Wiñaypacha: la eterna magia del cine, desde la mirada de su director

La Revista

¿Cómo es que nace “Wiñaypacha” ? ¿ Dónde encontramos su semilla?
Creo que es difícil encontrar ese momento específico. Pero en el 2013 estábamos a punto de rodar un largometraje, que iba a ser mi ópera prima, y el proyecto se frustró por un tema de financiamiento. Cuando paramos la producción, nos preguntábamos ¿y ahora qué viene? No queríamos parar, así que nos animamos a hacer otro proyecto, uno dentro de las posibilidades que teníamos, más viable. Así que decidí recurrir a aquello que conocía, a mis raíces,  hacer una historia sencilla, pero con profundo contenido. Y ahí nace la película: quería contar la historia de dos abuelos en un lugar alejado de la zona urbana, en los Andes del Perú.

Se habla mucho de que es la ‘primera película grabada completamente en aymara’…
Nosotros ya teníamos  antecedentes de haber realizado varios trabajos en este idioma, sobre todo para diversas organizaciones que nos  solicitaban que incluyéramos testimonios en su propio idioma. Por ello, planteamos hacer esta película también  netamente en aymara.

Gran parte de la crítica ha mencionado a Yasujirō Ozu como claro referente. ¿Qué otras influencias has tenido a la  hora de hacer la película?
Yo creo que todo director tiene referencias: es difícil que alguien diga que ha creado algo, porque todo ya fue creado.  Como referencias mías, están Ozu, Kenji Mizoguchi, Akira Kurosawa, Andréi Tarkovski y Abbas Kiarostami. Todos  hacen distintos tipos de película, pero con muy profundo contenido, de reflexión, incluso de interpretación. Tengo  muchos directores cuyas carreras me gustan, desde los más clásicos, hasta los más criticados, como Ed Wood, a  quien si uno analiza creo que tiene muchas ideas, tal vez no bien desarrolladas, pero en esencia. Quentin Tarantino,  por ejemplo, ve ese tipo de películas de serie B, para sacarle provecho para su propia obra…

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