FOTOS. Voltear la moneda

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Es un domingo cualquiera, son alrededor de las siete de la  noche, y la imagen del circo “Los Canillitas” se cierne como un difuso recuerdo de infancia, en cualquier distrito arequipeño. En un camerino, una polilla blanca choca repentinamente contra el foco una y otra vez, mientras Edwin Salas “Canilla” recorre cuidadosamente el  lápiz delineador  por los surcos de sus ojos.

Texto: Edy Condori / Fotos: Edson Canazas

El volumen de la televisión es considerable, aun así se escucha al  público impaciente por el inicio de la función.

Marco Antonio, alias “Musuca”, es el  primero en salir a escena. Se escucha a Michael presentarlo desde dentro de la carpa – sus ojos oscuros reflejados en su pequeño espejo no parecen mostrar nerviosismo alguno  por la cercanía de salir a escena. El fuego se enciende en su boca, una llamarada enorme sale disparada de él. Musuca ha iniciado su número.

El frío fastidioso del invierno desaparece por un momento y el fuego, aunque pasajero, anida momentáneamente en el público.

Canilla aguarda su presentación intentando arreglar un reflector averiado. Entonces, recuerda vagamente el día que se presentó para trabajar en un circo.

“Shirley”, era el  primer circo donde trabajó. Tenía apenas diecinueve años, nunca imaginó que ese trabajo se convertiría en su gran pasión. Las risas del público le recuerdan que debe salir a escena junto a su esposa Yeny  y  Gueison, su hijo mayor, conocido como “Tobillo”.

El frío en Chumpi

“Canilla” se da algunos retoques antes de volver  a escena. De pronto me observa con las manos juntas, cerca a la boca, intentando calentarme con el aliento.

-¿Hace frío verdad? –pregunta.

Solo atino a observarlo.

-Pero no hace tanto como en Chumpi, responde.

Un silencio se apodera de nuestras miradas.

-Fue el lugar donde desgraciadamente perdí  a un hijo, tenía  apenas nueve meses. En una plaza de toros, ahí se colocó el circo, en  ese lugar fue la última vez que lo vi respirar a mi hijo Erick.

La sensación de frío cobra vida con su testimonio.

-Tuvimos que regresar  a  Arequipa a enterrarlo. Mi esposa casi se muere del dolor, de la pena. Le han tenido que poner calmantes.

Luego de una semana de lo ocurrido volvieron al circo, a seguir trabajando, contra todo pronóstico. Volvieron a seguir entregando alegría, en medio de la pena. Seguían asombrando cuando la sombra estaba encima de ellos. Tuvieron la capacidad de voltear la moneda manteniendo la sonrisa dentro de un circo.

El comienzo del circo “Los Canillitas”.

Michael, sobrino de “Canilla”, toma las argollas. Sus manos son delgadas pero firmes. Aal elevarse su rostro recién lavado choca con el aire crudo de la noche. Empieza a girar su cuerpo, el público  lo sigue con la mirada. Su cuerpo delgado toma la forma de un Cristo, de uno sin cruz.

Canilla recuerda la selva. Bagua chica fue el último lugar que visitó trabajando en el circo Shirley, no  recuerda  la fecha exacta,  pero sí que era verano, y ya casi terminaba. Probablemente era  marzo.

– Nunca volví a ese circo, saqué mi propio circo, fui a Lima, compré mi tela, mi dos monos. Regresé a  Arequipa junto a mi esposa,  mi segundo hijo Gueison que tenía tres añitos.Cuando empezamos, yo nomás hacía los números artísticos. Contraté artistas, ahí mi esposa empezó a hacer  baile, maestra de pista. Yo siempre hacía sancos, mi hijo Gueison  gimnasia.

La carpa multicolor se ve enorme comparada con su pequeño cuerpo. Keoma, el último hijo de “Canilla”, lleva puesto un traje rojo escarlata. Sus ojos grandes y redondos lucen imperturbables, el humo espeso lo envuelve, las luces cambian de color constantemente. Toma las cintas que están colgadas en lo alto de la carpa y envuelve sus manos. Empieza a girar tan rápido como el aleteo de un colibrí.

Es así como esta noble familia intenta mantener viva la tradición del espectáculo y recorrer cada rincón que les sea posible llevando la magia del circo, en algunas calles de Arequipa, alejadas del ornamentado centro histórico de la ciudad.