Hasta que punto la experiencia de vida afecta nuestra obra

Columnas>Columnista invitado

Casi ningún artista o escritor  se desliga de la experiencia personal, y no por ello es una obra autobiográfica, de lo contrario todos los artistas y escritores seríamos antobiográficos.  No y sí. Es un impulso, una fuerza avasalladora que nos empuja, que nos jala, es la tierra, son nuestros padres y los padres de los padres, además es el inconsciente colectivo que se va apoderando de nuestros sueños en años de trabajo. El asunto es cómo escribir y qué escribir desde esta experiencia de vida. No interesan los criterios personalistas, las egolatrías, las tendencias de vanguardia ya no existen, porque hay diversidad de estos niveles de aceptación o no de un texto escrito, no escribo particularmente para los críticos y académicos de las universidades por eso jamás corro a ellos con mis libritos; a los amigos que compartimos la literatura en ferias, congresos, encuentros, festivales, sí, cierta confraternidad nos acerca. Ciertamente tengo el orgullo aimara y quechua.

Casi naturalmente hago una especie de micro comentarios periodísticos en los medios cibernéticos,  mi gusto por las fotos viene desde la emoción de mi padre en capturar espacios de la naturaleza y amigos cotidianos.   Donde quiera que estoy el altiplano se prende de mi mundo interior para gritar “así soy, así me llamen nativa” nadie me cambia, así crecí entre la paja brava de la infancia y mi madre docente desde la madre naturaleza.

Thomas Eliot cuando decide trasladarse de EEUU a Europa, se convierte en una importante figura en Inglaterra, entre otros libros escribe “La tierra baldía” una remembranza de su tierra ¿sintió la orfandad como un Arguedas? entonces Eliot tiene una obra donde plasma su dolor por sentirse un huérfano lejos del país de su nacimiento.  Igual sucede en las demás artes como en la obra del pintor abstracto Kandinsky al leer sus cuadros vemos música interior que necesariamente viene del legado silencioso de su abuela música en Rusia. Un recurso grato para un escritor o artista es viajar adentro y afuera, porque esa experiencia afectará necesariamente la obra creada sin perder la esencia de la tierra.

El poema Juventud del polaco Czesław Miłosz es una  genial muestra cuando los jóvenes van a la gran urbe al inicio se ven raros, caminan solitarios por las calles como que no conocen a nadie, esa fue la historia de Eliot, Picasso, Humareda, Vallejo, Arguedas y otros. Así nos sentimos en nuestros tiempos, ahora la sorpresa debe ser menor con el avance de lo global, pero no del todo hay parcelas que nos sobrecogen, todavía nos miran con la piel color tierra.

En  mi tiempo, los que hace más de 50 años conformamos el Grupo Oquendo éramos osados hasta en la forma de vestirnos, entre nosotros eran más formales Percy Zaga, Gerardo García y Serapio Salinas.  Un Grupo que Puno silenció, seguramente por el desencuentro de algunos militantes del grupo, declaro tenerlos a todos en mi memoria con el mayor cariño; Puno silenció seguramente por lo efímero de su subsistencia, pero existió por ello seguimos escribiendo, la PICOA existe en una memoria aún no escrita, existe aunque no quieran reconocer al grupo;  individualmente casi todos tenemos obra editada, para mí existió. José Luis Ayala solía ponerse poncho, chullo; Omar Aramayo usaba unos grandes sombreros a lo Túpac Amaru, y yo para qué más recordar a inicios de los 70, mis pantalones negros llenos de huayruros, mis faldas largas y unas sandalias con campanas para entrar a la Universidad Nacional San Antonio Abad de Cusco. Era la influencia de lo hippie en busca de los orígenes  Esta fue también una forma de vivir lejos de Puno con Puno en todas nuestras fibras.

Tengo el recuerdo de un tiempo de mi primaria en Moho, de mis subidas a la montañita de Merkemarca. Hace menos de dos años me hice la valiente para subir a la cúspide junto a Yemira Maguiña, fue el último viaje a estas alturas de mi vida, tuvimos muchas caídas, nos prendíamos de las ramas de los árboles, allí visualizamos la otra película del lago en un azul virgen, turquesa. Por allí debió caminar Oquendo necesariamente.

Mi trabajo no solamente es como poeta, desde los tiempos cusqueños emprendí la promoción cultural. En Ayacucho publiqué a muchos poetas peruanos de mi generación, entonces jóvenes en el único periódico de la localidad “Paladín”, en mi página “Lunes Literario”. En Lima colaboré en “Crónica Cultural”. Hace una década junto a la Alianza Francesa de Arequipa dirigí los conocidos Martes Literario, pronto saldrá un libro como  testimonio con el apoyo de la AF.  Hace un año y meses me alejé de mi trabajo en la Escuela Nacional de Arte Carlos Baca Flor en sus especialidades de pintura, escultura, danza, música, teatro y docencia. Dejé con cierta pena un periódico mural Prohibido Leer a cargo de los estudiantes, un diario que nació en mi asignatura de Semiótica de la Imagen Visual.

Uno de los países que me acogió con mucho cariño es Chile, allí me llevan todos los años, el 2015 participé en un Encuentro Internacional “Chile Mira a Sus Poetas” en la Pontificia Universidad Católica”, quedé maravillada con la biblioteca y los juegos escultóricos y visuales con la obra de  Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Vicente Huidobro y otros para todas las edades. Compartí mesa con algunos poetas europeos entre ellos una española varias veces Jurada en el Premio Cervantes. En esta Universidad Católica   me reconoció el escritor Luis Chueca. Yo no lo conocía en vivo, ante su viva voz “Gloria Mendoza” le dije “paisanito”. Fue formidable entablar más diálogo con los poetas mapuches Elicura Chihuailaf Nahuelpán y Graciela Huinao.  Este año fui invitada a Colombia al Festival Internacional de Poesía en el Caribe, Barranquilla y hace poco estuve en un Encuentro Pluricultural de Poesía y arte en general en Esmeraldas, Quito. Me encantó el Museo Guayasamín. Me convertí en una migrante.

Ningún escritor o artista corre de su realidad sea cual fuere su lenguaje, su forma metafórica. Especialmente en los grandes acontecimientos que enturbian la vida de los pueblos con dictaduras, allí está nuestra palabra. La literatura no es un oficio, es una manera de recoger la experiencia vivida.