Hace falta más feminismo

Columnas>Profanaciones

Sabes que todo está desencaminado cuando la ministra de la Mujer no entiende cómo llegó a conformarse el ministerio del cual es titular y cuáles fueron las necesidades sociales que motivaron que el Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social pase a denominarse Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables. Cinco años de gestión del Ministerio de la Mujer y, cómo se vio en la entrevista que le hicieron a la flamante ministra en Canal N, aún la clase política en el país no es consciente o no quiere enterarse de la situación de precariedad en que se encuentra las mujeres peruanas y toda la violencia y discriminación de que son objeto.

Dice Ana María Choquehuanca que cree firmemente en la igualdad, pero en una que sea promovida por la capacidad de tener dinero en el bolsillo, una donde el hecho de tener mayores recursos económicos haga independientes a las mujeres, independencia que dice bajará las tasas de violencia porque hará más iguales a las personas.

Se olvida la ministra, o nunca se lo dijeron, que los derechos de las personas no están ni tienen que estar subordinados a sus posibilidades económicas; que una persona, aunque rica o pobre, debe tener iguales derechos y el Estado tiene que velar porque tenga una vida digna. Alguien tendría que decirle que esto último es el objetivo de la cartera que ahora dirige, como lo dice en el portal web de la institución: “Mujeres ejercen sus derechos en igualdad de condiciones y oportunidades para lograr la igualdad de género y reducir la violencia familiar, sexual y otras formas de violencia de género”.

Como se ve, no se trata simplemente de que las mujeres tengan más o menos dinero, sino de algo más radical y profundo, que es un cambio en las condiciones sociales en las que nos desenvolvemos en el país, cambio sobre la posibilidad de ejercer derechos, no solo de poder o no comprar.

En la entrevista en Canal N, Choquehuanca dice otra cosa interesante: que es preciso hacer un mea culpa. El mea culpa que ella espera es el que las mujeres, que son “quienes educamos a los hijos varones” cambien de actitud respecto al machismo. Y aquí podríamos pasarnos varios párrafos tratándole de explicar a la ministra que ese es un rol asignado socialmente a las mujeres como un estereotipo en el cual está inmerso el machismo, pues se deduce de lo dicho en la entrevista que solo es rol de las mujeres dedicarse a criar a los hijos mientras los varones no lo deben hacer, y las implicancias que esto tiene en el desarrollo de las mujeres y en cómo son tratadas y relegadas a labores solo del hogar, explicación que no haremos, pues ya las propias mujeres se encargaron de explicárselo.

Esto último se debió sobre todo a las declaraciones que, al minuto siguiente, da en la entrevista, afirmando que no tiene un sesgo feminista, y al equiparar feminismo y machismo, como si ambas fueran en sí mismas malas prácticas, planteando que ella aboga solo por la igualdad de oportunidades. Y aquí, más que en cualquier otra declaración, se le nota por todos lados que no entiende nada acerca de qué es el feminismo. Los twitters con que la trataron de aleccionar bajo el hashtag #MinistraFeminismoEs de seguro le van a valer más que todos los postgrados que haya podido estudiar para el cargo que tiene que desempeñar.

Asumo que desde mi posición de columnista varón puedo caer en un fácil mansplaining, pero haré la salvedad que aquí solo estoy tratando de analizar el discurso presente en lo dicho por la ministra, pues su nombramiento frente a la cartera de la Mujer es fundamental sobre todo cuando estamos a un año de la marcha NiUnaMenos, que visibilizó muchos casos de violencia contra la mujer que de otra manera nunca hubieran visto la luz.

Por eso, sin ir más lejos, al parecer el mea culpa debería comenzar por usted misma, estimada ministra, y tratar de darse cuenta que como parte del gabinete ministerial que ahora integra, lo que dice es parte de lo que dice y piensa el Gobierno, y debería reconocer que en sus palabras y comportamientos aflora el machismo, y peor aún, repite consignas de aquellas instituciones y personas que no quieren que temas como la igualdad de género o la necesidad del feminismo sean tocados, siquiera mencionados.