas Llosa.

En el momento del break,  me acerqué al gran periodista y le pedí que nos concediera tomarnos una foto; sencillo y cálido, aceptó complacido prodigando elogios para Mabel y el Perú.

En su discurso, Mabel Cáceres mencionó aquella frase de Luis Miró Quesada sobre el periodismo que puede ser la más noble de las profesiones o el más vil de los oficios; delgada línea, lindero, demarcación que los canallas traspasaron para siempre. Para los honestos, la decencia es un ejercicio de diaria confrontación en un país como el nuestro donde los curas tienen abogado, los rufianes ex presidentes son juzgados por jueces rufianes y los fementidos que nunca pisaron un campus universitario decente acometen para que la Universidad vuelva a ser un quiosco; y no hay remedio diría Guaman Poma.

Al concluir la ceremonia, en el tumulto de las felicitaciones y despedidas, distinguí a una alta y abundosa dama afroamericana que me pareció la actriz, cantante de rap, comediante y modelo Queen Latifah. Como en el relato quechua en el que un venado extraviado se acerca a una montaña para preguntarle sobre su rumbo perdido, le inquirí en mi inglés andino si era Queen Latifah, y ella, desde esa cumbre de macizos rocosos que eran sus pechos y hombros que sostenían su erguido cuello, sonrió y dijo que no pero que le halagaba el cumplido. Afuera, en la Quinta Avenida, el viento helado resoplaba, y Mabel, María Eugenia y yo nos refugiamos en una taberna de tenue luz de bodega como en los cuadros tenebristas de Caravaggio, y empezamos a charlar.