‘- Cada vez queda más claro que, a fin de no incomodar la visión del Papa en su recorrido, el gobierno de PPK dispuso ocultar -con plásticos de vistosos colores y recién barnizadas planchas de triplay- la devastación del Fenómeno del Niño y la miseria cabalgante de varios pueblos jóvenes ubicados a la orilla del paso papal. Es obvio que esta no es una deferencia del dueño de casa para mostrar «la mejor cara al invitado»: se trata de una vileza. Y para peor, ya quedó al descubierto.
– Mientras que en Perú el porcentaje de católicos es de 76%, en Uruguay 37% declara no profesar ninguna religión, según datos de Pew Center. Notorio contraste. Ser católico, evangélico, agnóstico o ateo no hace, per se, buena o mala persona a nadie, pero algo de la ejemplar sociedad uruguaya, con una democracia plena, ejercicio vigoroso de las libertades ciudadanas y niveles envidiables de educación, deberá ser producto de esos porcentajes.
– El último video difundido en los medios del ex policía Óscar Pérez, que se rebeló contra Maduro, prueba de manera indudable que fue ejecutado extrajudicialmente, junto con sus compañeros. Es un crimen monstruoso y solo el fanatismo de una izquierda cavernaria y obcecada podría negarlo. Y avalarlo.
Yo no creo en esa izquierda.
– Y hablando de la izquierda en la que creo, me parece significativa la carta pública que Verónika Mendoza dirigió al Papa, en la que subraya la convocatoria multitudinaria del líder religioso en nuestro país, y le pide ser la voz de aquellos que no la tienen, pero sin omitir que el nuestro es un Estado laico, en el que pueden coexistir libremente diversos credos, sin que ninguno tenga un auspicio especial. Incluso si es religión mayoritaria. En el Perú no es así, pero el estatuto laico del Estado es algo que siempre debe recordarse.
– Así como me parece condenable la intrusión religiosa en los asuntos públicos, a través de dogmas y consignas odiosas, me parece reprobable que algunos, en estas fechas de visita papal, se mofen o ridiculicen la fe católica y sus manifestaciones. Soy ateo, pero varios de mis seres queridos son católicos, y muchos de mis amigos. Son católicos convencidos del laicismo del Estado. Y esto exige, como actitud de vida, ser tolerante. Ellos con mi convicción, y yo con su creencia. Porque, parafraseando al gran Toño Cisneros, es difícil ser tolerante, pero se aprende.