Yo trabajo, tú quizá…

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“Nosotros trabajamos cinco días a la semana pero siempre tenemos que llevarnos tarea para la casa porque la programación no se puede hacer en el colegio. El tiempo para corregir exámenes y revisar trabajos o asignaciones se ha incrementado. La tecnología nos ha permitido mejorar en muchos aspectos, pero también nos delega otra carga debido a que la comunicación directa con padres y alumnos se realiza a través de whatsapps y correos. Sacrificamos muchos momentos con nuestra familia por las actividades que demanda ser un pedagogo. Además, trabajamos con seres humanos en formación, tenemos que enfrentarnos a un mundo diferente en cada uno de ellos. La presión de lograr los objetivos, lidiar con las carencias y las demandas de los mismos padres de familia son bastante fuertes.”

Estas son las justificaciones de muchos maestros cuando conversas con ellos o lees sus comentarios en redes sociales sobre el por qué sus demandas de aumento salarial son justas. Los argumentos expresados son la pura verdad; sin embargo, algunos de estos profesores alentados quizá por el fragor de su lucha, han colocado a su profesión por encima de otras, como si en el Perú y en el mundo no hubieran otros trabajadores que con resignación y la misma o mayor vocación por su carrera, se privaran de tiempo libre, vacaciones, amor familiar y divertimento, tal como ellos.

Nuestros profesores en huelga pertenecen a un área que depende del presupuesto público. Sin embargo, muchos de ellos están mejor pagados que miles de peruanos que se desenvuelven en el sector privado. Esto obviamente, responde a toda una coyuntura laboral que también debe resolverse en nuestro país.

Ahora bien, sustentar que un trabajo merece mayor remuneración que el otro por los sacrificios y privaciones, suena injusto. Nadie sabe realmente cuánto disfruta o no un trabajador la actividad laboral que eligió (o se vio obligado a elegir)  para sobrevivir por sí solo o más aún, para sacar adelante a su familia. Hoy en día, los horarios, turnos, condiciones, estrés, presión, objetivos, y funciones que se tienen como cliché acerca de las profesiones han cambiado enormemente. Pongamos sólo dos ejemplos de empleados que al igual que los profesores en huelga, son pagados por el estado. Trabajadores de la salud que se exponen a enfermedades, que a las tres de la madrugada están cuidando o salvando una vida, que trabajan con seres humanos que sufren y a los que hay que curar física y emocionalmente. O militares destacados a zonas en donde se lucha contra el terrorismo renaciente, que ponen su vida como garantía de un sueldo y que no ven a su familia durante semanas.

En el sector privado o independiente hay también varias cosas qué mencionar: horas extras que no se pagan, presión del jefe que te carga su chamba para que él quede bien, actividades fuera de horario a los que hay que asistir para demostrar que eres “camiseta”, objetivos que deben cumplirse día a día, capacitación permanente porque todos los días los procesos cambian y hay que actualizarse, presión del cliente, infraestructura deficiente y un largo etcétera. O trabajos poco convencionales donde los horarios establecidos no existen, el tiempo nunca alcanza, la chamba se tiene que terminar para ayer o el trabajador tiene que partirse en cuatro (o clonarse). TODOS los trabajos tienen sus inconvenientes.

El que quiere hacer bien su trabajo sabe que éste demanda un nivel de sacrificio y dedicación. Que de acuerdo a la entrega, los resultados y las horas cumplidas el empleador asigna un sueldo. Los maestros están solicitando que se reconozcan mayores beneficios económicos por su trabajo y mayor inversión en capacitación e infraestructura para poder hacerlo mejor. (El que no quieran ser despedidos por reprobar las evaluaciones es un tema bastante amplio y que no se tratará aquí).

Correcto, sus demandas suenan justas. Lo que no es justo (y lo repito) es que en aras de convencer (nos) sobre lo que merecen, algunos de ellos hayan caído en un vicioso juego de victimización en el que son los únicos trabajadores peruanos que sufren como nadie más o se hayan enfrascado en una repetitiva escala de valores laborales en la que son sólo ellos los que trabajan con verdadera vocación.

Trabajos hay miles, gente que los realiza con dedicación sincera, muchos más. Y ahí estamos los peruanos trabajadores luchando como los profesores, sacándonos la mugre como los profesores, ganando hasta menos que los profesores,  cumpliendo las mismas horas en el centro de labores y en la casa como los profesores, entregando amor por lo que hacemos como los profesores, haciendo patria como los profesores. Su lucha es la de todos los que trabajamos en idénticas o similares condiciones que ustedes, queridos profesores. Ni más, ni menos.