El pecado de pensar

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Igual que la elección de Donald Trump en USA ha puesto en cuestión principios universales cuya discusión se suponía superada hace décadas, como el racismo, la globalización y, aún, la racionalidad económica del capitalismo; el debate político-educativo-religioso en el Perú, nos ha devuelto al pensamiento medioeval, echando al traste los esfuerzos educativos de casi un siglo.

Así, el efectista y provocador “Con Mis Hijos No Te Metas”, de por sí confrontacional y forzado, pretende dividir a la sociedad manipulando un tema tan sensible como la formación de los niños, a quienes se pretendería proteger con esta campaña del supuesto fin de “volverlos homosexuales”, en el colmo de la manipulación psicosocial.

Dado que los temores y alertas se basan en monumentales mentiras, no cabe mayor debate sobre el supuesto fundamento de la protesta, pero sí hay que pronunciarse sobre los actores de estas campañas ideológico-políticas y sus consecuencias.

La campaña preelectoral, las redes y la coincidencia de objetivos, deja pocas dudas sobre la alianza intrínseca entre el fujimorismo y los grupos religiosos más conservadores y fanatizados, lo que incluye a católicos y evangélicos,  lo que habla de una lucha –en el fondo- por el poder.

Las gigantescas manifestaciones que exhiben como grandes movimientos de masas –fieles al estilo facista de mediados del siglo XX- son acciones de propaganda que van en la misma línea, y cuya lógica secuela es el intento de manipulación del sistema educativo. Ejemplos de ello son sus “marchas por la Vida, el movimiento en Facebook denominado “déjalo vivir” y ahora su marketero hashtag #ConMisHijosNoTeMetas, cuya lógica es muy difícil de explicar, fuera de la de ser un psicosocial bien planeado y oportunamente lanzado.

La preponderancia de la comunicación por las llamadas redes sociales, como fuente de información y espacio de generación de corrientes de opinión, ha sido bien comprendida por quienes desean mantener a las masas en estado de sumisión y obnubilamiento, gracias a la fe y sus dogmas indiscutibles. Si algo de luz logra penetrar esas mentes, se dirán, habremos perdido poder y, por tanto, privilegios e ingresos. “No podemos permitirlo”, habrán concluido.

Por eso han echado mano de un peruanísimo recurso, como la creación de las llamadas “portátiles”, bien ensambladas, tanto en las mismas redes informáticas, a través de los ya conocidos “fujitrolls” y sus calculados movimientos para crear tendencias, utilizando a alguna estrellita local como Karina Calmet o una chavetera virtual como Mar Mounier; y además en las calles, con convocatorias bajo presión y recompensas, al mejor estilo de nuestro inefable Felipe Domínguez, aventajado aprendiz de los usos fujimoristas de los 90s.

Las marchas por la vida, la censura al Ministro de Educación, el embate contra el nuevo currículum escolar, los proyectos para neutralizar la nueva Ley Universitaria, el ensañamiento contra el nuevo Ministro de Cultura, la repentina necesidad de “dialogar”, bajo el padrinazgo de Cipriani y la probable vacancia presidencial venidera, son todas batallas similares, alineadas al objetivo de la guerra que las contiene: poder y business. Voraces, inescrupulosos y cretinos. Como en los 90s.