Arequipa, ciudad de llocllas

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Cualquiera que sobrevuele el territorio nacional podrá testificar la similitud de nuestra geografía con la de un inmenso papel arrugado, develando un complejo sistema hidrológico que obedece a la configuración natural de cuencas que abarcan superficies de diversos tamaños. Cada una de estas cuencas funciona como parte de un sistema natural de escurrimiento de aguas superficiales, tanto de las provenientes de deshielos, formando lagos y ríos, como de precipitaciones pluviales, las cuales terminan activando quebradas secas, a las que conocemos localmente como llocllas o como huaycos en el resto del país.

Ninguna de estas manifestaciones de la naturaleza  representaría peligro mayor de no ser que estas ocurran dentro, o en las proximidades de, áreas habitadas.  Si bien el nacimiento de centros urbanos durante la colonia obedeció a normas urbanísticas impuestas por la Corona Española, mediante Cédulas Reales, la mayoría de ciudades, incluida Arequipa, ocuparon terrenos sin un análisis que la rigurosidad científica de hoy nos ofrece. Producto de ese escaso saber urbanístico, las ciudades han ido comprometiendo el normal y libre flujo de sistemas naturales de escorrentías pre existentes para acomodar los espacios habitables junto a la infraestructura correspondiente, muchas veces sobre lechos de llocllas. Peor aún, el crecimiento demográfico junto a una creciente presión social han terminado por depredar importantes superficies eriazas con cobertura vegetal endémica dejando suelos expuestos y taludes desprovistos de un elemento de amortiguamiento pluvial y de contención de suelo proveído por los sistemas radiculares vegetales que, ahora en su ausencia, provocan erosión acelerada y rápida saturación de la humedad de los suelos, con cuyo resultado la activación de quebradas secas es inevitable.  Todo lo contrario con el urbanismo inca y pre inca, cuyos vestigios permanecen a pesar de la ocurrencia de diversos eventos de la Naturaleza, demostrando un sumo respeto y conocimiento de sus fuerzas.

Curiosamente, para gran parte de la sociedad contemporánea, la Naturaleza tiene carácter de impredecible; sin embargo, la tecnología satelital puede ofrecer importante información para prevenir desastres y evitar cuantiosos daños a la infraestructura vital de las ciudades. No obstante y, sin exagerar de demasiada dependencia tecnológica, es mucho lo que se puede lograr en materia de prevención mediante medidas correctivas que ordenen el espacio y que sancionen usos de suelo verdaderamente y absolutamente compatibles con las características del terreno, especialmente en zonas urbanas ocupadas por estratos socioeconómicos de bajo y muy bajo poder adquisitivo, quienes resultan, una y otra vez, los más vulnerables ante acciones de la Naturaleza.

En ese sentido, el Planeamiento Urbano es una de las disciplinas que mejor puede ayudar a prevenir la ocurrencia de desastres y en reducir vulnerabilidades. Aunada a una aguda política de prevención, este instrumento de ordenamiento del territorio es fundamental para asegurar óptimos niveles de desarrollo económico y social, evitando la pérdida y daño de infraestructura y, lo más importante, la pérdida de vidas humanas.