Guagua que no llora…

Columnas>Neurona Dignidad

“Cuando yo todavía estudiaba en la universidad andaba enterado de lo que pasaba en el país. Incluso participé en la Marcha de los 4 Suyos que convocó Toledo por el fraude de la tercera reelección de Fujimori. Ahí la cosa estuvo fuerte pero cuando llegué a mi casa el día de la marcha, nadie estaba enterado de nada. Mi familia estaba viendo El Chavo del Ocho en el televisor y ni idea tenía de lo convulsionado que estaba el Perú con todas las porquerías que andaban haciendo El Chino y Montesinos”.

Esto me contaba un amigo, a pocos días de haberse realizado la primera gran marcha nacional convocada para protestar en contra del indulto otorgado por el presidente Pedro Pablo Kuczynski a Alberto Fujimori.

Una situación parecida ocurrió con quienes marchamos el 28 de diciembre del año pasado por las calles de Arequipa. A medida que avanzábamos por el centro de la ciudad, podíamos notar que no uno, sino varios transeúntes se quedaban estupefactos y sorprendidos al ver pasar a la gente marchando, sosteniendo carteles y gritando arengas contra Fujimori, Montesinos, PPK y el infame indulto entre otros reclamos relacionados a los escándalos políticos que han protagonizado la vida pública de nuestro país el 2017.

Rostros confusos, con la interrogante del mismo tamaño de nuestros letreros sobre sus cabezas, inmóviles por varios minutos y observando con incredulidad a esos bichos raros que protestábamos y que no éramos pocos.

Esta actitud podría ser connotada, tal como el ejemplo de la familia de mi amigo, como el de desinformación total sobre la realidad del país. Estos compatriotas viven sobre suelo peruano pero seguramente, por un sinnúmero de razones, desconocen el día a día de la realidad nacional. Quizá no tengan costumbre alguna de consumir noticiarios o andan embobados con la programación televisiva hueca que ofrecen muchos canales. Desinformación, desinterés y sabotaje mental.

Sin embargo, hay una actitud más grave que al parecer se está generalizando entre los peruanos de todas las edades y que se ha dejado ver claramente en redes sociales. “Olvídate ya de estar haciendo hígado por una sarta de políticos inútiles que nada van a lograr por el país, nosotros tenemos que dedicarnos a trabajar no más. Déjalos a ellos que se peleen, que se saquen los ojos. ¿Nosotros que podemos hacer? Yo tengo que mantener a mi familia y pagar mis deudas, no tengo tiempo para ver lo que pasa en la tele y menos para estar yendo a marchar en contra de unos ociosos y rateros. Las cosas no van a cambiar, todos roban.”

¿Las cosas no van a cambiar? Claro que van a cambiar; para bien o para mal. Cambiarán para bien si todos los que estamos en desacuerdo con los abusos y la corrupción de los políticos nos unimos, reclamamos por nuestros derechos y pasamos a acciones que muy bien podrían convertirse en verdaderas revoluciones. Cambiarán para mal si nos quedamos de brazos cruzados, pensando sólo en nuestras necesidades individuales. ¿En qué condiciones creen que vamos a seguir trabajando, estudiando o desarrollándonos si el país se chorrea por el abismo en medio de la inestabilidad política, social y económica? ¿No se dan cuenta que cada sol que el país pierde en las garras de los políticos corruptos y de gobernantes ineficaces es parte del presupuesto para seguir creciendo como país, crecer de uno en uno, crecer todos juntos?

Todo está podrido y justamente por eso es que no debemos hacer gala del egoísmo que nos carcome el seso y la voluntad. Todo lo que le afecte a la masa llegará a afectar al individuo algún día. ¿Nos vamos a quedar estáticos sin defender a nuestro país, sin sacar cara por nuestra patria? ¿No nos enseñaron a honrar nuestro suelo, a la tierra de nuestros padres, al legado que heredarán nuestros hijos? ¿Es que nos vamos a comportar así de cobardes?

Tan indigno como el indulto y tan traidor como el que lo otorgó es aquel que lo avala o lo olvida.